Y volver volver, volver. La discusión sobre la pertinencia del aparato institucional de cultura del Estado mexicano ha sido una constante desde su conformación a partir de la posrevolución. Por ahora fijemos dos referentes de esas revisiones y ajustes. El primero en los años 70: fueron decisivos para las tareas del INAH, del INBAL, del Festival Cervantino y de la entonces subsecretaría de Cultura de la SEP, entre otros entes de gobierno.
El segundo se etiqueta al ritmo de la entronización del periodo neoliberal. Envuelta en una mitología genial, fue desechada la idea de una Secretaría de Cultura y se dio paso al Conaculta y al Fonca como brazos del cambio.
La reordenación que se dijo modernizadora, como con tanto ahínco se impone la llamada cuarta transformación, a muchos nos llevó a alimentar numerosas discusiones. También impulsó un largo periodo de inconformidad con el modelo salinista.
El siguiente paso fue la Secretaría de Cultura. Cuestionada en su nacimiento a pesar del logro, lo es en los estertores del régimen de AMLO. Aquí la juventud administrativa, como la festejada longevidad de las siglas, son mitos de trasnochados nacionalistas revolucionarios.
La viabilidad de las dependencias de gobierno, incluyendo a las de los estados de la federación, están en el límite de sus capacidades por lo anticuado del modelo, por el desgaste de su operatividad y por la brutal falta de fondos. Tres continentes rebosantes de muchas deficiencias que, en el cuatroteismo, han tocado fondo.
Una de las carencias refiere a la evidente imposibilidad de garantizar los derechos culturales. Una más atañe a la incapacidad de abatir el rezago del desarrollo cultural, visto desde la inserción del sector cultura en la economía nacional. Una sola arista de este océano nos colma a muchos: el desempleo y el subempleo.
Las cavilaciones y reporteos sobre estos temas me acompañan desde finales de los años 80. Un largo viaje al lado de no muchos colegas. Al iniciar la segunda década del siglo XXI lancé, a través de las páginas de la revista Este País (https://archivo.estepais.com/site/2011/por-una-reforma-cultural/) la noción de una reforma cultural. Un ajuste estructural con visión de sector.
Desde entonces una diversidad de elaboraciones han tenido curso, alegato y cambios en el enfoque, pero no lo vertebral. Son diseños conceptuales que, con el paso de los años, se convierten en piezas huérfanas, en entes manoseados, en recursos de entretenimiento, en alucinaciones, en ofrendas bajo tierra y en materia de la incesante, pero necesaria labor de especulación.
Todo ello viene a colación por lo dicho durante una reunión de su partido y luego por escrito en el periódico en línea El Soberano, por el secretario de Cultura de Tlaxcala, Antonio Martínez Velázquez. A su cuestionamiento a la Secretaría de Cultura di respuesta en este mismo Confabulario, con la solicitud expresa, no atendida, de sentarnos a dialogar con Paco Ignacio Taibo II y su esposa Paloma Saiz.
Posteriormente Martínez aprovechó la circunstancia para poner en estas páginas un artículo los logros del actual régimen. El balance fue materia de un primer texto de Arturo Saucedo; tras la queja del secretario tlaxcalteca en un tuit del 24 de septiembre en el que señala que “entre tantos adjetivos, el odio y las ganas de tener la razón, se pierden los argumentos del compañero Saucedo”, vino un nuevo análisis del maestro en filosofía de la cultura.
Tras este periplo quedan dos escenarios: el que establece valorar la pertinencia de la Secretaría de Cultura, a través de un diálogo, como parte del proceso electoral y el de evaluación sobre el desempeño de la dependencia a cargo de Alejandra Frausto. (Ligas al final del texto).
Es así como le pedí a Julio Aguilar, editor de la sección cultural y del suplemento Confabulario de El Universal, publicara este texto que ahora incluyo en mi apartado de Paso libre. El objetivo: seguir en la ruta sin diálogo. Son algunos apartes de lo que inicié hace 18 semanas en este sitio del Grupo de Reflexión sobre Economía y Cultura (GRECU) y que llevan por título “Las tarjetas electorales del sector cultural”. Hacia febrero de 2024 habré sumado 54 entregas.
La tesis es que, en el contexto de una reforma cultural pendiente, la Secretaría de Cultura agotó su papel. Se requiere de un nuevo formato, alimentado por un nuevo paradigma, que centre su atención en resolver los desafíos del desarrollo cultural. Hacerlo a partir de una visión sectorial, de derechos culturales, de derecho al trabajo y de distribución de responsabilidades entre los ámbitos de lo público, lo privado y lo social.
