Lo que ha sucedido por el cese del escritor Jorge F. Hernández al frente del Instituto Cultural de México en España, la posterior renuncia de su jefe, Enrique Márquez y por la oferta que se hizo de la escritora Brenda Lozano de ser la solución al conflicto, me llevó a regresar a un trayecto de mis estudios del sector cultural.
Una fuente confiable para conocer y valorar la evolución de la diplomacia cultural, la política cultural en el exterior y la cooperación cultural internacional, son los informes de los cancilleres. Documentos ceñidos al ciclo de los informes presidenciales.
En la investigación que realicé en el Acervo Histórico Diplomático en 2006 y que dio forma a la obra colectiva Diplomacia y cooperación cultural de México: una aproximación (Unicach/UANL, 2007), uno de mis intereses era identificar, a partir de la posrevolución, la presencia de los agregados culturales en las representaciones diplomáticas. Y otro, el surgimiento de los institutos o centros culturales de México en distintos países.
La motivación partía de la notable evidencia. Si bien desde las oficinas de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) se definía la política exterior en cultura, la difusión cultural internacional, así como los cauces de la cooperación bilateral, ya en el terreno su adopción pasaba por el ajuste a los escenarios de cada nación y en función a las herramientas disponibles para el responsable de llevarlas a cabo.
La creación por parte de gobiernos extranjeros de instancias jurídicamente constituidas en los marcos legales de cada país, a efecto de hacer más eficientes las relaciones culturales, es observable sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XX. Evidentemente se hizo para ampliar las capacidades de la gestión cultural internacional. México no fue la excepción.
La primera huella data de 1937 a 1938, cuando se creó en Santiago, el Instituto Chileno Mexicano de Cultura y precisando en el informe que tres años antes se había constituido la Asociación de Amigos de México en Chile.
A partir de ese momento, se suceden otros hechos significativos. Entre 1941 y1942 surge la Sociedad de Amigos de México en Honduras y el Instituto Brasil-México. De 1942 a1943, el Instituto Cultural Uruguayo-Mexicano. Luego entre 1945 y 1946, México tiene una participación muy activa en la creación de la UNESCO.
Aparece entonces la figura de Jaime Torres Bodet, designado secretario de Relaciones Exteriores del presidente de Miguel Alemán. El informe de los años 1946 a 1947, se habla de la creación de la Oficina de Relaciones Culturales e incluso el entonces canciller llega a referirse en específico a la necesidad de nombrar agregados culturales dictando las funciones específicas. Al siguiente ciclo nuestro país es sede de la Segunda Reunión de la Conferencia General de la UNESCO y nace el Centro Cultural México-Brasileño en Porto Alegre.
La suerte de saga continúa: entre 1948 y 1951, Jaime Torres Bodet asume la dirección de la UNESCO, se acuerda la instalación de la Casa de México en París y se da paso al Instituto Cultural Hondureño-Mexicano.
Más adelante hay personalidades que asoman en el devenir de la diplomacia cultural. Es en 1957 cuando el escritor Carlos Fuentes se hace cargo del Departamento de Relaciones Culturales.
En 1960, siendo secretario Manuel Tello, se crea el Organismo de Promoción Internacional de la Cultura, a cargo de Miguel Álvarez Acosta y la Dirección General de Relaciones Culturales, con Leopoldo Zea. Sin mayor precisión, el informe de ese ciclo destaca la que se formaron institutos de cultura en ciudades de Estados Unidos, en Nicaragua y Guatemala.
Con respecto a la identificación de los agregados culturales, es posible gracias a que algunos de los informes consultados incluyen los movimientos anuales del personal adscrito a las representaciones, sin distinguir si eran o no de carrera. En otro momento nos podremos ocupar a detalle de tantísimos nombres y fechas.
La suerte de los institutos creados desde finales de los años 30, es un misterio que quizá algún día valdrá la pena esclarecer. Lo cierto es que esta tendencia de la Secretaría de Relaciones Exteriores no cesaría, como tampoco los ajustes administrativos. Por ejemplo, en 1978 se proclama la Subsecretaría de Asuntos Culturales. Luego en 1982, se lleva a cabo en el entonces Distrito Federal la Conferencia Mundial sobre las Políticas Culturales (en el 2022 nuevamente se será sede de la cita).
