En el viaje de la escritura el autor confecciona rutas para el gusto de sus lectores.
Tanto la brevedad como la extensión de la obra permiten al andarlas coleccionar, cual expedicionista, lo que se hace entrañable, curioso, audaz, significativo para llevar agua al molino de una arquitectura posterior. Es la que tiene que ver con lo que alecciona.
Las veredas de México. La novela, de Pedro Ángel Palou (Planeta, 2022), rebosan de especies de la vida cultural y de su sector. Algunas de estas expresiones operan como declaraciones, aforismos o sentencias alrededor de ciertos episodios.
Otras indican pulsos simbólicos como también dan chance de llevarlas a los campos de la imaginería artística e incluso de la economía cultural.
No menos atractivas son aquéllas que se emparentan con el pensamiento, al parecer, oculto del autor, o que yacen como guiños en busca de ser atrapados.
Veamos lo siguiente como principio radical: “Seguirán llegando españoles como murciélagos, ciegos y rapaces, a ocupar cada vara de la ciudad”.
Se suceden las páginas y van las capturas del largo historial sugerido: “Hay luna llena. Los españoles viven espantados con los que llaman aullidos de un alma en pena. Escuchan a una mujer penando y dicen que no ha podido irse al otro mundo (…) Los españoles la llaman la Llorona”.
Lo que sigue es algo muy sorprendente: “Lo lleva a recorrer distintos pasajes de su vida: su primer viaje por la costa del Seno Mexicano (hoy golfo de México)”.
“Lo que después se llamaría” se me antoja decirle a Palou debió escribir. Si hay algo fascinante en la cartografía es ver el inmenso mar como un seno. Recobrar este símbolo es genial. Si me apuran, es mejor que tener un golfo en México.
Brinquemos a una mirada del ajuste de cuentas entre conquistadores y conquistados: “-Los teules entienden de oro, de joyas, de lo que pueden vender. No de nuestros dioses, no de nuestros huesos”.
En tal virtud, un principio esencial en disputa: “(…) y le mandó con un criado una vasija con forma de águila: ‘Perteneció a tu padre, contiene un amoxtli que dibujó antes de morir. Cuídalo con celo, mujer, que es nuestra memoria”.
Muy temprano en el recorrido de Pedro Ángel Palou aparece lo que cobra papel de actor: la cultura impresa, su negocio, sobresaliente más en el rol de los periódicos que de los libros: “-Tiene fama de sabio y buen lector. Y la tiene bien ganada. Nos hemos hecho cercanos y hemos acordado establecer una imprenta en estas tierras, que no de otra forma se propaga el saber”.
Luego me encontré lo que bien cruza desde la etapa colonial hasta nuestros días (esa mata no para de dar): “-Soy un hombre de leyes, don Martín, no de gestas”.
El Mestizo, así con mayúscula, es enjuiciado. Se defiende como en escena fílmica. Alega: “Honor y guerra, generosidad y protección. He dicho la verdad (…) Cordura y fortaleza. He dicho la verdad (…) Mesura y justicia. He dicho la verdad (…) Fidelidad y lealtad. He dicho la verdad”.
Estamos en los balbuceos de los cimientos citadinos de la capital de la Nueva España, de los primeros trazos de la fusión que arrojará la megalópolis que hoy somos en la Ciudad de México, por mucho tiempo Distrito Federal, la capital mexicana: “Reconstruir lo construido. Esa sería la maldición eterna de la Nueva España, recoger sus pasos eternamente. Resarcir errores. Pedir perdón. Volver a empezar”.
Querido lector: Ten presente que estas entregas forman un serial. Por lo mismo no puedo repetir cierta información en cada una. La tienes a mano en este blog si sigues el orden.