Me dice el crítico de música, el buen amigo Iván Martínez, durante el intermedio del concierto de la Orquesta Sinfónica de Minería, el sábado 23 de julio, que vayamos al teatro Milán.
La temporada de Torch song, original del norteamericano Harvey Fierstein’s corre únicamente los martes y quedan cuatro funciones. Al ser revisor del libreto, Iván forma parte del enorme esfuerzo que hace posible que Alejandro Villalobos arranque con bríos su camino de director de teatro.
Del conjunto de hacedores del montaje saludamos, al lado de nuestra amiga Verónica García, a Gabriel Guevara Contreras, cabeza de 33 Productores. Depositó su entusiasmo e inversión en un debutante que se ha medido con pulso firme para poner en escena una pieza que es un vibrante juego de vencidas.
Si nos atenemos al origen de la historia, su trayectoria en los escenarios fuera de nuestras fronteras y al antecedente que hace más de tres décadas se dio con Tito Vasconcelos en el entonces Distrito Federal, Alejandro Villalobos logra un sello imperecedero.
Ha puesto una marca con la que ha de ser medido en sus siguientes trabajos. Lo digo como el espectador que no se despegó de la trama y sus protagonistas, de la labor del concertador.
Dentro de la gama de las líneas argumentales para dramaturgia, un puñado son de enorme complejidad. El atrevimiento de lo excepcional tiene muchos más riesgos que los guiones con salvoconducto a los paraísos. Es el caso de Torch song.
Antes de ingresar a la sala, cuatro drag queens son la atracción, ya que es también su noche: Ank, Nina de la Fuente, Liza Zan Zuzzi y C-Pher. Hay disputa por llevarse la foto del acontecimiento.
La obra de Fierstein’s abre con un vigoroso monólogo del gran articulador del drama, Arnold, llevado en la piel por Rogelio Suárez. Su poder es tal, que arrasa durante las casi dos horas el escenario.
Arnold es un drag y sus historias de amor enormemente sufridas. Entre lo hetero y lo homosexual se encuentra Ed, en el cuerpo de Manuel Balbi. El triángulo se hace con Laurel, la esposa del indeciso, en la figura de Carmen Sarahí. El universo se convierte en refriega entre cuatro con Alan, el joven amor de Arnold que será asesinado, llevado por Jhovardy Vences.
El director Alejandro Villalobos guía entonces Torch song por una combinación de montaña rusa. Va del drama, a la comedia, al humor a costa del dolor, a la violencia de género, de los prejuicios, de los atavismos, de las buenas y malas costumbres, de lo designado como normal a lo intolerable por las fobias.
Es en el segundo acto donde entra Ma, la madre de Arnold, estelarizada por Anahí Allué. En el juego de las vencidas entre el hijo homosexual y la mamá viuda con el otro hijo ejemplar, nadie gana. Aun cuando de por medio esté la adopción de David, chico de ser homosexual, rol encomendado a José Peralta.
Plantados en una escenografía del propio Villalobos, los personajes de Torch song ponen al día las incesantes batallas por el respeto a la diversidad, la tolerancia y el derecho a elegir el cómo vivir para lograr la felicidad.
Nada hay de ordinario o común en la dupla Fierstein’s-Villalobos. Demasiadas luchas se siguen perdiendo en estos terrenos. Por ello el productor Guevara dice en el espléndido programa de mano que “esta obra está dedicada a toda nuestra comunidad, a nuestros ideales, a nuestros sueños y al arcoíris que ilumina nuestras vidas”.
Córrale a las taquillas o bien al sistema Ticketmaster, sólo quedan los martes 2, 9 y 16 de agosto, teatro Milán, 20:45 horas.