El esfuerzo de empresas y de algunas instituciones públicas, por leer a la gente para efectos de programación en el lapso de septiembre a diciembre es indispensable. Sin embargo, estamos ante un fenómeno en el que los modelos que intentan predecir la evolución de la pandemia, arrastrarán la orientación del consumo cultural antes que cualquier cantidad de ofertas y novedades para atraer a la clientela. En la aparente obviedad se encierran las posibilidades de las estrategias para generar cultura bajo riesgo y lamentablemente, los escenarios que desde ahora permiten identificar muchas actividades económicas de la cultura que no resistirán el segundo semestre de 2020.
Vara con espinas
Para este rosario es pertinente centrarnos en las consecuencias de la contención del consumo. Durante el prolongado encierro, si bien todos gastamos según nuestras condiciones, para determinadas necesidades, es natural que se han generado ahorros. Hay dinero que se espera soltar en el mercado, ya sea en efectivo, debido a la solvencia, o a través del crédito. Hablamos de una franja de consumidores que por fortuna no han perdido sus empleos o sus negocios (de naturaleza distinta) lo que les permite pensar en el momento de salir a recuperar parte de lo perdido.
Si al poder de consumo le sumamos la concentración de oferta que tendrá lugar en el lapso de septiembre a diciembre, estaremos ante una depredación del mercado cultural. Como será imposible un acuerdo entre las fuerzas comerciales que habitan el sector cultural (aquí y en otros lados que señalado la urgencia de que ello ocurra), como quienes gozan de subsidios aprovecharán para programar a diestra y siniestra, la consecuencia será una saturación. Dicho en otro sentido, la disputa por el flujo de recursos será feroz, despiadada. Mucha oferta para la cual no alcanzarán los desembolsos.
Las rebanadas del pastel se derritieron. Me atrevo a proponer cuatro periodos a analizar en las mediciones que arroje el Sistema de Cuentas Nacionales de México que lleva el INEGI. El primero, la etapa de normalidad antes del coronavirus (a.C), de enero al 22 de marzo, si se me permite ponerle fecha. El segundo, del 23 de marzo al 31 de mayo. El tercero de junio a agosto y finalmente el cuarto, de septiembre a diciembre, cuando se supone habrá las mejores condiciones para andar con cuidados, pero por la libre.
Por ahora, no necesitamos mucha ciencia económica para determinar el peso del último cuatrimestre del año. Me dirán que es parejo, que no solo el sector cultural vivirá un escenario de enorme discriminación comercial. En efecto, si le sumamos el comportamiento del resto de los circuitos (por ejemplo, el turismo que seguramente jalará muchísimo de ese flujo de recursos), lo que proyectamos es una inédita distorsión en la economía nacional.
¿Cuánto dinero está en juego? El PIB cultural de 2018 fue de 702 mil millones de pesos, en tanto que “los hogares, el gobierno, las sociedades no financieras y los no residentes en el país, entre otros, realizaron un gasto en bienes y servicios culturales por un monto de 881 mil 679 millones de pesos”, según indica la Cuenta Satélite de Cultura. Supongamos que en 2019 resulten números más o menos iguales. ¿Qué cantidad se puede sugerir para el lapso septiembre-diciembre de 2020? Quizá unos 250 mil millones de pesos. Se los digo con el objetivo de que especulen.
Así es como el coronavirus es el monstruo del mil cabezas. Seguiremos intentando descubrir algunas de ellas.