Es toda una epopeya. Aleccionadora en tiempos de pandemia. Me la cuenta vía correo el historiador colombiano Jorge Orlando Melo (Medellín, 1942), a quien traté en Bogotá en mis tiempos de agregado cultural, entre los años 2001 y 2005. Hablamos de un personaje clave de la intelectualidad de Colombia, uno de los grandes forjadores de la monumental biblioteca Luis Ángel Arango, del Banco de la República (BRC). Su Historia mínima de Colombia (2017) le coloca como un referente indispensable para conocer el devenir del país sudamericano.
En dos entregas de este rosario (abril 13 y junio 2) referimos argumentos y experiencias de bancos centrales que intervienen en asuntos del sector cultural. Ello, con el propósito de animar una discusión sobre lo que podría hacer el Banco de México (Banxico) a favor de las actividades económicas de la cultura. En este orden, sin duda, el paradigma en América Latina lo constituye el Banco de la República de Colombia. Recuerdo que unos días después de mi arribo a Bogotá, estaba sentado a la mesa con el escritor Darío Jaramillo Agudelo (Santa Rosa de Osos, Antioquia, 1947) en ese entonces Subgerente Cultural. Unas semanas bastaron para tomar dimensión del enorme patrimonio en manos del banco, de cuya génesis y evolución da cuenta Jorge Orlando Melo en las siguientes líneas.
Es bueno indicar que el contexto de la nueva Constitución de Colombia (1991), la Ley 31 de 1992, determina en la Ley del Banco de la República de Colombia, en el Capítulo VII de Actividades conexas, el artículo 25, que dice: “Funciones de carácter cultural. El Banco podrá continuar cumpliendo únicamente las funciones culturales y científicas que actualmente desarrolla. Corresponde al Consejo de Administración, señalar las condiciones de modo, tiempo y lugar en que se realicen estas actividades con sujeción al presupuesto anual aprobado por la Junta Directiva”.
Con este artículo se dio garantía de permanencia al largo periplo del banco en la vida cultural del país.
Trazos del mapa
Me escribe Jorge Orlando Melo: “El Banco de la República fue creado en 1923, con funciones públicas pero una estructura de propiedad mixta. La ley le dio el monopolio de la compra de oro. Por esto, las piezas de oro encontradas en las tumbas indígenas descubiertas (guacas) tenían que venderse al banco, que fue creando una colección de precolombinos, que estaban en la oficina del gerente, aunque también se fundió mucho de ese oro. En algunas visitas internacionales, regalaron piezas a los invitados.
“No había un plan cultural, la idea de que esta fuera una tarea del banco. Pero hacia el año de 1939, optaron por exhibir la colección de oro en un ‘museo’ situado en la oficina ubicada en la avenida Jiménez con Octava, en el centro de Bogotá. Cuando decidieron hacer un nuevo edificio en 1957 en donde estaba el Hotel Granada, con el propósito de no mezclar públicos, se determinó que valía la pena tener un edificio aparte para el Museo del Oro. De esta manera se empezó a construirle la sede cerca al nuevo edificio, que abrió en 1968 (entro en remodelación en 1998 y abrió en 2008). Mientras tanto la colección de oro precolombino se mostró en la oficina central de la institución bancaria”.
Por otra parte, relata el historiador, “el banco recibió, creo que desde el comienzo, una colección de libros de economía, que se permitió usar a todos los especialistas. En 1945 se murió un tipo importante, con una gran colección de libros colombianos, Laureano García Ortiz, y el gobierno quería ayudar a la viuda. Entonces ella propuso al banco, donde tenía ya influencia, que la comprara. Tras concretarse la adquisición, en los años siguientes, cuando el gerente era Luis Ángel Arango, se procedió a la catalogación.
“El gerente Arango propuso que, en virtud de que ya había una gran biblioteca, se le diera una sede y se abriera al público. La institución, para hacerlo, compró unos lotes en el centro de Bogotá, donde se habían quemado unas casas en 1948. En 1957 se terminó la obra, contando para esa sede con un gran mural de Alejandro Obregón. Como en esas fechas se celebraba una conferencia interamericana, entonces se organizó una exposición de arte, aprovechando una buena colección que estaba entre las oficinas y las bodegas. De esas obras que se compraron para el nuevo catálogo, la número 1 fue a un entonces desconocido llamado Fernando Botero, con el título de La mandolina”.