Dejo aquí algo de lo que se puede leer accediendo desde la página de inicio de este Paso libre. Se estructura a partir de posibilidades integradoras de dichos campos. Con la seguridad de que Martínez, Taibo II y Saiz no darán la cara en un diálogo, ojalá que las campañas del 2024 den cabida a estas y muchas ideas que la comunidad cultural tiene ante el cambio de sexenio.
Las tarjetas electorales del sector cultural
https://pasolibre.grecu.mx/2024-las-tarjetas-electorales-del-sector-cultural/
En el ámbito de lo público
-La Secretaría de Cultura debe transformarse en un organismo público autónomo con personalidad jurídica y patrimonio propio, o bien, como una dependencia adscrita al titular del Ejecutivo Federal cuya denominación podría ser Sistema Nacional de Desarrollo Cultural de México. Sería dotado de un consejo directivo que represente al sector cultural y que designaría, a partir de una terna propuesta por el presidente de la república, al director general del Sistema. Se trata de un cambio radical en la definición de las políticas culturales.
-Una nueva instancia implica la redefinición de las responsabilidades del Estado en el sector cultural, una reordenación administrativa que permita mejorar la calidad de los programas que incorpore y una reorganización de la fuerza laboral en todos sus niveles. Supone redistribuir políticas y funciones entre otras dependencias de la Administración Pública Federal, entre los gobiernos estatales y municipales, así como entre instituciones de educación superior públicas al igual que en organizaciones no gubernamentales, con el fin de hacer viables los procesos de corresponsabilidad, desconcentración y descentralización operativa y presupuestal que por décadas han sido pospuestas.
En el ámbito de lo privado
-La posibilidad de contar con un Sistema de Desarrollo Cultural de México permitiría convocar a las empresas mexicanas y de otros países que forman parte o que inciden en el sector cultural del país, a efecto de acordar un programa de trabajo que fomente la productividad del mercado cultural. El desempleo y la falta de oportunidades impide que la creatividad genere riqueza. El esfuerzo debe dirigirse a las unidades económicas con potencial para crecer, al tiempo de brindar oportunidades a emprendimientos novedosos. Urge una política económica para el sector cultural.
-El Sistema que en este conjunto de tarjetas se perfila deberá asumir entre sus compromisos para el desarrollo, estimular la creación de una Cámara Nacional del Sector Cultural, agremiación que sea interlocutora y mediadora a favor de las políticas, programas y acciones para impulsar tanto el mercado cultural, como las capacidades exportadoras. El que la diversidad sectorial pueda estar representada en bloque, sin menoscabo de las distintas organizaciones existentes, repercutiría en políticas y acciones coordinadas para bien del crecimiento económico de los bienes y servicios culturales.
En el ámbito de lo social
-Un Sistema Nacional de Desarrollo Cultural debe concretar la armonización de la Ley Federal del Trabajo a las condiciones prevalecientes en el sector cultural y dotarle de la clasificación que garantice el respeto a los derechos laborales, económicos, humanos y culturales.
La dislocación entre las características que privan en el mercado laboral y lo que reconocen los marcos legales impiden lograr mejores condiciones de trabajo. Ocurre por igual en los dominios del sindicalismo, de las burocracias, como en las empresas y el trabajador por cuenta propia.
No ha sido posible, en lustros, aceptar una definición de trabajo cultural y de trabajadores de la cultura. Se ha señalado, con razón que, así como existe un código civil y uno fiscal, es tiempo de levantar un código de derecho cultural.
-Entre sus tareas, el Sistema también debe buscar someter a revisión el marco legal de las organizaciones no gubernamentales de carácter cultural, a efecto de enriquecer sus capacidades, así como facilitar el crecimiento de dichas instancias en los estados y municipios donde su presencia es mínima. Es necesario que la política hacendaria como fiscal cambie los criterios con los cuales determina la viabilidad de las donatarias culturales al igual de aquellas que no lo son pero que resultan benéficas al desarrollo local. Hay que potenciar al ámbito social como parte de la dinámica económica del sector.
Enlaces del periplo:
https://elsoberano.mx/plumas-patrioticas/repensar-a-la-secretaria-de-cultura/
https://confabulario.eluniversal.com.mx/cultura-4t-continuidad-con-cambio/