Como a uno le gusta el tema, desempolva. Llegó la ocasión de ir a los archivos. Repasar los numerosos recortes, ver deambular recuerdos olvidados, mirar los contrastes.
Venía encarrerado de una primera experiencia en Chile, entre 1996 y 1997; regresar al Servicio Exterior como agregado cultural a mis 40 años, en la algarabía de la alternancia política, entre el periodismo y la gestión cultural, padrísimo.
La llegada de Jorge G. Castañeda a la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) y con él la de Gerardo Estrada a la dirección general de Cooperación Educativa y Cultural (área que luego sería Unidad de Asuntos Culturales; el canciller suprime el Instituto Mexicano de Cooperación Internacional para el Desarrollo, la Agencia vendría a finales del gobierno de Calderón), se significó por la puesta ante la opinión pública de un programa diferente a la vez que apegado a grandes directrices de la diplomacia cultural mexicana.
Con el objetivo promover “una imagen amplia y actualizada de México”, se nombró en bloque una veintena de agregados culturales, además de cónsules generales y embajadores que, portadores de diferentes oficios, en conjunto eran integrantes del sector cultural.
Además, se perfiló a partir de la supresión del IMEXCID, la decisión de instalar el Instituto de México, una entidad capaz de combinar las mejores experiencias de otros modelos de gestión cultural internacional, para crear el buque insigna de una nueva era en la política exterior del país.
Recupero la lista de quienes fuimos invitados al servicio diplomático al iniciar el sexenio de Vicente Fox. Asumo que fue realizada con las informaciones publicadas en mis manos, si falta alguien, si hay imprecisión, es un riesgo asumido. De igual manera, como podemos leer, varios de ellos ya fallecieron.
José María Pérez Gay, Embajador en Portugal, Rafael Tovar, Embajador en Italia, Sealtiel Alatriste, Cónsul en Barcelona, Jorge Sánchez, Cónsul en Río de Janeiro.
Agregados culturales y/o directores de institutos: Alejandro Aura, España, Ricardo Calderón, Italia, Jorge Volpi, Francia, Guillermo Sheridan, director Casa de México en París, Ignacio Padilla, Reino Unido, Héctor Orestes Aguilar, Hungría, Jordi Soler, Irlanda, Juan Manuel Santín, Países Bajos, Gerardo Ochoa Sandy, República Checa, Silvia Molina, Bélgica, Liliana Saldaña, Alemania.
Alejandro Pelayo, Los Ángeles, Enrique Cortázar, San Antonio, Hugo Hiriart, Nueva York, Leobardo Sarabia, San Francisco, Soileh Padilla, Houston.
Gabriel Retes, Costa Rica, Felipe Ehrenberg, Sao Paulo, Eduardo Cruz Vázquez, Colombia, Rafael Vargas, Chile.
Aurelio Asiáin, Japón y Edgardo Bermejo Mora, China.
En el Instituto de México, se designó a Alejandra Rangel.
Para mediados de ese 2001, habíamos partido a nuestros destinos.
Golpeteos, polvaredas, asegunes
En los albores del foxismo, ante el carrusel de chismes y versiones, “Este artículo se lo regalo a Tovar y de Teresa. Persona nada grata en Italia”, de Carlo Coccioli (fallecido en 2003), 31 de diciembre del 2000, Revista Siempre!: “Me refiero a un individuo llamado Rafael Tovar de Teresa del cual se habla ahora, suma paradoja, como el futuro posible embajador de México en Italia. Para mí pueden mandarlo dondequiera que sea y a cualquier demonio (…) y los ciudadanos senadores escogen a Italia como su destino diplomático, se tendrá que atenerse a las consecuencias”.
Por ello se pudo leer en un titular “Sigue reparto del ‘circuito Revlon’ en la SRE”, Carlos Benavides, 31 de enero de 2001, El Financiero.
Me encuentro con este fragmento de una entrevista a Gerardo Estrada, del 27 de febrero de 2001 en El Universal y firmada por la Redacción: “Finalmente, apuntaría que vamos a insistir en presentar un México más moderno, alejado de los estereotipos que hasta ahora nos han identificado, no porque no sean importantes, sino porque hay que demostrar que la cultura tiene continuidad, que está viva; que México no es sólo un país de antigüedades”.
