Quizá algún testigo de esos años pueda confirmar que en gobiernos como los de Adolfo López Mateos, Luis Echeverría y José López Portillo, si algo tuvieron a manos llenas las instituciones culturales, fue dinero. Se contaron con fondos, muchos, pero quizá no tantos como con Miguel de la Madrid, Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.
Así, la mitología sobre los compromisos y gustos presidenciales con la política cultural, su aparato, la manera en que se vincula con las comunidades culturales, las organizaciones no gubernamentales y con todos los grupos de interés del sector en su conjunto, pasa por el grato recuerdo de unos, la permanente crítica de otros, la exigencia sin tregua de muchos y aterriza en la herencia concreta de un vasto catálogo que integra la cultura nacional, cuyos costos de sostenimiento no son nada baratos.
Un mosaico donde el gasto público es central y simbólicamente demoledor, aunque a la hora de medir su alcance frente al mercado, esa derrama sea pírrica.
Este trayecto histórico vive su ajuste radical con el presidente AMLO. Presuntuoso de sus afectos a la cultura, el mandatario ha asestado al menos tres golpes fulminantes al sistema cultural entre 2019 y 2020. El primero, tras recibir un incuantificable rezago en las asignaciones presupuestales al campo gubernamental, no solo no intentó frenar el deterioro: lo ha produndizado. Segundo, en montos también de miles de milones de pesos, cerró el acceso a financiamiento de las organizaciones no gubernamentales. Y tercero, anuló la bolsa anual, así como no pocos programas, destinados a los estados y municipios.
Entonces, en la canción más o menos de siempre, hay las lamentables comparaciones y las referencias que en su contraste, entonan y desafinan en un paquete económico como el presentado el martes 8 del mes patrio.
Una que es toral, tiene que ver con lo que se llama presupuesto inercial: el 2021 muestra esa inercia de sus predecesores, en la cual los genios de la Secretaría de Hacienda quitan o ponen siguiendo una inercia, su juicio al contentillo.
Otra, que es un presupuesto de ficción: aún cuando lo aprueba la Cámara de Diputados, saben que eso no es garantía de que se ejercerá. Es una verdadera película de terror en manos del primer mandatario.
Y luego, la Ley de Ingresos es inercial y es una ficción: se teje bajo el modelo neoliberal, se hacen ajustes necesarios, el guion establece que se ha de vivir con el Jesús en la boca: checando la caja registradora todos los días.
Veamos en suerte de carrusel los siguientes casos del paquete económico y su relación con el Ramo 48 Cultura (el de la Secretaría de Cultura), para alentar mitos o para estimular mentadas.
Esta cobija que ves
El dichoso Ramo 48 tiene previstos 13 mil 985 millones de pesos (mdp), de los cuales 3 mil 508 son para el proyecto Chapultepec. Es decir, a la mera Secreculta federal te dejan 10 mil 477 mdp y no le suprimen ninguna de sus subsecretarías.
En el año 2008, el presupuesto del Conaculta fue de 10 mil 213 mdp, el de la naciente Secreculta en 2017, de 10 mil 928 mdp.
Mientras que en Chapultepec eso dicen que se gastarán, el Instituto Nacional de Pueblos Indígenas tendrá 3 mil 633 mdp, la Secretaría de Turismo ejercerá 795 millones en centros turísticos y en otra obra de gobierno, de infraestructura hidroagrícola, estima invertir 3 mil 139 mdp.
Por ejemplo, mi querida Secretaría de Relaciones Exteriores tiene mucho menos que la Secreculta, son 8 mil 121 mdp; la Secretaría de Economía también, 6 mil 538.
Ellas palidecen ante la Fiscalía General con 17 mil 346 mdp, el Conacyt con 26 mil 573 en tanto un estado como Tlaxcala tiene previsto un techo financiero de 20 mil 538 mdp y Aguascalientes de 31 mil 351 mdp.
