En 2008, como antesala de la crisis financiera mundial que sacudiría el año siguiente, los puestos de trabajo ocupados (pto’s) del sector cultural se situaron en 1 millón 277 mil 482. En 2009, se perdieron 43 mil 210, de los cuales se recuperaron 13 mil 532 en 2010. Según muestra la Cuenta Satélite de Cultura (CSC) elaborada por el INEGI, de 2010 a 2018, se generaron 147 mil 865 nuevos pto’s. El poder contar con este instrumento que facilita el acceso al comportamiento del sector cultural en el conjunto de la economía, permite apreciar que de 2008 a 2018, se generaron cada año poco más de 11 mil pto’s, para sumar 118 mil 187 en el ciclo.Cabe explicar que los puestos de trabajo ocupados representan el promedio de ocho horas por jornada de trabajo, a diferencia de las personas ocupadas que se refieren directamente al número de trabajadores, sin considerar las horas de trabajo por jornadas. Esta distinción no exclusiva del sector cultural, permite hacer comparable las funciones humanas dentro de las diferentes actividades económicas. Dicho de otra manera: no se reportan empleos formales (asalariados), sino espacios de trabajo que cumplen con las características básicas de formalidad.
De esta manera, resulta significativo que nuestra CSC inicie su registro justamente en un periodo sumamente difícil para la economía nacional (su puesta en marcha fue en 2014). Gracias a este acontecimiento, después de tantos años, podemos detenernos para valorar los alcances de la crisis de 2009 en el sector cultural. Un ejercicio que no busca comparabilidad con lo que finalmente será el impacto de la crisis sanitaria del coronavirus en 2020 y en 2021 en desarrollo del país. Es apenas un intento por sentar las bases del análisis que es posible realizar y, ciertamente, adelantar vísperas que permitan mirar los escenarios del año por venir. Sobre todo el ejercicio resulta útil de cara al eventual diseño de las políticas de aliento a la recuperación de las actividades productivas que caracterizan el dinamismo cultural de la nación.
Rompecabezas necesario
Al ciclo de los pto’s que, en interpretación básica, se muestran consistentes y estables (aunque distemos de saber la relación entre oferta y demanda del mercado laboral, sin duda una asignatura pendiente), le corresponde una representación en el Producto Interno Bruto (PIB). Es decir, lo que contribuye el sector cultural a la economía. Tras el proceso de actualización del año base al 2013, de metodologías y diversidad de variables del Sistema de Cuentas Nacionales de México, el PIB cultural de 2008 fue de 3.8 por ciento, correspondiendo al mercado el 3.0, a la producción cultural de los hogares el 0.6 y la gestión pública en cultura el 0.2. Cabe señalar que de estos tres componentes, los dos últimos se mantienen incólumes en la serie 2008-2018, en tanto que las variaciones del mercado arrojan un promedio del 2.7 por ciento. Visto de manera integral, el promedio de la serie es de 3.5 por ciento.
Si llevamos los porcentajes a su representación monetaria, como participación en el valor agregado bruto (precios básicos), en 2008 la cultura generó 450 mil 884 millones de pesos (mdp), en 2009 creció a 462 mil 054 mdp y en 2010 se fue hasta 487 mil 067 mdp. Al 2018, obtuvo 702 mil 132 mdp. No es tampoco menor el asunto en este componente de la Cuenta Satélite de Cultura: hablamos de crecimiento sostenido por 251 mil 248 mdp en el periodo 2008-2018, considerando que hablamos de un sector que no cuenta con ninguna política pública de atención a su desarrollo.
De hecho, aunque resulte paradójico, en 2009 se alcanza el mayor crecimiento del PIB cultural, situado en 4.0 por ciento, correspondiendo al mercado el 3.2 por ciento, el más alto del historial. Sin embargo, no todo fue miel sobre hojuelas en ese año previo a las celebraciones históricas de la Independencia y la Revolución. Pese a contribución en su conjunto, el sector cultural tuvo una caída de -1.6 por ciento en relación al grueso porcentual de la contracción de la economía que alcanzó el -5.2, en comparación con 2008, fenómeno ponderado en valores constantes (sin inflación). De una manera que no deja de ser también simbólica, las actividades productivas de la cultura se recuperan en 2010 en un 2.8 por ciento, en tanto la economía nacional se alza al equivalente “espejo”, del 5.2 por ciento. En ese año de las celebraciones bicentenarias, el PIB cultural se situó en 3.8 por ciento.
