Aunque la actividad en los recintos culturales y centros de espectáculos se encuentra en paro, tanto en el Auditorio Nacional como en el Lunario, se actualizaron los sistemas de sonido existentes por equipo de última generación.
De acuerdo con el artículo publicado en el sitio de la Revista Soundcheck, el equipo fue sustituído por equipo marca L-Acoustics, de origen francés, mismo que ha sido instalado en otros recintos como el Pabellón M en Monterrey y el Pepsi Center en la capital del país.
Nicolás Peláez, director de Producción del Auditorio, menciona en el artículo que el equipo de sonido tenía 12 años funcionando y el sistema de iluminación alrededor de 30 años, justo las tres décadas de inicio de la transformación del emblemático recinto. Señala Pelaéz que se abrió una convocatoria por invitación para que las empresas presentaran su propuesta económica y de diseño técnico. Bajo un modelo de licitación como el que se lleva a cabo en la administración pública –al cual el fideicomiso no está obligado- un comité recibió cada propuesta ante Notario para validar su transparencia.
De esta manera se asignó el proyecto de actualización sonora a Vari Internacional S.A. de C.V., el único distribuidor certificado por L-Acoustics en México. A principios de julio de 2020 se inició el proceso de sustitución. El montaje lo hicieron el personal de la empresa y staff técnico del auditorio.
Resulta particularmente interesante que fuera la misma empresa la que ofreciera a la venta el equipo saliente a través de redes sociales como Linkedin, utilizando los alias “Coloso de Reforma” y “su hermano menor”, refiriéndose al Lunario. El costo final de la actualización no ha sido revelado.
Los librazos del FUAAN
1952-2002 Auditorio Nacional (2002) y 200 años del espectáculo Ciudad de México (2010), son dos tesoros bibliográficos. Se deben a la administración de María Cristina García Cepeda, la más larga y transformadora desde la creación del fideicomiso, del 2000 al 2012.
Son dos libros de arte de extraordinaria factura; resultan referentes para comprender la historia del sector cultural.
Mayor hubiera sido su contribución de haberse incluido el componente económico; el historial del desarrollo del Auditorio Nacional ligado al gasto e inversión gubernamental, así como las finanzas propias, al igual que el impacto en las cadenas de valor que se han nutrido de su larga y provechosa actividad.
¿Es que en verdad hay tanto que ocultar, sobre todo, de la historia reciente?
Del abundante acervo que reúnen estas bellas piezas editoriales, para cerrar este paredón, recupero algunos fragmentos de la crónica El Auditorio Nacional, el testigo, el protagonista, el símbolo, de Carlos Monsiváis, que abre el tomo 1952-2002 Auditorio Nacional. Resulta una delicia leerlo en estos tiempos de pandemia.
“En su turno, el Auditorio Nacional, sin tanta conciencia de sus posibilidades, anuncia el principio del fin de lo destinado a públicos muy específicos”.
“En la era del amor por lo institucional, el Palacio de Bellas Artes es la cima de los éxitos (…) Pero las 2,300 butacas del Palacio que se dispuso para la élite y la minoría con fervor artístico genuino, resultan insuficientes y se demanda un lugar que, bajo techo, seleccione, reproduzca y amplíe el cometido de los estadios con sus tablas gimnásticas a cargo de miles, su teatro de masas, sus desfiles de grupos regionales, su exaltación de la danza folclórica. Al Auditorio Nacional se le otorga el papel abigarrado: ser escenario de multitudes”.
“En la historia de la ciudad de México no es exagerado señalar el Auditorio Nacional como el sitio donde aparece por vez primera la Muchedumbre Selecta”.
“(…) en el Auditorio Nacional se ratifica la especie que será clásica y típica en la segunda mitad del siglo XX, los espectadores que ni determinan los mitos ni viven el pasmo estético, pero que se sienten muy honrados con su rol de público vigoroso en la ciudad que hace del monstruosismo el sinónimo de la energía poderosa. No, no existe el Rockefeller Center, pero sí la profecía de su inminencia: el Auditorio Nacional”.
“Y el día que se acabe la ciudad de México, va a ser muy complicado hallar asiento de primera fila en el Auditorio”.
“La pareja que en 1952 dudaba entre ir al cine o ver la Feria en el Auditorio reaparece como la pareja (la familia, la persona) que adquiere los boletos con semanas o meses de anticipación y se prepara gozosamente para superar los riesgos del tráfico y disfrutar de la envidia ajena, que ya vendrá cuando les cuenten”.