Algunas de las cabezas de esos momentos fueron:
“No usurparán creadores función de diplomáticos”, 27 de febrero El Universal/Redacción.
“Nombran ‘embajador’ del CNCA en Europa. Cargo inédito en la diplomacia”, Silvia Cherem, 28 de febrero, Reforma. Nombramiento de Alan José, cercano de Sari Bermúdez y que finalmente no prosperó.
“Marchan al extranjero sin una política rectora. Carecen agregados culturales de presupuesto”, Edgar Alejandro Hernández, 11 de mayo, Reforma.
“Protestan diplomáticos por nombramientos”, Miryam Audiffred, 15 de mayo, Milenio Diario.
“Los diplomáticos de carrera no quieren ser agregados culturales”, Mónica Mateos-Vega y Pablo Espinosa, 22 de mayo, La Jornada.
Durante los primeros meses de 2001, arreció la cobertura de las decisiones de Jorge G. Castañeda y Gerardo Estrada. A tantos años de distancia, con el hasta ahora fallido programa de la diplomacia cultural de la cuatroté y presentes las reverberaciones del escándalo protagonizado por el escritor Jorge F. Hernández, los funcionarios Enrique Márquez y Bruno Hernández Piche, así como por la narradora Brenda Lozano, puede uno recrear las diferencias entre ambos acontecimientos y extender buenas comparaciones.
Rescato algo de lo que encontré en mis archivos.
Por ejemplo, la columna “Agregados culturales”, de Braulio Peralta del 22 de enero, El Universal. “Sorprende que no se haya pensado en mujeres, por ejemplo, como Sabina Berman, Carmen Boullosa, Margo Glanz, Guadalupe Loaeza, Laura Esquivel, Elena Potiatowska, entre muchas otras. Y más soprendente que no se le haya preguntado a Carlos Monsiváis si quiere o no una agregaduría cultural, un hombre que vivió en Londres en los años 70 (…) aunque Vicente Fox se niegue a reconocerle sus dotes de intelectual”.
El más severo crítico según mis archivos fue Víctor Roura, desde las páginas culturales de El Financiero. En su escrito “Agregaduría cultural” del 6 de febrero dijo entre otras cosas: “Pero nadie quiere apuntar, tal vez por no entorpecer algún posible nombramiento a su favor en el futuro, que esta carrera, como todo lo relacionado con la política, también está embadurnada de tintes corruptibles”.
Otra columna “El gabinetazo cultural” de Alberto Zuckerman, del 7 de febrero, unomásuno, señala otra arista del tema. “La Coordinación de Asuntos internacionales del Conaculta quedó en Jaime Nualart, quien como decía Jorge Ibargüengoitia parece un hombre que nació recomendado”.
En “Relaciones Exteriores. El Conaculta alternativo”, de René Avilés Fabila, del 7 de febrero, revista Siempre!: “Así que el nuevo canciller, para no sentirse abrumado por el mar de empresarios y señoras de sociedad que es el gabinete, comenzó a romper la soledad y a acercarle los intelectuales a Fox, tarea donde Sari ya no podía dar más”.
Una más, “Reconocimiento dispar de la crítica a escritores diplomáticos”, de Jorge Cisneros, del 28 de marzo, Milenio Diario. Se cita una opinión de Christopher Domínguez: “No están ganando premios ni becas sino que van a trabajar. El juicio estético no tiene nada que ver con eso”.
En este compendio de lo que se vivió hace 20 años, topo con “Creación y diplomacia: ventajas y desventajas”, del 8 de abril, La Crónica de Hoy. Se recogen puntos de vistas de varios agregados culturales designados.
Tomo las de dos amigos ya fallecidos. Ignacio Padilla: “Si se tiene la visión de que son becas o prebendas, acaso se deba a algunos antecedentes no representativos de intelectuales que han desempeñado el cargo, pero en general, los intelectuales han hecho un estupendo trabajo”.
Felipe Ehrenberg: “Las críticas de diplomáticos son infundadas: la cultura y su manejo en la actualidad es de gran complejidad. La carrera de diplomático aún no ofrece una especialización en las artes todas, así como en el territorio de la industria cultural, capaz de satisfacer las exigencias de hoy”.