En el primer tercio del gobierno de Carlos Salinas surgieron dos instancias que perviven, en Washington (que acaba de celebrar 31 años) y en España. El modelo de Casa de Cultura se fijó en Colombia y en Chile, donde su base legal fue el instituto nacido al restablecerse las relaciones en 1990. Después desaparecieron.
A este fenómeno ciertamente a salto de mata, se fueron sumando las filiales del Fondo de Cultura Económica en Argentina, Chile, Colombia, Ecuador, España, Estados Unidos y Guatemala, detonadoras de otras aristas del intercambio cultural bilateral. Como sabemos, en algunas de estas sedes hay centros culturales de enorme envergadura, como es el caso de Bogotá.
La historia del Instituto Cultural de México en España llega a tres décadas en el 2022. Nace en el sexenio salinista siendo Embajador Jesús Silva Herzog, quien contó con Víctor Sandoval para instrumentarlo, quien venía de la dirección general del INBAL. Desde ese entonces sus directores han sido Luz del Amo (ya fallecida), Alejandro Aura (que murió justamente en Madrid), Jorge Valdés Díaz-Vélez, Jaime del Arenal, Pablo Raphael de la Madrid, Antonio Labra y hasta hace unos días, Jorge F. Hernández.
Hay algo que singulariza la presencia de México en España, fenómeno que no se da en ninguna otra nación y que entraña a la vez, otro misterio, aunque en apariencia se encuentre todo muy claro. Se trata de la Casa de México en España, que abrió sus puertas en octubre de 2018.
Sabemos que es el inmueble que se le debía al gobierno como contraprestación al otorgado en la Ciudad de México, para la operación del hoy magnífico Centro Cultural de España que se inauguró en 2002.
Lo que ocurre es que la Casa fue entregada a un particular, que dio origen a una fundación. Se trata del empresario Valentín Diez Morodo, quien preside el Comité Ejecutivo y quien nombró como directora general a Ximena Caraza Campos, de larga trayectoria en los ámbitos público y privado.
Además, curiosamente la Casa tiene un Consejero Diplomático asignado por la cancillería, que se encarga, según se lee en el portal, “de coordinar actividades oficiales y diplomáticas”. En el Comité participan tres secretarías, Relaciones Exteriores, Cultura y Turismo.
No menos importante es que la Casa cuenta con una librería del Fondo de Cultura Económica.
Pero también España es relevante para México por ser la sede de la Secretaría General Iberoamericana, en la que tanto tuvo que ver nuestro país, la cual la presidió en sus inicios el Embajador, ya en retiro, Jorge Alberto Lozoya. Y no olvidemos que es la nación Ibérica la cuna de la Organización de Estados Iberoamericanos, a la que pertenecemos a través de la Secretaría de Educación Pública.
Debemos parar esta entrega, no sin antes dejar en fijo que parte del patrimonio de la política exterior mexicana son los centros culturales de Guatemala y Los Ángeles, como el Instituto en Costa Rica y en el Consulado de Nueva York.
Los rastreos entregan más rasgos del historial. En 1998 surge el Instituto Mexicano de Cooperación Internacional (IMEXCID).
En búsqueda de orden y concierto en estos escenarios del quehacer cultural de México en el orbe, la mayor intentona vino en los años que Jorge G. Castañeda fue el titular de Relaciones Exteriores entre 2000 y 2003. Puso en marcha el proyecto el Instituto de México con la ya fallecida Alejandra Rangel.
En paralelo integró un nutrido grupo de agregados culturales, bajo la dirección de Gerardo Estrada al frente de Asuntos Culturales, como igual hubo otras designaciones entre cónsules y embajadores.
Correspondió al nuevo secretario, Luis Ernesto Derbez, destruir lo que se buscaba.
Con el antecedente del IMEXCID, tras cuatro años de debates y con notables limitaciones, nace la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AMEXCID) en 2011, iniciativa de la Senadora del PRI Rosario Green, quien falleció en 2017.
Más o menos así es, Brenda Lozano. Todo un quehacer, todo un acervo silenciado por la diplomacia cultural de la cuatroté.