La UNAM les dice quítense que ahí les voy: 42 mil 737 mdp.
Dirán entonces que a cada quien su nicho, que el de cultura es superior.
Por eso el INAH y el INBAL ejerecen más que la CNDH, a la que fijaron mil 679 mdp, o la Cofece, con apenas 598.7 mdp.
Le dan la vuelta los institutos (alrededor de 7 mil mdp) al pobre Sistema Público de Radiodifusión con mil 014 mdp, al IMCINE con 191.6 mdp, al Archivo General de la Nación con 142 mdp, a la enhuelgada Notimex con 176.5 mdp, al Colegio de México con 648.4 mdp, a la Conade con 2 mil 100 mdp, a Canal Once con 560 mdp, al IMER con 163 mdp, al Programa Nacional de Reconstrucción con 333.3 (¿será cabalístico?), a la Agencia Espacial Mexicana con 63 mdp, en tanto que al revolucionario y amante de las dobladitas Fondo de Cultura Económica le han asignado 120 millones de pesos.
Siempre me han apasionado los desconocidos renglones torcidos de la Secretaría de Hacienda. Sabe ella de dónde saca si un organismo necesita más o menos para enfrentar sus labores. Son igual de retorcidos los técnicos de la 4T que los neoliberales idos (que es un decir). Y así los presidentes de la República ante esos personajes: “ponga acá tanto, allá tantito, quita acullá poquitín, acá un extra no sea que se me enojen los conservadores”.
El mapa del presupuesto nacional, es la expresión del ánimo presidencial, tecnócrata. La política de ingresos otro tanto igual o peor.
También es cierto que el Ramo 48 no representa el gasto nacional en el sector cultural. Este mito (que no a pocos encanta) impide ver en su dimensión la erogación total del Estado en bienes y servicios culturales, como evita apreciar la importancia de alentar el mercado cultural.
Mitos y mentadas a la carta. Sírvase usted.
No jales que descobijas
Como cada año desde el más lejano de mis sexenios, escucho la misma canción: sin un sistema recaudatorio justo y equilibrado no habrá más para repartir.
Y como en cada cita anual, no pasa nada.
A los habitantes del Ramo 48 y rumbos circunvecinos les cuento: no hay más o nuevos impuestos, solo un SAT dispuesto a todo para lograr que los causantes de siempre no dejen un peso sin declarar.
Se conservan exenciones, como la del IVA en espectáculos públicos y la deducciones, como la adicional del 8 por ciento en el ISR, del costo de libros, periódicos y revistas del contribuyente.
En el proyecto de Ley de Ingresos de la innovadora 4T se conservan los estímulos fiscales al cine, hasta 700 millones de pesos, al Efiteatro y Efilibro juntos hasta 200 millones, sumas que van a la cuenta de la intervención del Estado en la cultura.
Por otro lado, para las donatarias no cambia desde hace años su fuente: donativos deducibles por una cantidad que no exceda del 7 por ciento de la utilidad fiscal obtenida por el contribuyente en el ejercicio inmediato anterior al que se efectúe la deducción.
Eso sí, la ley en camino anuncia vigilancia absoluta para evitar que organizaciones no donatarias se sirvan con sombrero ajeno, aprovechando los vacíos existentes.
A la letra de la iniciativa de Ley de Ingresos se lee que son “deducibles los donativos otorgados a (…) las asociaciones o sociedades civiles dedicadas a la promoción y difusión de música, artes plásticas, artes dramáticas, danza, literatura, arquitectura y cinematografía; para el apoyo a las actividades de educación e investigación artísticas; para la protección, conservación, restauración y recuperación del patrimonio cultural de la nación así como del arte de las comunidades indígenas; la instauración y establecimiento de bibliotecas; para el apoyo a las actividades y objetivos de los museos dependientes del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA)”.
¡Bueno! ¡Estas preciosuras de la Hacienda 4T en algo tenían que fallar!