La economía pandémica como asunto de las películas de terror o del espejo de los horrores.
En Zombieland, el peligro de una crisis más profunda, publicado el 20 de junio de este 2020 en Mundo Ejecutivo, Armando Nuricumbo regresa a un clásico de la economía. Refiere que “la destrucción creativa permite que las empresas que no son lo suficientemente fuertes para sobrevivir tengan que irse a la quiebra, liberando valiosos recursos económicos que se pueden aplicar a mejores proyectos, y permitiendo una distribución eficiente del capital a lo largo de tiempo en la sociedad. La destrucción creativa favorece la innovación, el desarrollo tecnológico y la mejora continua, lo que hace que las organizaciones también sean más eficientes para competir en sus mercados nacionales e internacionales”.
Es evidente que el experto Nuricumbo no fija su análisis en las empresas del sector cultural, si bien en la edición del 4 de septiembre de la misma revista, se presentó el Ranking de empresas zombies, donde enlistan 20 en tal estado: “Una empresa zombie es aquella que genera suficiente flujo de efectivo para continuar cubriendo sus costos fijos y de operación y para cubrir el pago de los intereses de su deuda; pero que nunca generará recursos suficientes para poder cubrir los pagos del capital. Por lo tanto, puede permanecer en un estado de vida artificial tanto tiempo como sus fondeadores lo permitan”.
Entonces la seguir la reelaboración de Nuricumbo, se trata de sobrevivir sin más que el Jesús en la boca, hasta que se haga ineludible el cierre del negocio, o bien, propiciar cual milagro una regeneración a partir de los escombros. Así mira Mundo Ejecutivo a empresas como Alsea, Aeroméxico, Grupo Gigante, Sports World y a la Corporación Interamericana de Entretenimiento (CIE), la única que es parte del sector cultural. De ella advierte una caída del 77 por ciento y que sus pasivos totales representan 4.2 veces el capital contable de la compañía. (Al respecto, ver en este Paso libre las distintas colaboraciones de Vicente Gutiérrez en torno a la situación financiera de CIE, por ejemplo “OCESA busca ir más allá del ‘parche pandémico’” ).
Cabe agregar que en el listado de las 500 empresas más importantes de México que cada año elabora la revista Expansión y que se publica en el mes de julio, CIE pasó del lugar 236 (año 2018) al 252 en 2019. Ahí se anota que las ventas netas rondaron los 11 mil 709 millones de pesos, con una utilidad neta de 201.1 millones de pesos. Es decir, ya andaban mal, pues los pasivos sumaban 8 mil 574 millones de pesos. Del número de empleos reportados, la suma de 2 mil 561, un día sabremos los que han podido sostenerse tras la crisis sanitaria.
Sin duda, al ser el universo empresarial de la cultura fundamentalmente de micros, pequeños y medianos negocios, muchos estarán como CIE, viviendo como zombies. Aunque se les pondere sus virtudes y alta especialización por ser muchas de ellas empresas sustentadas en la creatividad, en su alto valor simbólico, al final son eso, unidades económicas inmersas en la economía nacional y en este feroz año 2020, acosadas, nulificadas por el Covid-19 y la ausencia de política económica para el sector al que pertenecen.
Por ello también se les puede aplicar la tesis de la destrucción creativa. Solo así podrán mirarse en el año venidero, el 2021, las que a estas horas han sobrevivido. Una destrucción creativa que tiene en la economía colaborativa, en el asocio, en el cooperativismo, una de sus posibles reconstituciones. La idea de que se unan empresas culturales pares, de competencia entre sí, de complementación en la cadena de valor, de suma con alternativas innovadoras, se perfila como única. Esto significa que permanecer como están, en estado vegetativo, con vida artificial, inmersas en la precariedad, zombies pues, es una cadena perpetua inmerecida.
Tanto o más se puede aplicar la destrucción creativa. La receta puede por igual ayudar a organizaciones no gubernamentales, como al sector público de la cultura en todo el territorio. En este caso, asumiendo las dolorosas medidas que implica convertir el ímpetu destructor del presidente López Obrador (y no pocos gobernadores y alcaldes, cada quien sus zombies) en un vehículo para hacer, ahora sí, una Secretaría de Cultura; verdaderos institutos nacionales y eficaces dependencias federales. (Al respecto, sugiero consultar nuestros libros Sector cultural. Claves de acceso y ¡Es la reforma cultural, Presidente! disponibles en la tienda GRECU).
Por lo que refiere a las ONG’s culturales, quizá su ida a pique sea peor que el de las empresas. Solo sumándose para integrar suerte de corporativos, podrán intentar dejar el estado zombie.
No hay, pues, mucho de dónde elegir.
¿Qué pasará con Expansión?
A propósito de la edición de las 500 empresas más grandes de México, del grupo Expansión, no deja de sorprender la pobreza editorial. De hecho, el concepto de Ranking desaparece en esta entrega. Es innegable que desde hace tiempo, la revista (como el corporativo) vive días aciagos. Guardo en mi memoria el entusiasmo con que esperaba cada ejemplar, lleno de buenos artículos, reportajes, estupendamente ilustrada. Ojalá que el Covid-19 no sea la puntilla.
Por muchos años empleamos el Ranking para deslizar lecturas hacia el sector cultural. Ver el listado y las diferentes cifras, extrapolarlas al componente empresarial de la cultura, era aleccionador y hasta divertido. Este años nos quedamos con las ganas. El que viene será interesantísimo, por cuenta del coronavirus. (Dejo a ustedes lo escrito el año 2019 en este Paso libre a partir del Ranking: Mecenazgo e inversión cultural ).