Así, sin tener un plan, sigue narrando Jorge Orlando Melo, “casi respondiendo a oportunidades”, el Banco de la República se hizo de una biblioteca y un museo excelentes. “Además se crearía una sala de música donde se tocaban discos. Al gozar de buenos fondos, entre 1958 y 1990 se sumó al catálogo casi todo lo que se publicaba en el país, incluyendo discos. Con el propósito de apoyar a diversidad de artistas plásticos, el banco se hizo de mucha obra de arte”.
De 1978 a 1982 siendo el gerente Rafael Gama, aprovechando que el banco tenía sucursales en distintas ciudades, cuenta Melo, abrió museos regionales de la colección de precolombinos, así como bibliotecas a efecto de establecer una red.
Con el paso del tiempo, agrega el también experto culinario antioqueño “la institución adquirió los lotes aledaños a la biblioteca que inició el gerente Luis Ángel Arango, y de 1988 a 1990 hizo una gran ampliación. Esta se aprovechó para hacer una gran sala de conciertos, al tiempo de poner el catálogo en un sistema digital y acabar con los ficheros de papel”. Esta ola expansiva llevó al banco a constituir oficinas culturales en más de una docena de ciudades con una gran diversidad de bienes y servicios entre museos de oro, bibliotecas, colecciones de fotografía local, salas de música, auditorios de usos múltiples, etc. “Además se adoptó la publicación de libros, de revistas como el Boletín Cultural y Bibliográfico, así como el Boletín del Museo del Oro. Todo este historial le dio mucho peso a la gerencia cultural del banco”.
Crecer sin parar
En otro capítulo de suma importancia, el banco había comprado la casa frente a la biblioteca, que era la nunciatura y la quemaron. “En 1996 –señala Melo- se empezaron a hacer allí exposiciones (Fernando Botero, Débora Arango, impresionistas en colecciones del Brasil, pintura rusa del siglo XX, etc.). Y se decidió abrir la colección permanente, que acabó convertida en el Museo de Arte Miguel Urrutia”. En esas estaban cuando Botero decidió obsequiar su colección de obras en 1998, museo que en conjunto exclusivo abrió sus puertas en el año 2000.
Conviene hacer el siguiente paréntesis, nos subraya Jorge Orlando Melo. “En 1991, en la Asamblea Constituyente para la nueva Constitución, se acordó darle al banco, que había sido nacionalizado en los años 60, unas funciones muy claras y gran autonomía. En especial, quitarle muchas responsabilidades de crédito, una de ellas (que se concretó) para evitar que se lo diera directamente a los empresarios. Casi que querían que su única tarea fuera manejar la moneda y la inflación”.
En ese contexto, añade, “algunos que estaban preocupados porque el banco tuviera que deshacerse de los museos, bibliotecas, salas de exposiciones y actividades musicales, lograron que al año siguiente, en la Ley 31 de 1992, se incluyera en la ley del banco, un artículo en el que se fijó que la institución podría seguir desarrollando las mismas actividades culturales que ya manejaba. Esto sirvió, por un lado, para mantener lo que había, y por otro, para responder a quienes solicitaban que destinara recursos al teatro y el cine”. Por ello, nos dice el historiador, en estos tiempos de la llamada cultura digital, “solo se apoya si está relacionada con lo que son sus tareas sustantivas”.
Final con envidia
Por supuesto, mucho de las tareas culturales del banco no quedó escrito. “Por ejemplo, hacia 1998, un amigo propuso que se mantuviera un uno por mil de las reservas en obras de arte. Según él, esto se valorizaba más que el oro. Como director que era de la Biblioteca Luis Ángel Arango en ese entonces, hice cálculos, busqué la valorización histórica de pinturas y llegué a la conclusión de que podía ser un negocio adecuado. Por ello propuse muchas reglas precisas, para dividir entre obras clásicas y vanguardias, tener las reservas siempre exhibidas, sostener el derecho a vender sin trámite cada que hubiera una oferta que garantizara ganancias superiores a índices internacionales de rentabilidad de reservas en oro o papeles del tesoro, etc.”. Es decir, se dio forma a un programa de adquisiciones de obra, constituyéndose en formidables activos financieros.
