Habitantes del sector cultural: ¿cómo terminará su año laboral?

Sin datos confiables, con la disparidad de los que existen, sin atisbo de ampliar los instrumentos del Inegi y sin poder reformar los marcos legales, resulta imposible medir el impacto de la situación económica en el conjunto del sector cultural, particularmente en la oferta de ocupación y empleo. (Ilustración: Paso Libre).

 

En su columna Coordenadas del pasado martes 5, Enrique Quintana, director editorial de El Financiero, al señalar los diversos matices de la economía nacional, resume un sentir básico: “Hay algunos a los cuales les está yendo bien o incluso muy bien. Pero, en contraste hay muchos a quienes les está yendo muy mal o incluso que apenas sobreviven”.
A ustedes, habitantes del sector cultural, ¿cómo me les va? ¿Hacen ya sus estimaciones al cierre de 2019?Hay algunas fórmulas para responder a estas preguntas. Por ejemplo, enunciar otras más para completar el panorama, lo cual puede traducirse en la imposibilidad de contestarlas por ausencia de insumos. Hay quienes solo necesitan leer sus estados de cuenta, según los que reciban. No pocos utilizan una sabia expresión, digamos, “de la chingada” o “a toda madre” o “maso”. Los gustosos del análisis económico quizá atinen un “pudo ser peor”. A lo anterior, se podrán agregar otras entendederas, para llegar al camino sin retorno tanto de la falta de definición, como de clasificación (o catalogación) del empleo cultural.A efecto de determinar en lo básico cómo habrá sido el año laboral de quienes vivimos de la cultura, podemos recurrir a la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) que elabora el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). El corte al segundo trimestre de 2019 nos entrega un caudal de información, de la cual tomaremos algunos párrafos. Tras su lectura, las respuestas fluirán de mejor manera.Dice el Inegi:

—La población desocupada (entendida como aquella que no trabajó siquiera una hora durante la semana de referencia de la encuesta, pero manifestó su disposición para hacerlo e hizo alguna actividad para obtener empleo) fue de 2 millones de personas.

—La población subocupada (referida al porcentaje de la población ocupada que tiene la necesidad y disponibilidad de ofertar más tiempo de trabajo de lo que su ocupación actual le demanda) alcanzó 4.2 millones de personas.

—La población ocupada informal, que agrupa todas las modalidades de empleo informal (sector informal, trabajo doméstico remunerado, trabajo agropecuario no protegido y trabajadores subordinados que, aunque laboran en unidades económicas formales, lo hacen en modalidades fuera de la seguridad social) llegó a 30.9 millones de personas.

—La población ocupada en el sector informal (que se refiere a la población ocupada en unidades económicas no agropecuarias operadas sin registros contables y que funcionan a partir de los recursos del hogar o de la persona que encabeza la actividad sin que se constituya como empresa) alcanzó un total de 15.3 millones de personas.

Entonces ¿dónde se acomodan?

 

¿”Huesear” por gusto o simplemente como una forma de subsistencia? El empleo cultural es aún tema pendiente de estudio. Sabemos que existen muchos artistas callejeros, desde músicos hasta quienes venden sus cuadros en parques públicos. (Foto: Carlos Cabrejos Bocanegra/Flickr).

 

Números como parvadas

La Población Económicamente Activa (PEA) alcanzó la cifra de 57 millones de personas, de las cuales, 54.9 se encuentran ocupadas (en cualquiera de las modalidades). De ese universo, 34 millones trabajan en el sector terciario o de los servicios, donde se ubica la mayor parte de los trabajadores de la cultura. Según la Cuenta Satélite de Cultura (CSC), en 2017 sumaban 1 millón 384 mil 161 puestos de trabajo, distribuidos de la siguiente manera (por lo demás, la única clasificación existente en este rango de especialidad):

Artesanías: 36.2 por ciento.

Producción cultural en los hogares: 18.2 por ciento.

Medios audiovisuales: 14 por ciento.

Diseño y servicios creativos: 10.8 por ciento.

Formación y difusión cultural en instituciones educativas: 6.2 por ciento.

Libros, impresos y prensa: 5.5 por ciento.

Música y conciertos: 3.5 por ciento.

Patrimonio material y natural: 2.5 por ciento.

Artes escénicas y espectáculos: 1.6 por ciento.

