Así es la grilla cultural en Morena. No termina su primera administración federal, ni de la Ciudad de México, no se ha generado un acto de evaluación de logros como de autocrítica de su gestión en la institucionalidad cultural, pero ya circulan los ríos de diagnósticos, propuestas y expectativas para el nuevo régimen de 2024.
Por ello he de señalar algunas de mis contrariedades. En el adelanto de la sucesión presidencial, la reunión proselitista que encabezó Claudia Sheinbaum se llevó a cabo en la sede del Consorcio Internacional Arte y Escuela (ConArte), La Nana. El inmueble histórico fue destinado a la ONG a través de un comodato. Su animadora, Lucina Jiménez, a quien conozco y respeto desde hace años, dejó su encomiable empeño en manos de una dirección colectiva al hacerse responsable de la dirección general del INBAL.
No es la primera vez que Sheinbaum acude a La Nana. Lo hizo como candidata a la jefatura de Gobierno en 2018. Entonces Jiménez no era servidora pública. Las razones para que la aspirante a suceder a López Obrador aceptara que la cita con sus seguidores se llevara en este escenario no las expresó en el acto, ni lo hizo a través de alguno de sus voceros. Me parece que no fue conveniente.
En este contexto, otra contrariedad tiene que ver con la Secretaría de Cultura que dejó Sheinbaum. Cuando se esperaba una fructífera como reformadora labor de José Alfonso Suárez del Real, se aplicó la típica medida de la cultura política mexicana. Moverlo de su posición para que fuera útil en otro frente de la administración para luego mandarlo al servicio exterior. Designó entonces a Vanessa Bohórquez, quien pasó con más penas que glorias. Desde enero del 2022 despacha Claudia Curiel.
Tres secretarios habrán pasado (en una de esas cuatro) y la novedosa forma de gobernar del cuatroteismo no resolverá la histórica dislocación estructural de la dependencia. Con el ADN del que fuera el Instituto de Cultura fundado por Alejandro Aura, se habrá perdido otra oportunidad de concebir una secretaría moderna, potente en sus finanzas y con un marco adecuado en su relación con las alcaldías.
Por donde quede Sheinbaum tras las definiciones partidistas, llevará otra contrariedad mía a cuestas. Tiene que ver con su complacencia a avalar el traslado del Museo Dolores Olmedo de su sede histórica en Xochimilco a un parque de diversiones. A este atropello familiar que consiente sumemos la decisión de romper caprichosamente la colaboración con el Papalote Museo del Niño establecida para replicar el recinto en Iztapalapa, desperdiciando una notable experiencia para dar simiente al llamado Yancuic.
Una de las más graves contrariedades tiene que ver con el engaño que fue la Ley de Espacios Culturales Independientes. Señalamos su inviabilidad desde el inicio de la trama (ver https://pasolibre.grecu.mx/ley-de-establecimientos-mercantiles-coyotes-y-sapos-contra-principados-2/). En lugar de ofrecer disculpas, derogar esa norma y hacer lo que correspondía, modificar la Ley de Establecimientos Mercantiles, se siguen haciendo malabares para ajustar lo que finalmente será cosmético.
En esa perspectiva, la ex jefa de Gobierno se olvidó del compromiso alrededor de las industrias creativas. No sólo se cruzó de brazos ante fusile conceptual incluido en la cuatroteista Ley para el Desarrollo Económico de la Ciudad de México. También permitió que tres secretarios de Cultura dejaran a su suerte las posibilidades del programa de empresas culturales asentado en El Rule.
Por supuesto que el proyecto Chapultepec acusa numerosas contrariedades. Las propias y las ajenas, como la indiferencia de Sheinbaum ante la película de policiaca llamada Museo Nacional de Energía y Tecnología (Munet), en la cual es protagonista Manuel Bartlett.
Dejemos hasta aquí unas cuentas del rosario. Dirán ¿y los logros de Sheinbaum? ¿Lo son implantar Pilares en detrimento de los Faros? ¿Promover conciertos en el Zócalo aprovechando las ventajas con su socio CIE/OCESA? ¿Presumir logros de la inexistente industria cinematográfica en el único punto del país donde puede ser negocio? ¿Hacerse de la vista gorda con el manejo del fideicomiso del Auditorio Nacional?
¿Y buscan otro sexenio? Dirán que su cuota, al estilo del PRI, apenas inicia. Quieren alrededor de 64 años más para resolver los pendientes.