En uno de tantos correos a mi sensacional cuate Carlangas, Carlos Vicente Tapia Mosquera, le conté que, una noche en días de Semana Santa de 2005, al caminar di con un pequeño antro. Me deslumbró que, en la colonial ciudad de Popayán, donde él habita, en esas fechas escenario de la mayor y más vistosa celebración del catolicismo en Colombia, el letrero anunciara: Bar Tijuana.
El dichoso acontecimiento, que no pasó del avistamiento por ser días de guardar, lo consigné en mi libro Colombia tiene nombre de mujer (UANL/Ediciones Sin Nombre, 2011). Regresé a ese recuerdo al comentarle a Carlangas mi estancia en Baja California, a finales del 2022, con motivo del estudio sobre el sector cultural.
Días después, Carlangas, poseedor de un enorme genio creativo, me hizo llegar la estampa del único lugar con el que dio. Se trata del Tijuana Café-Bar, que se encuentra en el Centro Comercial Campanario.
Quien amablemente me respondió por el Messenger del negocio, me dijo que “el establecimiento es un bar donde se ofrecen cervezas y cócteles ‘mexicanos’, entonces qué mejor referencia para esto que el nombre de Tijuana”.
En la plaza comercial hay, además, dos restaurantes que honran el imaginario y los sabores mexicanos: el Tres cuates y el de Tacos&Steak. No puedo dejar de mencionar que la única librería entre docenas de tiendas lleva el bello nombre de Pensamiento escrito.
Y faltaba más: otro lugar emblemático de nuestra patria es el parque Benito Juárez, donde el grandioso héroe mira desde 1970 la vida cotidiana.
Dado que últimamente soy presa de variados episodios de olvido, le pido a mi carnal Carlos Vicente Tapia Mosquera sintetice nuestra historia: “Imposible olvidar aquella mañana de septiembre de 2001 cuando nos conocimos, en las oficinas que la agregaduría cultural de nuestro país tenía en el barrio La Cabrera. Todo fue un complot maravilloso de, como ya dije en uno de mis video-cuentos, la estocástica o probabilística de la vida, pues entonces hacía un posgrado en gestión cultural en la Universidad del Rosario en Bogotá, y dentro de la materia de Prácticas Externas, pedí, para tener experiencia en el frente de Diplomacia Cultural, una cita con el agregado cultural.
«Agregado cultural que resultó ser el señor licenciado Eduardo Cruz Vázquez, con quien tuvimos una pisciana empatía, a pesar de llevarme un sexenio de distancia en cuanto edad, y además ser egresados de la que para mí es la mejor universidad de México, nuestra querida UAM Xochimilco, carrera Comunicación Social, o comunicología como se decía en nuestros tiempos.
“Luego visitaste en 2005 estas tierras patojas, de donde es mi madre Nora Mosquera, descendienta de una de las estirpes decimonónicas que rigieron el país en aquellos años incipientes de la República colombiana y con quien mi padre, Orlando Tapia, se casó en 1966, después de algunos años de estar radicado acá por asuntos de un posgrado, él es boliviano, de Cochabamba y hace poco arribó casi invicto en su salud, a sus 90 años de edad.
“En aquella época la OEA le planteó a mi padre escoger para una beca en Pediatría, es médico, tres posibles destinos: Panamá, Guatemala o México. Escogió México y allí, en el Hospital Español, vine a aterrizar yo un 10 de Marzo de 1967.
“Así pues coincidimos en lo piscianos, en lo comunicólogos, en lo escritores, en el profundo compromiso por la gestión cultural, fíjate que curioso, en lo único que no coincidimos, es que no he tenido el gusto de visitar Tijuana ni en gustarme los bares, llámense así o de cualquier otra forma. No soy de antros, como diríamos en nuestras épocas”.
Dedicado a diversos afanes de la gestión cultural en la también sísmica Popayán, Carlangas produce en su canal de YouTube la serie de VideoLiteratura provocoKtapia https://www.youtube.com/@carlosvicentetapia
El cuate Tapia Mosquera goza de un maravilloso catálogo de poemas y cuentos de su autoría. Además toma ciertos personajes o pretextos para narrar, con una voz propia de los mejores oradores como de experto locutor, un variado abanico de historias.
Y para mis orgullos, el buen amigo grabó un poema dedicado a mi padre que se publicó en el suplemento Laberinto de Milenio (interesados leer https://www.milenio.com/cultura/laberinto/rendicion-un-poema-de-eduardo-cruz-vazquez ).
Así que dos de mis más grandes afectos habitan y reververan en la bellísima Popayán, en la Colombia donde viví a principios de siglo los mejores años de mi paso por esta tierra. El querido Carlangas, con su amistad cómplice y su catálogo inacabable de creatividad, y la emblemática Tijuana, con su sello imperecedero, irrefutable, genial.