Por otro lado, tomo en mis manos “El estado de las cosas. La nueva diplomacia cultural”, de Magali Tercero, del 8 de abril, La Jornada. Otro carrusel de opiniones. Guillermo Fadanelli: “Pero a mí me parece que elegir a un artista que no será tan obscenamente eficiente como podría serlo un profesional, es también adecuado”.
Lo que se consigna en esta nota del querido Hugo Gutiérrez Vega puede bien entregarse con dedicatoria a los actores del encontronazo de la diplomacia cultural cuatroteista: “Es fundamental la franqueza, porque si se responde con demagogia oficialista vale una chingada. Un diplomático cultural no tiene que hacer propaganda al partido que lo nombró y esa fue la confusión que tuvieron Salinas y Zedillo (…) Como en todos los trabajos, en este también hay que tragar sapos (…) Uno debe lealtad al estado y al país, no a los partidos. Debe conservar su capacidad crítica y no ser un simple propagandista”.
En la nota de referencia, unas palabras de Carlos Monsiváis. “Es excelente la nueva política cultural exterior. Se rompe así la vieja idea de enviar urnas cinerarias en forma de políticos jubilados y se le da la oportunidad a una generación de representar la cultura”.
De Sergio Pitol: “Un escritor puede incorporarse más fácilmente al medio cultural que otro profesionista, como lo demostró en Berlín el entonces joven Juan Villoro”.
Y de Víctor Sandoval: “El uso personal indebido de un cargo es una cuestión de ética, de sentido del deber, de saber que uno se debe a su trabajo y que la vocación de artista no debe perderla nunca”.
Y que renuncia de Castañeda
Dos años y pico duró la estabilidad del quehacer de la diplomacia cultural puesto en juego por el canciller y Gerardo Estrada. Al inicio de 2003 lo tomó en sus manos Luis Ernesto Derbez.
Como sabemos, el nuevo secretario impulsó un feroz desmonte de la estructura y proyectos de su antecesor. Del grupo unos optaron por renunciar, otros por buscar cobijo en zonas de influencia logrando subsistir en el servicio, unos más resistieron las presiones hasta donde pudieron para al fin ser separados, hubo a quienes cesaron sin la menor consideración, también fue un escándalo la salida de Guillermo Sheridan de París y a muy pocos no tocó Derbez, entre ellos Tovar y Ricardo Calderón.
A mi me regresaron, de golpe y porrazo, en agosto de 2005.
En Letras Libres de febrero de 2004, Jorge Volpi, quien decidió renunciar a su responsabilidad en Francia escribió “Diplomacia sin Inteligentsia. Tragicomedia en tres actos”.
Recobro estas líneas: “Durante meses, el nuevo canciller no pareció dedicarse más que a desmantelar las acciones de su predecesor. Sin siquiera conocer la labor de sus subordinados, Derbez afirmó que no seguiría concediendo ‘becas Tlatelolco’, inconforme con esos agregados culturales que sólo se dedicaban a ‘escribir novelas’ (o pintar cuadros, supongo), y a continuación anunció una drástica revisión del proyecto cultural previo”.
También sabemos del desastre que legó Derbez al finalizar la catástrofe llamada administración de Vicente Fox. Del cúmulo de torpezas tomó mayor relevancia la cantidad de atropellos y desfiguros del secretario foxista en su empecinamiento por ser Secretario General de la OEA; por ahí en los archivos, por ejemplo, los gastos de su campaña…
Tras los cortos pero aleccionadores años en el Servicio Exterior, profundizamos en el conocimiento de su historial y no hemos soltado el tema como parte integral del sector cultural. Entonces armamos la primera aportación, la obra colectiva Diplomacia y cooperación cultural de México: una aproximación (Unicach/UANL, 2007).
En los meses que pasé en el Acervo Histórico Diplomático, encontré en el Fondo de Jaime Torres Bodet inscrito en el Archivo Genaro Estrada, una nota con la siguiente declaración, con motivo de su designación como titular de la SRE en el gobierno de miguel Alemán: “Abrigo la esperanza de poder completar poco a poco los cuadros existentes con el nombramiento de algunos agregados culturales (…) Entre las funciones de los agregados culturales quedará comprendida, naturalmente, la de información sobre actividades científicas, educativas, artísticas, literarias y todas aquellas relativas al intercambio de noticias por medio de la prensa (…) Dotaremos de bibliotecas útiles de consulta sobre nuestro país a las embajadas”.