Ni modo, la designación es larga: Informe anual de las acciones de fomento y de los apoyos y estímulos otorgados por dependencias y entidades de la Administración Pública Federal a favor de Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC) correspondientes a 2019.
Anótese que el informe (y otros aquí citados que bien pueden consultar) es generado por la Comisión de Fomento de las Actividades de las Organizaciones de la Sociedad Civil e integrado a la Cuenta Pública, vía la Secretaría de Hacienda.
Uff.
Recontra uff. El bajón es apoteósico, faltaba más, pues en las cifras, el dios también es redondo.
El primer año del régimen amloista, los apoyos y estímulos económicos a las OSC fueron del orden de (en miles de millones de pesos) 1,841,295,283. Lo que refiere a apoyos y estímulos no económicos, divididos en nueve categorías, no son monetizados (podéis observar la gráfica que abre este paredón para santo y seña).
Eso significó (lo que signifiquen) 24 mil 290 acciones a través de 19 mil 177 OSC que cuentan con CLUNI (Clave única de Inscripción en el Registro Federal de las OSC). Uff.
Éstas organizaciones pueden o no ser Donatarias Autorizadas. Recordemos que según la Secretaría de Hacienda, andamos en poco más de 9 mil de estas benéficas instituciones.
Y tengamos presente que según el informe que reporta 2019, las donatarias culturales recibieron 2 mil millones 094 mil pesos. (Recomiendo leer mi columna del 13 de octubre de 2020).
Según una nota del periódico Reforma del 19 de abril de 2021, en el registro federal se puede ver que de 22 mil 508 organizaciones bajo dicho catálogo en 2018, se pasó en 2020 a la friolera de 13 mil 876 en activo. Es decir, se esfumó la actividad para 8 mil 632 organismos.
Vaya que no es para menos esta trama.
Pero (esos peros que son peras del olmo): según la Asociación Civil Alternativas y Capacidades, en un artículo del 16 de octubre de 2019 en la revista Nexos, en esos no lejanos ayeres las bien habidas con CLUNI sumaban 41 mil 129, de las cuales (entonces) 16 mil 257 se reportaron como inactivas.
Uff.
Claro, el dichoso (e ilustrado) informe no dice ni jota del total existente en el (hoy) cuatroteísta registro federal. Y por ningún lado encontré mi versión del diablo de los números cluniescos (y no tanto).
En estas rutas de las organizaciones de la SoCi, sale al vuelo del INEGI otra medida: por número de establecimientos destinados a tareas sin fines de lucro ¡Yes Sir!
En los Censos Económicos del 2014, se contaron 60 mil 205.
En los ídem entregados en 2019, nos encontramos algo más a detalle: la clasificación por tipo de establecimiento. En consecuencia vimos “Asociaciones y organizaciones civiles”, con 13 mil 950 espacios censados, de los cuales solo 245 son considerados “grandes”, es decir, con más de 50 personas ocupadas y más de 50 millones de pesos anuales de flujo.
Sabores encontrados
Pero regresemos al documento informativo que forma parte de la Cuenta Pública del 2019 ya que dice más, hay que ser justos.
En el citado 2019, fueron153 OSC las que recibieron en efectivo 1,638,712,761. A través de 21 más, se destinaron 202,582,522 mediante convenios con variaciones según los afanes.
Vistos los pesos de la austeridad pejista por Ramos de la administración (es decir, dependencias), la centenaria Secretaría de Educación Pública (SEP) fue (como casi siempre) la ganona.
Dos instancias llevaron la mano del escaso recurso financiero: el Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (el INEA del titular del renunciado apenas en marzo, Rodolfo Lara) con una derrama de 963,413,498.
Siguió la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (la Conade de la no menos vapuleada Ana Gabriela Guevara) con 249,405,532.
Conviene reducirnos a la SEP y a la Secretaría de Cultura (SC), cuya Dirección de Recursos Financieros fue una, entre las varias dependencias, que en la Cuenta Pública ya citada no reportaron acciones. Así: NO.
