Cuando el 26 de mayo de 2020 leímos el “Decálogo en defensa de la cultura”, recomendado por la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), de la cual México forma parte, nos preguntamos en uno de nuestros escritos si el gobierno avalaría tan buenos propósitos.
Bastaba leer el primer punto, para deducir que no lo haría: “Declaramos que, para los Estados Iberoamericanos, la cultura debe ser considerada como bien de primera necesidad, incluyéndola entre los beneficiarios explícitos de todas las políticas y ayudas públicas”.
Así, como el célebre personaje de los inicios de la radio, el Monje loco, “nadie sabe, nadie supo”. La proclama se diluyó ante la ferocidad de la emergencia sanitaria del coronavirus.
Meses antes, la ONU obsequiaba de regalo navideño, el 19 de diciembre de 2019, la Resolución de la Asamblea General que declaró 2021 como el “Año Internacional de la Economía Creativa para el Desarrollo Sostenible”.
Normal que México se sumara al coro, a pesar de que al cerrar el primer año de la administración cuatroteísta, no hubo evidencia de mayor interés en la Agenda 2030. Tampoco se reconocía a la economía cultural como uno de los ejes del desarrollo nacional.
De la Resolución, dos enunciados eran suficientes para descartar que, con COVID o sin COVID, era imposible que el 2021 se fuera a significar en nuestro mexicano territorio.
El primero: “Destacando que la economía creativa puede contribuir a las tres dimensiones del desarrollo sostenible y al logro de la Agenda 2030, entre otras cosas fomentando el crecimiento económico y la innovación, erradicando la pobreza, creando empleo pleno y productivo y trabajo decente para todos, mejorando la calidad de vida y el empoderamiento de las mujeres y las personas jóvenes y reduciendo la desigualdad en los países y entre ellos”.
El segundo: “Destaca que el costo de todas las actividades que puedan derivarse de la aplicación de la presente resolución deberá sufragarse mediante contribuciones voluntarias”.
Es la hora en que el gobierno no se pronuncia al respecto.
La misma ONU, como la UNESCO, tampoco parecen dispuestos a reconsiderar lo que es, a todas luces, un despropósito: levantar una bandera que en México, como en todos los países, debería ser más la de luto que la de una conmemoración festiva.
No hay dato, cifra, análisis –como los realizados puntualmente por quien esto escribe tanto en la entrega especial del 2020 El rosario del coronavirus, como en este paredón y que se enlistan sus accesos al final- que ofrezca razones para tal aventura.
El 26 de noviembre de 2020, se dieron a conocer las cifras desestacionalizadas del Producto Interno Bruto (PIB) del país, al tercer trimestre. El INEGI las agrega para efectos de valoración al primero y segundo trimestre del año que cursa, así como muestra los dos últmos trimestres del 2019, con su correspondiente anual.
Lo hace por sectores y como sabemos, de los 20 en que se integra la economía nacional, 10 son los que se consideran para generar la Cuenta Satélite de la Cultura. Y de ellos cinco son los más representativos.
Tomemos el caso de cuatro sectores vinculados al sector cultural, subrayando que el análisis no considera la desagregación de actividades características y conexas de la cultura. Es decir, ofrecemos una lectura en bloque, pero que sin duda pone en relieve las dimensiones del desplome de la economía cultural.
Consideremos que el INEGI fija trimestres (I enero-marzo, II abril-junio y III julio-septiembre) y cifras porcentuales.
Uno de ellos es el Sector 31-33 Industrias manufactureras, que es central en la actividad artesanal. En el primer trimestre el desempeño fue de (-)2.7, en el segundo de (-)29.5 y en el tercero de (-)7.1, para colocarse en 9 meses en (-)13.1.
Tenemos el caso del Sector 51 Información en medios masivos, donde se ubican muchas de las llamadas industrias creativas, así como la cultura digital.
Podemos observar que de un primer trimestre en positivo de 5.3, el segundo cayó (-)0.1 y el tercero (-)8.7, colocándose a 9 meses, en (-)1.4.
