Sin nada qué decir, pues carece de proyecto, de logros en el campo cultural. El mandatario Andrés Manuel López Obrador tampoco puede articular ningún discurso creíble, ya que los asuntos de la política cultural están fuera de sus entendederas y de los cuadrantes de la gestión pública “transformadora” que encabeza.
Además, al anular, por completo, sus posibilidades de diálogo y entendimiento con gran parte de quienes hacen el sector cultural de México, el Presidente de la República podrá evitarse la molestia de inaugurar la Conferencia Mundial sobre las Políticas Culturales (Mondiacult), a realizarse la Ciudad de México en el último trimestre de 2022.
Ni qué decir sobre la ausencia que también debe tener, en esos meses del año próximo, cuando se celebre a Guadalajara como Capital Mundial del Libro.
Qué panorama. ¿Puede la Jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum presentarse como si nada a la cita que reunirá a los ministros de Cultura que integran la Unesco, cuando también a reducido a nada su política cultural? ¿A poco es viable que lo haga la maestra Delfina Gómez Álvarez, como titular de la Secretaría de Educación Pública?
¿Entonces otro destructor, como el canciller Marcelo Ebrard, tendrá el honor de partir plaza al lado de su poeta romántico de cabecera, el contador de cuentos Enrique Márquez?
¿Con qué facha podrán acudir a la apertura los líderes de Morena en el Congreso de la Unión o el que sea Presidente de la Suprema Corte?
¿Qué emoticono emplearán muchos de los directivos de cultura de las entidades federativas para justificar su silla en el gran evento?
Y el secretario de Hacienda, Arturo Herrera (o el que sea el titular al momento de repartir los dineros del 2022) ¿va a etiquetar los cuantiosos fondos que se requerirán para cumplir con los compromisos mundiales?
Bueno, pues el papelazo le toca única y exclusivamente a la titular del ramo, a Alejandra Frausto. Qué tarea tan difícil será construir la narrativa del discurso inaugural de la Mondiacult. Vaya tejido que tendrá que hacer para que la Conferencia se celebre en mediana armonía con una comunidad del sector cultural mayormente dañada por los desatinos gubernamentales y por la pandemia del coronavirus.
En Jalisco, no la tiene menos compleja el gobernador Enrique Alfaro Ramírez y los pares de la federación en el estado. Al que le queda el banquete, en exclusiva, es a Raúl Padilla con el aparato que tiene a su entera disposición (hasta ahora).
El gobierno cuatroteista tendría que haber dicho no a ser sede de la Mondiacult (de manera tan sencilla como se ha hecho ganso con el año de la Economía Creativa para el Desarrollo Sostenible).
Era suficiente argumentar “austeridad republicana”.
Y por favor, nada del efecto retrovisor de las mitologías: en 1982, cuando nuestro país fue anfitrión del foro, se llevó a cabo en medio de la brutal crisis política y económica que generó el presidente José López Portillo. ¿Algunas escenas parecidas veremos en el 2022?
Nada de citar héroes mexicanos en la justa mundial de la cultura en medio de la debacle institucional de 1982. No se hagan: en el contexto del gobierno de Miguel de la Madrid, de nada sirvió el cónclave de ese año. Es más, el que sería el primero de tres subsecretarios de Cultura de la SEP, Juan José Bremer (cosas del carrusel político, ahora Representante de México en la Unesco), al poco tiempo se fue del cargo por una diputación.
Y si acaso hubo sintonía con los resultados de la Mondiacult, se lograron con Carlos Salinas y Víctor Flores Olea al crearse el Conaculta en 1988.
Pero para asuntos como el anterior, la comunidad académica.
Ahí todos coincidimos: la Conferencia de 1982 le dio un vuelco a muchas tareas de los investigadores así como de los periodistas de la fuente cultural, las cuales se fueron a fondo justamente en el sexenio salinista, para seguir una ruta de ascenso (con buenas y con malas rachas) hasta la entrada en funciones del amloiato.
Y por esta ruta también el epílogo a la serie de cuatro entregas que titulamos “4T: el derrumbe que apalanca un nuevo sector cultural”.
Como parte del sector cultural ¿a dónde ha sido arrojada la labor de los grupos académicos, de los especialistas (sabiondos) en las distintas aristas del desarrollo sectorial? ¿a dónde el diario trajinar de los periodistas, los reporteros y comentócratas del ámbito?
En efecto, son parte de las filas de los conservadores.
El griterío del que somos portadores es una labor fascinante en tanto haya recursos para ejecutarlo: estudiar a fondo y dar testimonio del proceso, postneoliberal y cuatroteista, en el que se dirige -con rigor militar- el derrumbe de un sector cultural que habrá de ser distinto cuando un nuevo sexenio nos alcance.
No es menor el desafío.
Para quienes ya venimos de un tiempo para acá en estos territorios siempre minados, puede que nos tome más o menos cansados la tremenda talacha.
Por no ir muy atrás, al autor de este paredón la era amloide y fraustiana, con su compañero de viaje la Covid, ha representado, al cierre de estas líneas, la producción de montones de páginas Word y docenas de horas de audio y video.
Un conteo que ha documentado otros episodios de la trama mayoritaria de los llamados morenianos desde las campañas electorales de 2018.
En el corte de caja, decidimos optar por el material generado de marzo de 2020 a mayo de 2021, para construir el “Memorial de la pandemia en el sector cultural”.
Lo dejaremos en este lugar por algún tiempo, en lo que los vientos resultantes de la jornada electoral del 6 de junio y otros sucesos propios y ajenos, nos lanzan las nuevas señales en el camino.