Artes visuales y plásticas: 1.5 por ciento.

Les pregunto ahora: ¿ya se sienten más ubicados? Y además, ¿cómo andamos en ocupación por carrera profesional? ¿Cómo andan los salarios? ¿Y dónde caben los que trabajan por honorarios?

Lamentablemente no hay muchas respuestas, ya que si bien la ENOE y la CSC incluyen variables para obtener tendencias, sus instrumentos metodológicos no responden a una clasificación de empleo o trabajo cultural mucho más amplia y representativa, así como comparable. De lo poco que hay, son destacables las estimaciones de profesionales empleados (en el mismo segundo trimestre de 2019, enriquecidas por los datos del Observatorio Laboral de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social), con unas cifras promedio de ingresos mensuales.

Número de profesionales empleados

Comunicación y periodismo: 194,111.

Técnico audiovisual y producción en medios: 159,240.

Bellas artes: 14,770.

Sociología y antropología: 36,859.

Literatura: 32,102.

Música y artes escénicas: 31,626.

Diseño: 24,063.

Historia y arqueología: 20,341.

Filosofía y ética: 15,992.

Los salarios van de los 9,011 pesos (bellas artes) a los 13,370 pesos (comunicación y periodismo).

 

Sin medios para la investigación sobre la demanda de empleo en el sector cultural, no es posible diseñar políticas gubernamentales que alienten la inversión tanto privada como pública, único camino para generar puestos de trabajo. (Foto: UNAM)

 

Algo cuchi cuchi a la ensalada

Aunque la intención era buena, lo que lograron fue crear mayor confusión. El problema de origen es el mismo: sin una clasificación adecuada del empleo cultural, del trabajo visto en su dimensión sectorial, no tendremos acceso a una fuente confiable de la situación laboral. Por ello, sin un marco legal que dé certeza de unidades económicas creativas, de industrias creativas o de industrias culturales, estamos ante herramientas —como en el caso del mapa transmedia México creativo: Mapeando las industrias creativas en México, que a principios de 2019 lanzó con múltiples auspicios el Centro de Cultura Digital de la Secretaría de Cultura— cuyos alcances y utilidad son escasos.

El mapa se elaboró a partir de una “disección” del Directorio Estadístico Nacional de Unidades Económicas del Inegi, a efecto de ubicar unidades económicas creativas, es decir, negocios que tienen por insumo la creatividad o la innovación. Los investigadores identificaron, con datos de 2018, la cantidad de 91,388 establecimientos, de los más de 5 millones que registra el directorio. Aquí lo que faltó fue justamente la visión sectorial, para entregar también el número de unidades económicas no creativas o de empresas que también forman parte del sector cultural.

Por ahora importan unos datos que ayudan a dar respuesta a la diversidad de interrogantes planteadas en este escrito. Por ejemplo, el primer lugar en establecimientos y empleos, según el mapa, corresponde a la música y las artes interpretativas (nótese que generan su propia clasificación), con 27,791 y 180,686, respectivamente. A contrapelo de lo establecido por la CSC, el mapa dice que las artesanías tienen 6,254 unidades económicas con 41,501 empleos. Tal señalamiento choca con el 36.2 por ciento de alcance del empleo en 2017: más de 300,000. En esa línea de contraste, la CSC anota en su renglón de diseño y servicios creativos el 10.8 por ciento del empleo total (ya sabemos que no hay comparabilidad metodológica, pero de eso se trata, de la urgencia de contar con una base única y comparable). Sin embargo, en el mapa el diseño ocupa el sótano con 2,755 negocios con 14,779 empleos.

Así las cosas, tenemos muchas y encontradas fuentes para intentar evaluar el primer año del nuevo régimen y lo que la Cuarta Transformación ha significado en la ocupación y el empleo en el sector cultural. Todo indica que, como en la mayor parte de la economía, habrá de ser un mal año: escasez de nuevas plazas, pocas oportunidades tanto de empleo fijo como temporal, precariedad salarial, nulas inversiones generadoras de demanda de servicios, disputas por las rebanadas de un pastel para el que por supuesto también hay glotones, gente a quien le irá excelentemente bien (por lo demás, quiero conocerlos)

Diré que 2019 será de pocos garbanzos de a libra en comparación con una mayoría que brindaremos por el 2020 diciendo “nos fue del nabo. Aún viene lo peor”.

 

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