No se me olvida ya que, al renunciar Víctor Flores Olea al Conaculta, tomó el cargo Rafael Tovar. Era abril de 1992. De esa manera regresé al Consejo, tras dejarlo un año antes, cuando a Alejandro Ordorica y todo su equipo de trabajo, nos pidieron la renuncia. Habíamos traspasado el cambio de sexenio en el Programa Cultural de las Fronteras que había nacido en la Secretaría de Educación Pública.
En la trama de la salida de Flores Olea, que aún al recordarla no deja de sorprenderme, un feroz enfrentamiento con Octavio Paz y la revista Vuelta a razón del Coloquio de Invierno organizado por la revista Nexos. Me regresa el episodio a propósito del desplegado “Contra la deriva autoritaria y por la defensa de la democracia”, publicado el pasado miércoles 15 en Reforma.
En ese año del 92, como por mucho tiempo, han sido antagónicos (en genérico popular Nexos vs Vuelta-Letras Libres). Ahora les vino reunirse a Héctor Aguilar Camín y Enrique Krauze para lanzarse contra el presidente López Obrador, quien de inmediato respondió de manera acre: a cada quien su memoria.
Ellos dos más otras 28 personalidades han generado una polémica que estimo ha cumplido a medias con su propósito. Aprecio que ante todo su presencia es la que agitó el avispero de la comentocracia, de fifís y chairos, de liberales y conservadores. Otros más apuntalaron con menos focalización los dimes y diretes: Jorge G. Castañeda, Agustín Basave y José Woldenberg. Cosa de caballeros. Del resto, ni sus luces ni las penumbras.
Y es que en medio de los resorterazos, del grupo firmante, no pocos son gente de bien y con obra, por ejemplo, María Baranda, Soledad Loaeza e Isabel Turrent; Gabriel Zaid, José Ramón Enríquez y Christopher Domínguez. En todo caso, si en su historial han tenido bando, ahora el mandatario AMLO los puso como banda en su “bendito coraje”, esperando hasta disculpa.
Cosa del tiempo, las edades, las circunstancias, de la memoria que es hierba.
Coloquio o cuento de invierno
Ése fue el título del artículo de Octavio Paz que rescatamos de la edición del 13 de febrero de 1992, del diario ABC de Madrid. Recordemos que en 1990 la revista Vuelta, “con la ayuda de la iniciativa privada (Televisa) y sin ningún apoyo oficial”, como escribió Paz en ese texto, organizó un encuentro internacional de intelectuales “sobre los grandes temas y cambios de nuestra época”: “La experiencia de la libertad”. Tan recordado por la intervención de Mario Vargas Llosa con su “México es la dictadura perfecta”.
En lo que es una pieza demoledora, cuyo contenido cimbró al naciente salinismo, el poeta cuenta que a partir del encuentro “nada más natural que otro grupo de personas se propusiera organizar una nueva reunión que fuese una respuesta a la de Vuelta. Uno de los organizadores del Coloquio de Invierno, el señor Jorge Castañeda, en unas declaraciones a un semanario (Proceso), reveló que la ‘idea de organizar el Coloquio surgió desde el año pasado; los ahora convocantes nos planteamos la necesidad de llevar a cabo esa reunión con gente progresista, por no llamarla de izquierda…y así se dio la voluntad de organizar el Coloquio, vinculado a la Universidad’” (la UNAM).
Esta declaración, agrega Paz, “muestra con claridad que el Coloquio fue pensado y organizado por un grupo ideológico que Castañeda llama con vaguedad (la precisión intelectual no es su fuerte) ‘de izquierda o progresista’”.
El disgusto tenía varios frentes. Uno de ellos derivado de la exclusión del grupo Vuelta ya que “ni la Universidad ni una oficina gubernamental pueden patrocinar a una tendencia, eliminando a las demás”.
Ante el conflicto desatado, el rector José Sarukhán y presidente Flores Olea, le enviaron una carta a Paz: “su cambio se debió probablemente, al temor a un escándalo”. En respuesta, señala, “sugerí una reunión para tratar el caso con calma y libertad; agregué que me acompañaría Enrique Krauze, subdirector de Vuelta, pues a mi juicio el asunto no era estrictamente personal”.
Al dar ciertos santos y señas de la cita, cuenta el poeta que “nuestros interlocutores prefirieron, al franco intercambio de ideas, las fórmulas, los rodeos y las escapatorias (…) Respondieron con vagas, contradictorias y extravagantes apelaciones al ‘pluralismo’ (sic)”. Ante la exclusión “incurrieron de nuevo en las alusiones y subterfugios: ‘olvidos lamentables’, ‘errores’, ‘inadvertencias’ y otros circunloquios. En cuanto a mi caso: creían que estaba en el extranjero(¡). Poco a poco la conversación se transformó en un sainete burocrático. Era inútil seguir y nos despedimos”.
Duelo de titanes
La tunda sigue en el artículo de Paz, al atribuir esa “actitud escandalosa que algunos atribuyen a la influencia de Carlos Fuentes sobre ese alto funcionario” (Flores Olea).
“Si vetar a un adversario es poco generoso, es inmoral que un funcionario se sirva de la autoridad que el Estado y la sociedad le han confiado para vengar los agravios personales de un amigo. La amistad degenera en complicidad y el sainete burocrático en crónica de los abusos de los mandarines”, apuntaló quien obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1990.
Al alentar “una esperanza” en el Coloquio de Invierno, Paz la deposita en algunos de los invitados extranjeros y mexicanos de “espíritus independientes”: “quizá ellos podrían convertir el corrillo de una secta en una auténtica asamblea plural (…) Ojalá que la libertad y la crítica disipen el miasma de las ideas estancadas, del arcaísmo ideológico y de los rencores mezquinos”.
Por supuesto que el acontecimiento dio para más. Por ahora solo añado que hay en este episodio de 1992 algo que no se puede olvidar como también alecciona sobre lo que, al menos por ahora, ha quedado atrás.