Andares de Paz y Fuentes; diplomacia, creación, grilla

México en la Cultura y después La cultura en México, dos suplementos de época, espacios de numerosos debates y enconos. (Imagen tomada de issuu.com).

 

Insistiremos en que la obra nos obsequia formas de leer el sector cultural en estos años y meses de la cuatroté. Y por buena casualidad, vistas alrededor de los enredos ebrardistas con la diplomacia cultural.

Entre las páginas 123 y 264 de Estrella de dos puntas. Octavio Paz y Carlos Fuentes: crónica de una amistad, de Malva Flores (Ariel, 2020), hay un mapa editorial relevante para comprender un nicho de mercado cultural, así como la acción de los dos literatos a la vez que miembros del servicio exterior en él.

Hay información como la referida a la revista El Espectador que nacería gracias a 25 mil pesos de financiamiento aportados por Jesús Silva Herzog. Su suerte, cuenta la autora de la Estrella, se acabó muy poco tiempo después por falta de recursos.

En otro pasaje, tomamos nota de una información que sigue siendo escasa a pesar de tantos años de revoloteo numérico. El crítico Emmanuel Carballo delibera en un artículo de La Cultura en México (enero de 1963), sobre los ingresos de Carlos Fuentes por la venta anual de sus obras en 1962, la suma de 7 mil 575 pesos: “Una novedad: el escritor mexicano vive de lo demás, algunos de lo demás, ninguno de la literatura. ¡Qué triste espectáculo!”, señala.

Aunque se dice que es de sobra conocido en el ambiente cultural mexicano, resulta impresionante reencontrarse con la ruta de revistas y suplementos de esos años del siglo XX con su muestrario de paraísos e infiernos. Revisar los asegunes de esa constante entre Paz y Fuentes que fue la idealización de una publicación periódica, el abanico de especulaciones que compartieron y las búsquedas infructuosas de patrocinadores.

Cuenta Malva Flores que Paz confesaba sentirse seducido y aterrado a la vez por la idea de “la gran revista”. Existían muchos obstáculos; el principal: “¿Dónde y cómo encontrar el dinero? El dinero sin ataduras ni compromisos”, escribiría el poeta en una carta.

En julio de 1965 le narró a Tomás Segovia, con quien “planchaba” el anhelo, la obsesión de una revista: “A mi juicio -¡limosneros con garrote!- deberíamos imponer dos condiciones antes de aceptar cualquier ayuda. Total independencia artística e intelectual (sin excluir nuestro derecho a juzgar los actos de nuestros ‘benefactores’) y compromiso firme de que la subvención durará no menos de tres a cuatro años”.

 

Los años de Embajador en la India (1962-1968). Octavio Paz saluda al líder Jawaharlal Nehru. (Imagen tomada de ultimahora.com).

 

La diplomacia en pleno

La Estrella de Malva Flores construye los andamios de los escritores y diplomáticos. Esa combinación que genera mitos como intriga, la del artista que se la pasa dedicado a su obra, con suerte de becario, y por ello menos ocupado en los afanes del servicio exterior. Si bien la obra se inclina por el devenir de los creadores, no hay desperdicio en lo que se evidencia de esos señores que ganan su salario como empleados de la cancillería mexicana.

El relato indica que el 17 de junio de 1959, “Paz llegó finalmente a París, después de un sinfín de vicisitudes, entre ellas, haberle escrito a Adolfo López Mateos -según le confiesa a Bona apesadumbrado- ‘un verdadero monumento al servilismo. París, tú, bien valen una carta’” (citado de Los idilios salvajes, de Guillermo Sheridan).

Durante los últimos días de 1964, estando como Embajador en la India, se le presenta a Paz “la tentadora oferta” de volver a París, para ocupar el puesto de José Luis Martínez (como Representante ante la UNESCO); sin embargo, el 5 de enero de 1965 le confirmó a Martínez que había decidido permanecer en la India: “Quiero terminar dos o tres cosas que tengo medio escritas y agotar mi experiencia oriental. Ya veremos qué posibilidades existen para el año próximo”.

Desde Delhi, Paz le hace una confesión a Jaime García Terrés el 14 de septiembre de 1963. El poeta y crítico español Luis Cernuda había muerto ese año, por lo cual escribió un artículo en la Revista de la Universidad. En sus palabras dejaba entrever, muy diplomáticamente, que Cernuda había sido corrido de El Colegio de México por su director Daniel Cosío Villegas: “Además, no sería decente utilizar la correspondencia de un muerto para aclarar chismes. En fin, todo esto es sucio y yo me reconozco culpable -no de mentir, sino de haber revuelto la basura sin necesidad…” (cita de El tráfago del mundo, de Rafael Vargas).

Veamos otro episodio que pinta eso de ser escritor y empleado de gobierno fuera del país. Saturado de trabajo, Paz no puede asistir al Congreso organizado por Norman Rockefeller, Norman Podhoretz y Robert Wool, en noviembre de 1964 en Yucatán, en el hotel Mayaland de Chichén Itzá. Según la prensa local, se anuncia que la Fundación Rockefeller busca incrementar su ayuda a las editoriales para que estas tradujeran al inglés obras hispanoamericanas y, asimismo, se estima la creación de un Centro Interamericano de Libros Académicos.

El ambiente de fiesta en esos días en Chichén ocasiona que “quien después de todo era el pagano de nuestra gran pachanga cultural” intente “imponer un cierto orden puritano en nuestras vidas”, relata Fuentes en su Retratos en el tiempo y lo retoma Malva Flores. “Mujeres hermosas y alcohol de primera (…) Nuestro relajo no fue aprobado por el contingente moral, circunspecto y tempranero”.

Hacia septiembre de 1964, Fuentes interroga a Paz sobre ciertos rumores que corrían en el sentido de que sería nombrado subsecretario de Cultura. Le responde el 25 de ese mes: “Ya sabes que a mí no me interesan los altos puestos y que siento cierto escepticismo ante las labores culturales de la burocracia. No creo en el fomento estatal de la cultura o, más bien, de la creación artística”.

 

Vista del legendario hotel Mayaland, en Chichén Itzá, que data de 1923 y donde, en noviembre de 1964, un numeroso grupo de creadores mexicanos y de otros países se dieron cita bajo el auspicio de la Fundación Rockefeller. (Imagen tomada de historichotels.org).

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