Me tocó un Nacho Solares en las correrías de la gestión cultural. Sin ser mi amigo, habiendo convivido en diversidad de eventos y citas sociales, le pedí una audiencia cuando se desempeñaba como director de Teatro y Danza de la Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM. El afable Antonio Crestani estaba al frente del área de Teatro. Fue en los primeros meses de 1995. Entonces era director de Prensa y Difusión del Conaculta.
Mi cercanía con Josefina Vicens (1911-1988), el deseo de promover el guion cinematográfico más aplaudido de su producción originó la idea de un espectáculo teatral con el título de la película, Los perros de Dios. Sin ser dramaturgo, decidí mezclar en el texto elementos de las novelas El libro vacío y Los años falsos, como del cuento Petrita.
Le pedí a Nacho su orientación y apoyo. Pocos días después me sugirió ir con Hugo Hiriart quien consideró que, por el tipo de trabajo escénico, el director idóneo era Enrique Pineda. Con él fui a entrevistar en el teatro Julio Castillo.
Por nuestra con labor con Alejandro Ordorica en el Programa Cultural de las Fronteras, conocía a José María Fernández Unsáin, el presidente de SOGEM. En ese entonces Bernardo Ruiz era el director de Difusión Cultural de la UAM y Andrés González Pagés, director del Instituto de Cultura de Tabasco. Fue así como salieron los fondos para el montaje de Los perros de dios en el Teatro Coyoacán de la SOGEM, cuyo estreno fue en julio de ese 1995.
Los honorarios de los actores de las primeras 50 funciones fueron cubiertas por la Dirección de Teatro y Danza de la UNAM. Así era en ese tiempo con todo y que estaban aún los estragos del “error de diciembre” de 1994. Quienes hicimos la obra respondimos al apoyo de Nacho obteniendo de la taquilla los salarios de otras 50 funciones. La placa conmemorativa se puede ver en el teatro.
Por esta obra y por otros asuntos de mi ser periodista, Nacho me abrió las páginas del suplemento La cultura en México en la revista Siempre!
El gran Ignacio me ratificó su confianza y apoyo en 1998. Al iniciar el año entré a trabajar como coeditor de la sección cultural en el periódico Reforma. Por el mes de mayo, al haber sido designado el artista plástico José de Santiago como coordinador de Difusión Cultural de la UNAM, Nacho le propuso que me nombrara secretario de Comunicación.
Así volví a la universidad. Mi primera estancia había sido por unos meses en 1986, cuando Marco Antonio Campos, siendo director de Literatura, me invitó a colaborar como corrector de estilo, bajo las órdenes de Jorge Von Ziegler.
Vaya que fueron intensos los meses de labor con José de Santiago. De ese tiempo recuerdo un inédito diálogo al que convocamos en San Ildefonso. Reunimos para conversar a destacados periodistas culturales como Víctor Roura, Humberto Musacchio, Jorge Meléndez y Andrés Ruiz. La foto que ven es de ese momento.
La agitada gestión de José de Santiago, la cual ocasionó varios conflictos con algunos directores, concluyó con mi separación del cargo. Poco después estalló el conflicto que paralizó a la UNAM por casi un año. Tras ser también director de Literatura, Nacho Solares asumió la coordinación de Difusión Cultural, para después ocuparse de la Revista de la Universidad.
Es una pequeña historia que llevo siempre conmigo. Abrazos Nacho, gracias por esos tiempos compartidos.