El historial de las funciones culturales del Banco de la República, también cuenta con numerosas anécdotas. Nos confía Melo que “un problema complicado fue el de los impuestos de la donación Botero (el IVA calculado fue como de 12 millones de dólares). El entonces presidente Andrés Pastrana nos sacó del lío con una decisión ilegal, ya que le interesaba resolverlo para ayudar a otro museo, cuyos recursos se tenían contemplados en el presupuesto del banco”. Es decir, se trató de toda una maroma para que ambas partes salieran ganando. “Lo genial –añade el paisa- fue que apenas no tuvimos que pagar ese IVA, el banco autorizó que pasáramos la reserva de dinero para impuestos a otros gastos culturales”.
De todos modos, la idea de que el banco central use sus utilidades en una pequeña proporción para gasto cultural “patrimonial” es muy defendible, narra el historiador. “Hay que evitar usarlo mucho para subsidios a actividades, porque se lo come a uno el clientelismo y el hacer favores. Por ejemplo, lo de música tendía mucho al modelo de subsidios y era difícil, pero en general se manejó bien, como en el acervo de obras de arte y los libros, que no tenían favoritismos visibles. Porque tanta plata fácil de manejar atrae toda clase de interesados”.
El Banco de la República de Colombia opera dos llamadas “manzanas culturales”. Como se advirtió, en una de ellas se encuentra la Biblioteca Luis Ángel Arango, salas de exposiciones y la sala de conciertos con vocación para la música de cámara. Al cruzar la calle, se concentran la Casa de Moneda, el Museo Donación Botero y el Museo de Arte Miguel Urrutia, inaugurado en 2004.
Hasta aquí algunas pinceladas de un vasto patrimonio en manos de un banco central, trazadas por el gran historiador Jorge Orlando Melo.
Coda del rosario
Abrir una discusión amplia sobre nuevas funciones para el Banco de México, no se antoja descabellado. Tanto por conveniencia de Estado, como por ser de interés del nuevo régimen a fin de acotarlas para restituirle facultades de intervención al Gobierno Federal. Lo más reciente de una cara de esta moneda fue perfilado por el mismo ex Gobernador Agustín Carstens, en un artículo publicado en abril en el Financial Times, a partir del cual ofrecí un tratamiento con vistas a una relación entre nuestra banca central y el sector cultural.
Tal análisis tuvo diversas motivaciones, una de ellas, la decisión del gobierno de someter a procedimiento legislativo numerosos fondos y fideicomisos públicos, instrumentos en los cuales Banxico ha acumulado experiencia. En ese sentido, vale recobrar para el cierre de este rosario, una parte del Capítulo III de la Ley del Banco de México, que refiere a De las Operaciones. La fracción VII del artículo 7 que dice así: “El Banco de México podrá llevar a cabo los actos siguientes:
VII. Recibir depósitos bancarios de dinero del Gobierno Federal, de entidades financieras del país y del exterior, de fideicomisos públicos de fomento económico y de los referidos en la fracción XI siguiente, de instituciones para el depósito de valores, así como de entidades de la administración pública federal cuando las leyes así lo dispongan”.
Algún día podremos dar un golpe de timón a las tradicionales posturas con que se asumen los desafíos del sector cultural.
Sobre Jorge Orlando Melo
Para los interesados en los análisis históricos de Jorge Orlando Melo sobre el Banco de la República de Colombia y su función cultural recomendamos:
La actividad cultural del Banco de la República
http://www.jorgeorlandomelo.com/actividad_cultural_del_banco.htm
Sobre las bibliotecas y museos:
Bibliotecas y museos: la década del cambio 1990-2003.
http://www.jorgeorlandomelo.com/bajar/bibliotecasymuseos.pdf
Educando a los campesinos y formando a los ciudadanos cambio social y bibliotecas públicas en Colombia:
http://www.jorgeorlandomelo.com/educando_campesinos.htm
La Biblioteca Luis Ángel Arango: Un perfil contradictorio y variado:
http://www.jorgeorlandomelo.com/blaaperfil.htm
13 reglas para tener una mala biblioteca: