A estas alturas de junio del año 2024, estará perfilada(o) quien reemplace a Alejandra Frausto en lo que insisten en llamar Secretaría de Cultura. Habrá corrido el ritual de tinta en numerosos artículos, reportajes, foros, juntas y recuentos de nobles herencias de la llamada 4T, como se habrán puntualizado hasta la saciedad en esos escenarios las ruinas del sector cultural en seis años.
Dejemos desde ahora algunas conjeturas. Por el lado de la elegida o designado en Morena, se repetirá la receta del mandatario tabasqueño en campaña. Es decir, fijada la estrategia electoral de designar gabinete para animar la contienda, quien aparezca en la cartera cultural será la coordinadora(r) del área de la (el) aspirante.
Si como se pinta el tablado se presenta una ruptura en Morena, convirtiéndose “X” persona en contrincante de la designada(o) por AMLO, el método será replicado con ciertos maquillajes. Es decir, un responsable de cultura se perfilará para el despacho de Arenal esquina con Tlaxcala.
En lo que se conoce como oposición, el tejido tampoco reserva sorpresas, salvo una excepción. Ésta es que se pongan las “fuerzas políticas” de acuerdo y por lo mismo, quien lleve los hilos del ajetreo cultural del candidato de “unidad” surja de dicho consenso partidista.
En esta tesitura se abriría la oportunidad de generar un proyecto convincente como de antídoto a lo legado por el régimen de salida, para un gobierno que no será. Pienso que, de ser así, algo se podrá ganar en el siguiente sexenio morenista. Una buena “cargada” de las comunidades culturales y científicas con la oposición organizada, forzaría a los oficialistas a pactar algunos acuerdos.
Lo otro que se puede venir encima, en el peor de los montajes, es que cada partido vaya con su personero. O que, al fin fragmentada la oposición, quienes vean los lazos de candidatos con los de la cultura, se conviertan en los solitarios del palacio inalcanzable. Ante un alud de interlocutores, agendas, documentos y foros, saldrán beneficiados la (o el) que lleve las cuerdas del morenismo.
En términos generales, las conjeturas serán aplicables a los procesos electorales a gobernador y alcaldes en los estados de la república.
En un gobierno federal de coalición se abre la posibilidad de que la responsabilidad de la cartera de cultura recaiga en un personaje con ciertas cualidades. Sin duda se viviría una disputa por el cargo que le vendría muy bien al sector cultural. Con la continuidad a raja tabla como con la versión bautizada publicitariamente como “4T 2.0”, no. Del dedo al dedillo es corto el trecho para ungir a partir de la confianza.
Entre la corriente que busca evolucionar la institucionalidad cultural y aquella que con resignación espulgaría el pan sobrante de lo mismo del 2024 al 2030, hay mucho trecho. Por ello vienen meses en los que, fijadas las condiciones electorales del 2024, se tomarán posiciones. Deambular entre el programa y la persona ideal para la Secretaría de Cultura ya veremos qué saldos deja al día de las elecciones nacionales.
Se busca ideario y quien lo realice. Para el primer abordaje, el GRECU instala el jueves 8 de junio a las 19 horas el Búnker de campaña del sector cultural en la Escuela Carlos Septién García. Gracias a la complicidad de la directora Analletzin Díaz, la sede de la colonia del Valle se convertirá hasta diciembre en el punto de diálogo para tal fin, a efecto de diseñar lo que es posible hacer en las campañas.
Para lo segundo, me inclino por trazar ciertos rasgos. Si fuera un head hunter buscaría una mujer con probada visión sectorial. Capaz de entender los grandes desafíos culturales desde lo público, pero también desde lo privado y lo social. Mirada internacional, gradualista, dialogante, en el mejor justo medio. Arrojo, valentía, capaz de decirle no al presidente. Dispuesta al gran golpe de timón en bien de millones de gentes que desean vivir de lo que culturalmente realizan.
Hagan sus apuestas.