4T: El derrumbe que apalanca un nuevo sector cultural (1)

Los asuntos de las transformaciones. (Imagen tomada de freepik.es).

 

Al mandatario Andrés Manuel López Obrador le digo que sus acciones empujan estas dos o tres entregas.

El bombardeo al que ha sometido al sector cultural -encontrando en la pandemia un magnífico aliado- propicia ya los trazos de una reedificación del mismo -que también puede decirse resurgimiento- a partir de que deje Palacio Nacional en el otoño de 2024.

Sin disputa por su lugar en la historia del proceso encabezado por el tabasqueño, vale reconocer el despliegue de la secretaria de Cultura, Alejandra Frausto.

Su aguantadora eficiencia en las filas del lopezobradorismo, su férreo carácter de general, el manejo audaz de la artillería, permitirán a Frausto heredar un conjunto de vestigios institucionales dignos de la envidiable labor por parte de los arqueólogos forenses del sector cultural.

Quien encabece el aparato institucional con el próximo Presidente de la República, encontrará tan despejado el paisaje, que la reconversión de la política cultural y de los organismos para encauzarla augura, desde este momento, toda una revelación.

Algo jamás imaginable para quienes promovimos la urgencia de una reforma cultural.

A los operadores del ataque, a las y los servidores públicos federales de primera línea que se la juegan ejecutando lealmente las órdenes del alto mando, mi mejor caravana. Tampoco nadie en su sano juicio les disputará su lugar -el que sea- en el historial de la nación: lo podrán corroborar puntualmente cuando, a su gallardo paso por las calles, les hagan señales que les cortarán el aliento.

Mucho menos serán olvidados como parte del afán demoledor, no pocos servidores públicos en instituciones de cultura en los estados y municipios de la Patria (con mayúscula, como la vacuna) así como los que, con batería o desde la cómplice contemplación, confiaron en que solo la ruta de la anulación del viejo orden aseguraba el pase a un país en verdad radicalmente distinto.

En este breve repaso de honores, es menester nombrar a los del otro bando. Dejo constancia del valor, del arrojo, del sacrificio, de la entrega de quienes, en los distintos frentes de resistencia del sector cultural, al defender con toda el alma lo que estiman debe mantenerse en pie, lo han hecho seguros de que la andanada -por feroz que sea- tiene fin.

En la lucha, recolectar saldos es asunto clave para el 2025.

 

Pacto, acuerdo, concordia

El costo que se ha pagado en esta confrontación ha sido y será muy alto, así como diferenciados los asegunes. A los que por edad el horizonte se nos achica, los dioses nos tengan en sus pensamientos, quizá en ese porvenir de poco o nada sirvamos.

Aquellos de más vigor -en cualquier sentido- levantarán orgullosamente el nuevo mapa sectorial.

Viene, en suma, un sector cultural del postneoliberalismo, o si se quiere, un sector cultural de la cuarta transformación o también sector cultural postcovid en la cuatroté.

Es un acontecimiento que debemos ser capaces de advertir, estudiar, leer, proyectar, intervenir.

La actitud en lo que resta del sexenio -más allá de las elecciones intermedias, de los siguientes ajustes para afianzar el nuevo régimen- es la de vislumbrar la trama de la incubación sectorial, la de dibujar cómo serán los primeros balbuceos de la otra vida cultural una vez culmine la conflagración.

Para ello, necesitamos aceptar que etapas anteriores son aleccionadoras, con sus buenas y sus malas, pero son eso: fruto del más allá que debe quedar en vista de museo, de acervos de arqueología sectorial.

Un siglo XIX notable por una actividad cultural que pudo desenvolverse sin un Estado metido en su funcionalidad. El ser decimonónico prefiguró el sector cultural con sus protagonistas en los ámbitos público, social y privado.

Un porfiriato que instauró modelos y prácticas del quehacer artístico, intelectual.

Una Revolución que alimentó anhelos, expresiones y figuras, para despuntar en dos pilares: la Universidad Nacional Autónoma de México y la Secretaría de Educación Pública.

Una etapa de expansión con el nacionalismo revolucionario, con un despliegue de intervención cuyos alcances aunque en muchos la añoranza, son piezas de vitrina.

Hablamos de un larguísimo trayecto con incesante procuración estatal: Fondo de Cultura Económica, institutos nacionales, Subsecretaría de Cultura, Dirección de Asuntos Culturales en la cancillería, reformas constitucionales, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Secretaría de Cultura, Ley de Cultura y Derechos Culturales. Un catálogo abrazador que hizo réplica en casi todos los rincones de México.

Un elenco entretejido con un mercado cultural, un mecenazgo privado (aunque avaro), un poderoso enjambre de instituciones de educación superior y un listado de organizaciones de la sociedad civil.

Ahí en el territorio nacional, pues, un sector cultural con todos sus actores en lo público, lo social y lo privado que se instaló, en ruta imparable a pesar de montones de conflictos, desde la nación Independiente.

Toda una evolución y un universo cuyas lógicas de desarrollo se han topado finalmente con la artillería de la denominada cuarta transformación.

Estamos ante un ajuste de cuentas que ni en los periodos enloquecidos de Antonio López de Santa Anna, ni del mismísimo Benito Juárez con la Guerra de Reforma, ni en la dureza de Porfirio Díaz, ni en el sacudimiento revolucionario, ni en el largo dominio del PRI, ni en las crisis económicas, ni en la alternancia política de principios del siglo XXI se presentó.

Aniquilar un todo histórico del sector cultural que, por pragmatismo, se mete en la denominada “herencia neoliberal”, como se engarza en fondos para las comunidades pobres, se levanta como condición para erigir otra nación cultural, la del lopezobradorismo, un tránsito cuya autopista no tiene retornos.

Dejar de añorar paradigmas que fueron eficaces, hacer a un lado la exigencia de reinstalar lo que por generaciones definió el comportamiento del sector cultural, así como sustraerse temporalmente del simple cumplimiento de los principios rectores, es indispensable para no quedar al margen de lo que se gesta.

Aunque suene duro: aún sea costa de lo establecido en la Constitución.

Prefigurar la geocultura tras la batalla sectorial de la 4T, pese a las bajas que dolorosamente se van aconteciendo en los variados bandos, es el fin en estas entregas del paredón.

Me encuentro seguro de algunas cartografías que nos aguardan más allá del indomable régimen presidencial del dueño de un rancho en Palenque, Chiapas.

 

En el camino de la cuatroté, rumbo al nuevo sector cultural. (Imagen tomada de es.123rf.com).

 

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