Recordemos que Agustín Carstens fue Gobernador del Banco de México (Banxico) de 2010 a 2017. Al irse antes del plazo para el que fue elegido (hasta 2021), expresó que no abandonaba el barco “en medio de la tormenta”. Tuvo a bien abdicar a favor del transatlántico del Banco de Pagos Internacionales, con sede en Suiza. Quien se desempeñara como secretario de Hacienda de 2006 a 2009, acuñó metáforas y analogías para advertir fenómenos económicos. Al releerlas en estas horas del coronavirus, recobran sentido.Quién puede negarle que “solo hemos visto los cortos de una película; la película de suspenso empezó hace unos meses y la de terror todavía no la vemos”. Luego que “en estos momentos de crisis, es mejor encender una vela que maldecir la oscuridad”. De igual manera decirle que lamentablemente se equivocó: no fue “catarrito” lo que nos dio, fue pulmonía.
El banquero con perfil de dramaturgo (al referirse a los inicios del gobierno de Donald Trump señaló que “hay veces que es comedia y a veces es drama, la verdad es que todavía no sabemos qué género es”), publicó en el Financial Times, un artículo que reprodujo el diario Reforma el miércoles 1 de abril con el título “Recorrer el último tramo”.
Parte de su contenido se entiende a la luz de lo que indicó no hace mucho. En el marco del 25 aniversario de la autonomía del Banco de México, en noviembre de 2019, deslizó que “podrían presentarse circunstancias en las que el banco central pudiera ser un tanto flexible en coadyuvar con el gobierno en perseguir un mejor desempeño de la economía nacional, propiciando mayores beneficios para la sociedad. Si el instituto emisor tiene la capacidad de influir de esa manera, sin poner en riesgo el cumplimiento de su objetivo prioritario, debería actuar en consecuencia”.
Las sugerencias…sugeridas
El banquero Carstens subraya, al evocar la crisis de 2009, que en las salidas al “parón” económico generado por el Covid-19 “la respuesta en esta ocasión va a tener que llegar más lejos que el conjunto de medidas adoptadas en la anterior crisis”.
Por ello, “las intervenciones de los bancos centrales para atajar la crisis deben llegar a las personas y las empresas que, en última instancia, son las perjudicadas”, entre las que se encuentran las que habitan el sector cultural. Más adelante dice que “hoy, el sector bancario tradicional tiene una participación menor en el conjunto del sistema financiero, mientras que la financiación a través de los mercados ha adquirido mayor relevancia”.
Indica Carstens que “hace falta una solución que permita salvar el último tramo que separa a los prestamistas potenciales de las empresas que se encuentran al borde del abismo”.
La cosa se pone más intensa cuando el banquero internacional apunta a que “los bancos deberían ser parte de la solución, no parte del problema. Ha llegado el momento de utilizar los colchones que las entidades acumularon de sus balances de los buenos tiempos. Para aumentar aún más la capacidad de préstamo, necesitamos que globalmente se suspendan la distribución de dividendos y recompras de acciones de los bancos”.
Sin duda, para el sector cultural mexicano sería muy bueno adoptar lo que bien añade Carstens: “Por eso, hay que dar un paso más: convencer a los bancos para que presten, utilizando para ello programas de financiación para préstamos de los bancos centrales. Los gobiernos tendrán que asumir parte del riesgo mediante planes de garantía, con el fin de evitar que los riesgos económicos se trasladen a la banca o al banco central”.
En efecto, necesitamos una política económica para un sector cuya fortaleza radica en su mercado (el 2.4 por ciento, del 3.2 del PIB a 2018): “Una forma de hacerlo sería dar a cada pyme un préstamo avalado por el Estado por importe de los impuestos pagados por la empresa el año anterior. Para conceder estos préstamos, asimilables a una devolución temporal de impuestos, los bancos solo exigirían que se acrediten los impuestos pagados el año precedente. Posteriormente, los préstamos se refinanciarían, titulizados, a través de una facilidad del banco central”.
Al rematar su artículo, Carstens lanza todo un reto de interpretación para los que viven de bienes, servicios y productos culturales: “Una crisis de la financiación de mercado necesita soluciones en el mercado”.
Expectativas sectoriales
Es evidente que el exgobernador de Banxico no pensaba en el sector cultural, al dictar sus remedios para enfrentar los efectos devastadores del coronavirus en la economía. Pero lo cierto es que una mirada más amplia del análisis sectorial pone en relieve que la etapa post Covid-19 se debe enfrentar con políticas económicas adecuadas a nuestro campo. No bastarán los paliativos desde el ejercicio del gasto público de las dependencias en todos los niveles (federal, estatal y municipal) y las políticas asistenciales.
Para todos resultará determinante el papel de los bancos (tanto los privados como la banca de desarrollo) como facilitadores de crédito para la reactivación de las empresas culturales. La línea propuesta por Carstens no es descabellada, y podría incorporarse a las demandas de la comunidad, incluyendo el mecanismo fiscal.
Otra alternativa que se desliza refiere al papel de Banxico: depositario de varios fideicomisos que tiene que ver con intereses culturales, podría ser parte de la solución a largo plazo de instrumentos hoy en riesgo, como el Mandato del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca) o el del Antiguo Colegio de San Ildefonso. Hay casos extraordinarios de intervención de bancas centrales en países como Bolivia y Colombia, así como el Banco Central Europeo.
En suma, reactivar el sector cultural en el segundo semestre del año 2020 y sobre todo en el 2021, requiere de alternativas que combinen tanto el crédito privado como el público, de medidas fiscales que alimenten el cumplimiento pero también la generación de recaudación y de manera relevante, que Banxico asuma un papel clave como facilitador de instrumentos financieros solventes y que perduren.