En el mes patrio de 2012, Alejandro Soberón, presidente del consejo de administración de la Corporación Interamericana de Entretenimiento (CIE), llegó al Jardín Borda de Cuernavaca. En la Sala Manuel M. Ponce, durante su intervención en las Jornadas Mipymes Culturales, soltó la siguiente anécdota que a veces he contado en charlas y que ahora escribo con motivo de este paredón.
La primera presentación de Madonna en México, en noviembre de 1993, desató un escándalo. La presión de los grupos conservadores para cancelar el show alcanzó al Congreso, al Regente Manuel Camacho y al presidente Carlos Salinas. Estudiantes de universidades públicas y privadas solicitaron al embajador de Estados Unidos impedir la visita de esa mujer “sucia”.
Los promotores, encabezados por Soberón, acudieron al despacho presidencial. Estaban desesperados ya que con el concierto encima, no se les daba la autorización para el uso del Autódromo Hermanos Rodríguez.
Ya en Los Pinos, con las formalidades y exposición de motivos cumplidas, Salinas de Gortari se levantó del sillón, fue hacia el teléfono rojo y dijo:
-Qué tal, Manuel. Me interesa el concierto de Madonna. Te encargo ver unos accesos al foro. Sí, gracias.
Pocas horas después, recibieron la notificación para celebrar las tres tocadas de la gira mundial Girlie Show donde Madonna, al subir al escenario –con sombrero de charro color rosa- dijo: “el amor no protege contra el sida, el condón sí. Sabía que querías verme, Méc-si-cou”.
Eran 20 años; todo funcionaba
Antes de aquellas jornadas en el Jardín Borda (organizadas por Martha Ketchum, entonces directora del Instituto de Cultura de Morelos y Bárbara Martínez, su jefa de capacitación), pude conversar largo con Alejandro Soberón. Sentado en la cabecera de la larga mesa del consejo de administración, con la mirada puesta en la pista del Hipódromo de las Américas que habían sacado del abandono, respondió cuidadosamente cada pregunta.
El motivo del encuentro fue recoger su testimonio para incluirlo en el libro 1988-2012. Cultura y transición (UANL, 2012, con descarga gratuita disponible en este portal), que coordiné al lado de Carlos Lara. Se trata de una obra colectiva para valorar cuatro sexenios en el sector cultural. La pieza editorial contiene un compilado amplio de entrevistas.
Me contó entonces: “Hacia 1988, al lado de mi padre, nuestra forma de vida era producir y distribuir películas de bajo presupuesto. También ese año marcó mis inicios en el negocio del espectáculo y del entretenimiento (…) Pero mi concentración se dirigió a comprender las implicaciones que tenía el negocio ‘artesanal’ que era la promoción de eventos culturales y de entretenimiento. Subrayo que era un campo absolutamente artesanal. Entenderlo y sobrevivirlo nos llevó a estructurar un proyecto más industrial”.
En otro momento señaló: “Cada vez que nos hemos sentado a platicar con las autoridades hacendarias piensan que somos un sector poco relevante para la economía, que solo buscamos excepciones y que ellos no están para ocuparse de quienes tenemos nuestra forma de vida en este ámbito de la economía nacional. Porque eso sí, todos los demás sectores se sienten fundamentales y especiales con ellos”.
Recorrimos muchas aristas de su pensamiento y de los alcances de la empresa. Al hacer una síntesis de (en ese momento) 20 años en el negocio, señaló que un elemento fundamental del éxito alcanzado fue “proveer una serie de servicios alrededor de la experiencia a efecto de facilitarla y hacerla viable. El grupo tenía una enorme escuela en la diversificación de productos, de territorios en dónde poner en práctica todo esto (…) La gran asignatura pendiente es profundizar en la creación de contenido. Es decir, que un consorcio experto en comprar el contenido creado por un tercero, que es capaz de agarrar un libreto de una obra de Broadway y montarla en el mismo estándar de calidad con talento local, pueda crear conceptos y contenidos que se puedan exportar (…) Nos faltan creadores. Hay que empujar y apoyar la creación, una creación competitiva y que viaje por el mundo, porque creo que tiene que haber una transformación en eso. Sería maravilloso”.
Cosa de un sexenio para cambiar
El pasado 24 de julio, la estadounidense Live Nation Entertainment se quedó con el 51 por ciento de la Operadora de Centros de Espectáculos S.A. (Ocesa), que forma parte de CIE. Una operación que, sujeta a la autorización de la Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece), no tiene por qué enfrentar obstáculos. El paquete lo obtuvo de un porcentaje en manos de Televisa y otro de la misma corporación. No pocos analistas o simples seguidores del dominio por casi tres décadas, quedaron sorprendidos. ¿Qué fue lo que pasó?
Las especulaciones van desde algunas malas decisiones que llevaron a pérdidas y endeudamiento hasta lo que suele ser normal en ciertas empresas concentradoras de nichos, como la necesidad de apalancamiento con nuevos capitales. También, la medida de abandonar ciertos giros para fortalecer otros y cambiar intereses en el mismo sector o de plano abandonar lo que apunta a nuevas modalidades que ya no resultan atractivas para ciertos accionistas. No falta quien achaque un futuro económico poco promisorio en México, con fuertes caídas en el consumo.
Además, en el escenario del CIE apareció en 2015 la autoridad investigadora de la Cofece al encontrar indicios que suponían la existencia de contratos celebrados por empresas ligadas a la corporación con diversos centros de espectáculos y promotores, ajenos a su grupo, “en los que se establecía que ellos serían los prestadores exclusivos del servicio de boletaje, así como diversas cláusulas que reforzaban dicha exclusividad”, explica el periodista Vicente Gutiérrez, amigo reportero de El Economista.
Sin embargo –añade el también locutor- “el pleno de la Cofece aceptó con adecuaciones (en octubre de 2018) los compromisos presentados por CIE, por Ocesa Entretenimiento, por Venta de Boletos por Computadora (VBC), por ETK Boletos (ETK), por la Operadora de Centros de Espectáculos (Operadora) e Inmobiliaria de Centros de Espectáculos (ICESA) para restaurar la competencia en el mercado de la producción de espectáculos en vivo, operación de centros para espectáculos y venta automatizada de boletos”. De esta manera se dio fin a la intervención de la Cofece.
En esta perspectiva, me encuentro entre quienes intentan relacionar el largo trayecto de la investigación de la Cofece con el desprendimiento por parte de Televisa y CIE de ese paquete accionario de Ocesa. Se trata no solo de un cambio de prioridades, también de un ajuste de los controles mundiales tanto del espectáculo en vivo como vía streaming, shows en constante mutación.
Danza de dólares… y pesos
La adquisición accionaria por Live Nation Entertainment significa un desembolso de 465 millones de dólares, aproximadamente. Por la operación, Televisa recibirá 5 mil 206 millones de pesos y CIE, 3 mil 629 millones de pesos.
En el Ranking de las 500 empresas más importantes de México, editado por la revista Expansión (junio de 2019), CIE ocupa el lugar 241. Reportó en 2018 ventas netas por 12 mil 578 millones de pesos, con una utilidad neta de 621 millones de pesos; con 11 mil 423 millones de pesos en activos y 7 mil 176 millones de pesos en pasivos. El corporativo contabilizó 19 mil 500 empleos, así como uno de los índices más bajos de integridad corporativa.
Ahora en Ocesa tendrá la palabra Michael Rapino, director general de Live Nation. En cinco años, cuando esté por concluir el sexenio de López Obrador, se revisará el paquete accionario. Del TLCAN al T-MEC, sin duda, hay otro trecho por venir.