En las páginas de El jazz en la Ciudad de México, 1960-1969, de Alberto Zuckermann (FCE, Breviarios, 2022) hay mucha música, figuras geniales, sed de anécdotas. Encontramos Efemérides (bitácora) en cuya superficie podrán nadar los nostálgicos. Son valiosas horas de vuelo que requerían contarlas a detalle.
Ocultos están, pues no figuró en los planes de Zuckermann darles vida, algunos pliegues del sector cultural en el entonces Distrito Federal. Son los de un maravilloso negocio, los de un hervidero de intereses gremiales, de un mercado competido, de promotores haciendo escuela, de cascadas de impuestos, de consumos de amplia gama.
Incluso la obra de Zuckermann da para saber de diplomacia cultural e intercambio comercial entre México y los Estados Unidos de América, nación que de manera dominante surtió en esos años el jazz en el mercado nacional.
Al seguir el recorrido día por día, mes por mes El jazz en la Ciudad de México, 1960-1969, di con la primera de dos referencias a esos pliegues ocultos. Data de diciembre 23 de 1964.
Consigna Zuckermann: “En la sección de espectáculos (Últimas noticias, 1ª ed.) aparece la nota ‘Julissa defiende a los grupos musicales de café’ con el siguiente texto: ‘La juvenil actriz y cantante Julissa dijo ayer que los cafés de jazz que funcionan por todos los rumbos de esta capital se han convertido en la mejor fuente de trabajo de muchos jóvenes músicos y creo que de ahí saldrán artistas de valía”.
“También agregó: ‘que no simpatiza con las críticas que continuamente se hacen a esos lugares. Todos están en un error al creer que se trata de lugares sucios y de viciosos, por el contrario, son sitios donde la juventud ha encontrado sana diversión y sobre todo donde se mantienen ocupados muchos jóvenes músicos que de otra manera andarían sin trabajo”.
Numeralia e impacto por imaginar
Lo dicho por Julissa, en ese entonces una veinteañera, tiene forma de corroborarse. El conteo que de los sitios de aquella década hace el autor, de cafés a bares a hoteles a antros, como a una variedad de recintos, suman 36. Al hacer el repaso por mi cuenta conté 55.
Con el propósito de levantar atmósferas, hice un primer bloque con los lugares, diré, recreativos, como el Jazz Bar Astoria, el Manolo, Riguz Bar, Club Señorial, Club Tampico, bar María Bonita del Hotel Camino Real, bar Internacional del Hotel Alameda y el Salón Riviera.
¿Sigo? Va: El Quid, el club de Alex Cardini, el Salón Impala del Hotel Regis, Café Ruser, El Cavi, La Fosa, La Concha, Vía Veneto, La Bodega, La Fuente, El Rincón de Goya, el Salón Huichol del Hotel Agnes, El Patio, el cabaret Los Globos con un espacio del clásico neoyorquino Blue Note, el Velvedere del Hotel Hilton, La Matraca y el Apache 14.
En un segundo segmento agrupé los siguientes ejemplos. En disqueras, los sellos Orfeón, Columbia, Musart y RCA Victor. En esta línea mediática Radio UNAM, Radio Educación Radio Mil, la XEB, la XEX, los canales 2 y 4 de la hoy Televisa, los cines Olimpia, Teresa y Majestic.
También dos festivales, el Nacional de Jazz y el de Newport en México. Una tienda de leyenda, el Mercado de Discos. Y hasta dos aerolíneas patrocinadoras, KLM y American Airlines.
Periódicos como Excélsior, con su suplemento Diorama y sus dos ediciones de Últimas Noticias y el sensacional tabloide Cine Mundial.
Aún hay más, amigos
Una cuarta tanda va por cuenta por otra variedad de recintos para los conciertos que se dan cita en El jazz en la Ciudad de México, 1960-1969. Los teatros Insurgentes, Blanquita, Lírico y Coyoacán. La Sala Chopin, la Casa de la Paz y el Auditorio Nacional. Los teatros del Bosque, Hidalgo, Jesús Urueta, Xola y Antonio Caso. La sala principal del Palacio de Bellas Artes y su legendaria sala Manuel M. Ponce.
El libro de Alberto Zuckermann es un modelo para armar segmentos y tandas de la historia del sector cultural. Aparecen el Club Deportivo Israelita y el Club Deportivo Chapultepec, espacios públicos como la Alameda, donde tocó Ray Charles, y el Hemiciclo Juventino Rosas, así como la biblioteca Franklin.
La barra de involucrados en esos años de bonanza del jazz en México da cuenta del Instituto Mexicano-Norteamericano de Relaciones Culturales, del Departamento de Estado de los Estados Unidos de América, de los institutos Cubano de Relaciones Culturales y del Anglo-Mexicano de Cultura.
Aparecen en escena el Departamento del Distrito Federal, el INBAL y la Secretaría de Relaciones Exteriores. El Sindicato Único de Trabajadores de la Música (SUTM), con ese tremendo líder, Venus Rey, y la Asociación Nacional de Actores (ANDA). Se menciona el intento de integración gremial de los jazzistas a través del Club de Jazz de México A.C.
La convergencia de intereses en el negocio del jazz hizo posible la participación de la casa Pedro Domecq, de la Asociación Musical Daniel y hasta del seminario Los Josefinos.
Alberto Zuckermann obsequia unas páginas de recuerdos, unas síntesis biográficas de intérpretes nacionales y extranjeros, así como los perfiles de cuatro promotores de esos años venturosos, a saber, José Luis Durán, Juan López Moctezuma, Roberto Morales y Mario Shapiro.
Con la segunda referencia encontrada damos cierre a este repaso. Es del 27 de octubre de 1967.
El periodista Carlos Cantón Zetina publica una entrevista a Tino Contreras (Últimas Noticias, 2ª ed.) que lleva por encabezado: “En México hay buenos jazzistas; si no triunfan es su culpa”.
“Despeinado y con una sonrisa irónica Mister Jazz”, describe Cantón Zetina. Tino expresa que “si soy auténticamente mexicano, quiere decir que si hay jazz en México”. Entonces “pidió hoy a los intérpretes de esa música en nuestro país que ya despierten de su sueño seductor y se dediquen a buscar contratos y trabajar más si realmente son artistas y quieren al jazz”.
Tino Contreras prosiguió: “Que el público no nos entiende… Que estamos desplazados por la música a go go… Que no hay grabadoras de discos… ¡Sólo pretextos!”.
Nuestra gratitud a Alberto Zuckermann ya que El jazz en la Ciudad de México, 1960-1969 es una valiosa fuente para seguir elaborando la historia del sector cultural.