Llevado lo anterior a algunos detalles por tipo de actividad, hubo un decrecimiento casi generalizado: las artes visuales y plásticas 11.9 por ciento, las artes escénicas y espectáculos 5.6 por ciento, el diseño y servicios creativos 4.9 por ciento, los libros, impresiones y prensa 7.8 por ciento, las artesanías 4.7 por ciento y la producción cultural de los hogares 7.9 por ciento. La diferencia fue en los medios audiovisuales que no solo no tuvieron caída, sino que presentaron un crecimiento de 5.6 por ciento, principalmente por las actividades asociadas a internet (lo que llamamos cultura digital).
Sin embargo, para obtener la variación total del sector debemos recordar que cada área tiene una proporción distinta en el total del sector, por tanto es necesario conocer la participación ponderada de cada área y que son las siguientes: artes visuales y plásticas -0.2 por ciento, artes escénicas y espectáculos -0.3 por ciento, diseño y servicios creativos -0.4 por ciento, libros impresiones y prensa -0.4 por ciento, artesanías -0.8 por ciento, producción cultural de los hogares -1.4 por ciento y medios audiovisuales +1.9 por ciento.
Por lo que tiene que ver con la gestión pública en cultura, a manera de acotación que permite ampliar el análisis del periodo 2008 a 2010, diremos que el ejercicio presupuestal del entonces Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, fue (en cifras redondas) de 10 mil, 13 mil y 10 mil millones de pesos, respectivamente. Es decir, hubo un impulso al gasto en 2009, en plena crisis, y bajó en 2010, aunque por las erogaciones nacionales alrededor de las fiestas del bicentenario, la inversión alcanzó cifras extraordinarias difíciles de cuantificar. Sin duda, la considerable derrama inyectó vitalidad a numerosas actividades del sector cultural e incluso a otras, como las del sector de la construcción (obras de infraestructura y equipamiento cultural).
Barbas a remojar
Tras este breve recorrido, en virtud de que quedan en el tintero más enfoques de estudio ¿cuántas observaciones útiles podemos hacer? Primera: por lo que tiene que ver con el comportamiento general de la economía en valores constantes (sin inflación), de 2019 a 2020 habrá una caída en el sector cultural, pero que no necesariamente será tan profunda como la del conjunto de la economía nacional, por el fuerte aliento a las actividades vinculadas a los bienes y servicios de la cultura digital, tal como se vio en 2009, dicho con las proporciones guardadas. Es decir, puede darse un efecto compensatorio que aminore el impacto.
Segunda, es evidente que el daño será más profundo en las actividades de la cultura sujetas a movilidad social y presencia próxima. Éstas pueden llegar a tener una red de contención si se disparan los desplazamientos en el periodo de julio a diciembre, con medidas ajustadas de una “sana distancia” que se pondrán en marcha en sin fin de eventos como norma permanente. Estas acciones tendrán efectos paliativos en la derrama del gasto en bienes y servicios, así como serán importantes los estímulos a través de las erogaciones del gasto público, aunque se antojen prácticamente marginales.
Una tercera observación, es la pérdida de puestos de trabajo ocupados y de manera sobresaliente, el impacto en la ocupación informal en sus distintas categorías. Especialmente habrá que poner atención en las repercusiones en la producción cultural de los hogares, un componente que triplica históricamente a la aportación de la gestión pública en cultura.
Y finalmente ¿bajará el PIB cultural de 2020? ¿Cuántos miles de millones de pesos dejarán de circular? Como esa noticia se cocina lento en la integración de la CSC, aunque por actividades sectoriales tengamos adelantos, sin duda una antesala es la entrega de la actualización al 2019, que el INEGI (esperamos que no sufra afectaciones) deberá hacer pública en noviembre de este dramático 2020. Sabemos de las contracciones, del pobre crecimiento de la economía nacional el año pasado, pero hasta leer, no se puede ser categóricos. Mejor echemos barbas a remojar, que así es el rosario del coronavirus.