Mi querido Eloy Hernández me invitó a escuchar la conferencia de prensa de El Colegio de Productores de Teatro y de la Red de Espacios Culturales Independientes Organizados RECIO, el pasado 23 de abril. De ambas organizaciones forma parte, y admiro el trabajo de su empresa Cortejo Producciones. Mucho de lo mejor de Eloy está por venir, sobre todo si por su temperamento, como por sus haberes intelectuales, empuja la conformación de un frente empresarial que equilibre las fuerzas del mercado escénico.Es meritorio que ante el desastre ocasionado por el coronavirus en la economía del sector cultural, se integre un frente común para generar un plan de emergencia para el teatro. Sin embargo, independientemente de lo que se obtengan de las 25 peticiones lanzadas al gobierno nacional, como al de la Ciudad de México (CDMX), así como a la Cámara de Diputados, la mejor consecuencia será si logran autorregularse los mismos interesados en el negocio del teatro.
Si bien hay elementos de interés que los une, lo cierto es que su subsector está lleno de inconsistencias, de notables desequilibrios, de peces grandes contra infinidad de pececillos, con cadenas de valor trastocadas en todos los rincones de la patria escénica. Solo una agremiación empresarial con pesos y contrapesos puede garantizar una herramienta con capacidad de negociación para poner orden al mercado. Hablamos de pactos de sana competencia, de gradualidad para el acceso a beneficios, de contraprestaciones, en fin. Para unos esto puede simbolizarse en una Cámara; para otros en un Corporativo. Lo cierto es que el gran peligro viene después del coronavirus (d.C): todo queda igual.
Pliego ¿acertado?
El Colegio y la Red elaboraron 25 puntos “para mitigar los efectos adversos en la cultura, la economía y la sociedad teatral”. Sin duda, el más relevante de todos, es el que refiere a la “Generación de un estudio estadístico serio, significativo y de gran alcance sobre el sector de las artes escénicas y su economía”. Estimo que por eso debieron empezar. La mayor debilidad del pliego es la carencia de dicho análisis. Tal ausencia no solo resta formalidad a la negociación, la reduce a un escarceo con sus interlocutores. Y peor aún, impide ver “en sus tripas” su propia actividad. Si lo hicieran, provocarían el verdadero revolcón de su comercio.
Pese a ello, el pliego enumera peticiones con las cuales difícilmente puede uno estar en desacuerdo, pero que aceptadas o rechazadas, ahí habrá quedado todo: tengan, les dirán, y el resto, a rascarse con sus uñas. Por ejemplo, la solicitud de “suspensión de multas y recargos en el pago de impuestos federales hasta por seis meses a partir de la fecha en que se retomen, de manera oficial, las actividades del sector”. Qué más quisiera uno: pueden darla por perdida. Hay elementos de sobra para que no ocurra.
Otra sin futuro: le piden a la Comisión Federal de Electricidad que no les corte la luz por un año, aunque no paguen cuando les toca, ya lo harán después.
En la lista viene una petición que me parece fundamental. Es un viejo anhelo negado una y otra vez para toda la actividad empresarial del sector. Por supuesto no encontrarán asidero en la mente estrecha de Alejandra Frausto, ni en la del resto de la pandilla de la Cuarta Transformación, ni siquiera por la coyuntura que vivimos: “Creación de líneas de crédito desde 200 mil y hasta 4 millones de pesos por empresa cultural, a empezar a pagar en febrero de 2021, con la tasa de interés más baja posible”. Dejo para otro momento una detallada sugerencia para la redacción de este deseo.
Por otra parte, El Colegio y la Red hablan de tener “facilidades administrativas y pronta respuesta a la tramitación de permisos de espectáculos públicos para garantizar la reactivación inmediata de la actividad cuando se levante la contingencia”. Es quizá uno de los puntos que pueden obtener: no cuesta y será cosa de rogarle a la burocracia sea condescendiente.
Viene uno que pondrá en trance a las autoridades, ya que se cruzan dos mundos difíciles de reconciliar: el negocio (por pequeño que sea) con la intervención subsidiaria. Piden “Cambio provisional en las políticas de porcentajes de taquilla de los espacios oficiales durante los 24 meses siguientes a la reactivación de la actividad, de tal forma que el 100% de la taquilla sea para las compañías”.
Estas ruinas que ves
En la pelea por los despojos presupuestales de la cultura, lo duro es ver quién los gana y cómo. Así se entiende lo anunciado por las secretarías de cultura federal y de la CDMX, al someterse al feroz ajuste por la emergencia nacional. El Colegio y la Red solicitan que “En el caso de existir partidas presupuestales en el ejercicio 2020 cuya aplicación no vaya a ser viable debido a la contingencia sanitaria, redireccionar esos recursos a través de un programa de distribución que genere un beneficio de mayor impacto para la comunidad. Desde la sociedad civil sugerimos la creación de un BANCO DE BOLETOS, y nos ponemos a disposición de la autoridad para diseñar, operar e implementar dicho mecanismo, de manera transparente y plural”. ¿Desde la sociedad civil? ¿No son empresarios? ¿Ponerse a disposición de la autoridad? ¿De a gratis?
Tomo un punto más para finalizar. Lo relativo a la joya de la corona: Efiartes. Tienen toda la razón: piden que se integre una categoría para espacios independientes, la participación de la sociedad civil (ahí sí) para la deliberación de los candidatos a beneficiarios, que la bolsa se amplíe a 300 millones de pesos, dar más tiempo para atraer empresarios a la convocatoria de este año, así como “incrementar el límite máximo para contribuyentes aportantes a 10 millones o el 10% de su ISR anual (¡anual!), garantizando así que contribuyentes grandes puedan apoyar”. Lamentablemente para los tiempos de la Secretaría de Hacienda (y con ella, el Sistema de Administración Tributaria), como para la Cámara de Diputados, el asunto sabe a 2021. Nada mal, sin duda, pensarlo así. A ver qué dicen los “grandes” contribuyentes.
Por lo demás, no deja de llamar la atención que ninguno de los 25 puntos se enfila hacia el papel de las universidades públicas, ni a los sindicatos que intervienen en el subsector, ni a las empresas dominantes del teatro y el espectáculo. ¿A qué se debe?