El pragmatismo cuatroteista logró en menos de tres años lo que neoliberales y sus antecesores, los nacionalistas revolucionarios, no pudieron en décadas en el sector cultural.
Por delante el grito justiciero de que “si buscan dinero, a ver dónde lo encuentran, porque en el gobierno nada más poquito y despacito”, los liberales amloistas han diseccionado a su manera la siempre visible actividad económica de la cultura.
De este lado, alardean, nosotros con el Estado, con la propiedad simbólica del capital cultural que nos conviene y con el gasto público, del otro, ustedes los empresarios culturales, las organizaciones de la sociedad civil, los mecenas fifís, las instituciones de educación superior públicas y privadas así como quien bien guste de las filas del conservadurismo.
¿Y dónde está el dinero?
Verdad de siempre, a la vista, en blanco, negro y a todo color, pero de manera cruda, descarnada, desde que inició la Cuenta Satélite de la Cultura del INEGI. Está en el mercado cultural.
Macizos en su desnudez los números, son arrojados al rostro de la comunidad cultural y científica por el régimen que nos gobierna.
Entonces, sin más consideración que obsequiosos con el dicho “a rascarse con sus propias uñas que al fin hay libertades” (mientras el SAT no diga lo contrario), el nuevo sector cultural de la era postneoliberal, por cortesía de la 4T, fincará aún más sus reales y postreras capacidades entre la oferta y la demanda.
Así de crudo.
Quienes no se atengan al comercio de bienes y servicios con el mayor sentido de innovación y competitividad (dicho en el mejor de los sentidos, de veras), tendrán que olvidarse de sus oficios y migrar a otros.
Así se dibuja la herencia del cuatroteismo: en la cobija del gasto público caben tan pocos (sobre todo los que son leales a la causa), en el sarape fiscal tan poquitos también (a ver si terminan de entender los mecenas y aflojan la billetera), que háganse buenos negocios entre los unos y los otros, que el mercado interno es suyo.
Eso, ya que en el mercado externo casi no hay lugar… ni lo habrá (que le pregunten, entre otros, a Televisa, a CIE, a Cinépolis, a ver qué dicen).
Mientras unos podrán alegar que la cadena alimenticia no se altera ni se modifica, sino todo lo contrario, o que en materia económica son incesantes los reacomodos como la redistribución del dinero circulante en el consumo, lo cierto es que tras el sexenio de AMLO la purga (o la depuración) será tal, que quienes sobrevivan encontrarán un mercado robusto.
En la reconfiguración de la economía cultural, se verá con el tiempo uno de los costados más cruentos del ajuste lopezobradorista. Su brutalidad procreará en los lustros por venir, un sector que no echará de menos tiempos pasados.
Es más, los futuros secretarios de Cultura a nivel nacional (con lo que quede de los organismos “rectores”) les pondrán alfombra roja tanto al variopinto empresariado cultural como a los siempre escasos ricos del país.
En efecto, los caminos del generalísimo tabasqueño, de la general Frausto y sus subalternos en la artillería, son escrutables. De quienes vienen resistiendo la andanada desde el 1 de diciembre de 2018 depende no hacer esas rutas inescrutables y con ello, perder la oportunidad de ver lo que viene en lugar de replegarse añorando lo que fue.
La bola de humo del pitcher estelar que es el hacedor de la patria beisbolera, centra el strike que el umpire en obediencia ciega canta: la mejor política económica es la que no existe. Logrado el ponche que enarbola “no hay peor ciego que el que no quiere ver”, las cuentas tristes o alegres son de quienes las trabajan.
Nunca antes se había demostrado que para llegar a esta insuperable situación, la estadística, los datos, las cifras, la prospectiva, la planeación, los escribanos de las mismas, son variables de un juego perdido por blanqueada.
López Obrador y sus operadores dejarán un diamante abierto a todos los que quieran vivir para contarla comerciando. Un territorio que cualquier aspirante que luego sentará sus reales en Palacio Nacional en 2024, ni loco dejará de abonar.
Ventajas de que alguien haga antes el trabajo sucio.