El Sector 54 Servicios Profesionales, técnicos y científicos, desde el primer trimestre se vino abajo con (-)3.5, el segundo con (-)7.1 y el tercero (-)8.6, para un alcance de (-)6.3 en el ciclo medido. Aquí encontramos, por ejemplo, trabajadores por cuenta propia.
Finalmente, el Sector 71 Servicios de esparcimiento culturales y deportivos y otros servicios recreativos, donde se despliegan otro tanto de actividades características del sector cultural, tales como teatro, danza, música, literatura, y espacios como parques. Es decir, expresiones presenciales y de movilidad.
El primer trimestre fue ya pronunciado con (-)15.9, el segundo con (-)78.4 y el tercero con (-)64.9, para un promedio de (-)53.9 en los primeros 9 meses del 2020.
El Sector 71 es el que registra el peor desplome de toda la economía (de toda), superando al turismo y la construcción.
A este desastroso panorama, de mucho más lecturas a las aquí expuestas, hay que agregar los resultados de la actualización de la Cuenta Satélite de la Cultura a 2019.
El PIB bajó de 3.2 en el 2018 a 3.1 en 2019, aunque para ello hablemos de centésimas y de 22 mil millones de pesos de diferencia, de un año al otro, en precios básicos. Eso no es todo.
Lo que ocurrió en realidad, como consigna la Cuenta, fue que el comportamiento del PIB del sector cultural, con respecto a la economía nacional, pasó de 4.4 por ciento en 2018 a 1.5 por ciento en 2019.
Esto significa que la 4T logró una espectacular caída de 2.9 por ciento en un año.
Así las cosas, dudo mucho que el 2021 como “Año Internacional de la Economía Creativa para el Desarrollo Sostenible”, sea lo que tengamos que entusiasmarnos en acompañar.
A continuación ofrecemos las distintas columnas de Eduardo Cruz Vázquez, escritas durante el año 2020, que abordan distintos aspectos del impacto de la emergencia sanitaria del coronavirus en el sector cultural
Cae recaudación del sector cultural, 5 de noviembre.
Crecimiento marginal de donativos en 2019, 13 de octubre.
Paquete económico 2021: mitos y mentadas, 11 de septiembre.
Sector cultural: el fatídico segundo trimestre, 3 de septiembre.
El PIB en los estados: señales para el sector cultura, 25 de agosto.
Sector cultural: más cifras de la pandemia de cara al 2021, 3 de agosto.
Censos Económicos: un registro histórico, 30 de julio.
PIB en los estados: el drama no acaba, 15 de julio.
¿Dónde necesitamos generar empleo?, 19 de enero.
Ligas a columnas El rosario del coronavirus, 29 en total de esta columna especial, aquí una selección de abril a julio, el orden de la última a la primera:
Programa Sectorial de Cultura: lo que cambió, los que perdieron, 8 de julio.
Colombia: banco central con funciones culturales; un ejemplo a replicar, 17 junio.
El sector cultural necesita un banco con ideas modernas, 2 de junio.
Cooperación internacional: la abdicación de AMLO, 26 de mayo.
Cultura esencial, llamado desde Nuevo León; el decálogo de la OEI ¿firmado por México?, 29 de mayo.
V W U L las letras de la crisis del sector cultural, 25 de mayo.
MORENA de película, 22 de mayo.
Disculpe, empresario cultural ¿y usted qué haría?, 21 de mayo.
Coronacultura: ¿emprendedores culturales reloaded?, 18 de mayo.
El dilema del consumo cultural en la “nueva normalidad”, 15 de mayo.
Cultura en estado de riesgo: ¿sana o mata?, 11 de mayo.
¿Cómo reabrir la economía del sector cultural?, 3 de mayo.
Teatro en México: sacar ventaja de la crisis, 1 de mayo.
El 2009 y la cultura: barbas a remojar, 22 de abril.
Donativos, donatarias: ¡cataplum!, 15 de abril.
De Carstens para la comunidad cultural, 13 de abril.