El único privilegio estimulador fue del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), que desde sus fueros (fierros, cueros) informó haber destinado a seis OSC la suma de 2,000,360. Así mero (por eso en cifras el dios es redondo). También presumió dos organizaciones apoyadas en especie.
Los contrastes, en este escenario del primer año del reinado morenista, son cortesía, claro que sí, de los neoliberales y los conservadores (juntos pero no revueltos).
Para ilustrar la debacle a nombre de la austeridad republicana (no hay flujo en caja para usar mayúsculas, lo siento), tomemos los años del pasado cada vez más lejano (para los que se dicen ser afortunados con ello).
Tiempos del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, el 2010, año pospánico por cuenta de la influenza y a la vez, meses del reventón bicentenario. De 4,350,397,799 destinados por los legisladores, el Conaculta entregó a 479 OSC la cantidad de 1,393,104,585.
Chúpale pichón.
Brinquemos al primer año peñanietista, el 2013, al tercer periodo en Conaculta de don Rafael Tovar. De la anualidad fijada en San Lázaro de 5,408,922,719, se dieron 911,754,447 a 190 OSC culturales.
El pico (de Orizaba, del Nevado de Toluca, del Reino de Arenal, del furor de los “etiquetados” a manos de diputados y senadores de todos los colores) fue el año 2015, el último de la era Conacultiana.
Se despacharon (distribuyeron, asignaron, concertaron, aron aron aron) 7,256,338,450, de los cuales a la SEP del gran letor secretario Aurelio Nuño Mayer le tocaron 3,872,668,408. Ay ojitos, ojones. Y de ese montón de miles de pesos, Rafa puso en manos de 383 OSC la suma de 1,479,868,326.
Sí señoras y señores, estas entregas del pasado rico (o rico pasado, da igual) tienen dos orígenes: una mayoría son los recursos que fueron repartidos desde la Cámara de Diputados y la minoría (no tan mini) a los no despreciables dineros que cada año para los mismos fines asistenciales dispuso como parte de su presupuesto el Conaculta y, después, la joven Secretaría de Cultura (para mayor claridad ver la última gráfica).
No en vano se consigna en los informes de donde se toman estos datos (hay más datos) que el ejercicio fue a través de la (entonces) Dirección General de Administración (luego enaltecida en Oficialía Mayor, para luego quedar en un “mix” sin igual al arranque del transformerío de la cuarta).
Terminemos que ya se me acaba la cuerda.
El último año (literal, el fin de los etiquetados y anexas) fue 2018, en el que se repartieron 6,209,037,495. En la nota más baja para el novísimo Ramo 48 (SC) alcanzó 739,221,185.
En 2014 siguió la mata bien dando desde el reino de Chimalistac: el CNCA hizo fluir 1,183,287,200.
En 2016, en el estrenón del primer titular del despacho, los fondos vía Secretaría de Cultura fueron de 1,414,143,654.
En 2017, ya con Maraki García Cepeda, bajaron a 995,969,997.
Así las cosas (de las casas chicas), las OSC perdieron en 2019 el acceso (dicho de manera elegante) a 4,367,742,212 con relación al neoliberal año (de despedida) del 2018.
Y las organizaciones culturales se despidieron de 737,720,825 de 2018 a 2019.
Visto en horizonte sexenal, de 2013 a 2018 se dispersaron para las comunidades culturales de la sociedad civil 6,724,244,809.
Por la lógica más simple de ver replicado lo ya obtenido (inercia en la asignación), será de más de seis mil millones de pesos la pérdida de liquidez para el campo de las OSC del sector cultural en el sexenio del tabasqueño.
Cuando entreguen el informe de la Comisión de Fomento de las Actividades de las Organizaciones de la Sociedad Civil correspondiente al ejercicio fiscal de 2020, vaya peliculón de terror encontraremos.
Esta es la triste canción de amor de los tiempos neoliberales, la tristísima canción de amor del primer año de los liberales cuatroteístas.
Elija su tonada favorita y enfílese a su casilla el domingo 6 de junio.