La respuesta es: todo indica que sí. El reciente nombramiento de Consuelo Sáizar al frente de la Feria Internacional del Libro de Monterrey, que promueve esa industria educativa que es el Tec, tiene los ingredientes para un revolcón en este tipo de foros culturales y de negocios.
No se puede entender de otra manera el que Sáizar haya aceptado asentarse entre los regios. Firmar un contrato con un grupo vital del portento empresarial que es el nuevoleonés, impone condiciones particulares.
Quien fuera editora de Jus, directora del Fondo de Cultura Económica y presidenta del Conaculta, habrá presentado un proyecto básico. Una idealización que sin fondos le pondría en una situación lejos de su carácter y formas de conseguir sus empeños.
Es decir, las autoridades del Tec se habrán comprometido con un flujo capaz de responder a las capacidades de la directora. Un soporte con las libertades necesarias para generar tanto una programación innovadora como los ingresos propios como factor de equilibrio.
Vaya, Sáizar no regresó, tras su periplo académico por Reino Unido y Estados Unidos, a administrar una feria librera para ponerla más o menos al tono nacional, que signifique algunas diferencias en el conjunto y refuerce la sinergia con la feria UANLeer que encabeza desde la secretaría de Extensión y Cultura el periodista José Garza. No es asunto menor la potencia de promoción editorial de la casa universitaria.
Entonces ¿por cuánto irán el Tec y Sáizar?
Las ferias se distinguen por sus escenarios y vocaciones. UANLeer se realizó del 16 al 20 de marzo y la Feria de Monterrey será del 8 al 16 de octubre, teniendo como marco su 30 aniversario. Esto convierte a la capital del estado en un espacio de la industria sin similar en la república; ocurre en un nodo financiero donde el sector cultural dista de agotar el desarrollo de su mercado.
Algunos datos al respecto. Según el análisis del sector cultural realizado en 2017 por el Consejo de Nuevo León y el Conarte, el estado ocupaba el cuarto lugar nacional en la participación del gasto en cultura con 5.46%.
El estudio -incipiente, limitado, con poca fortuna para lo que pudo ser- no precisa lo que refiere a la cadena del libro, y estima que por efecto “expansivo” el sector representa el 1.22% de la producción bruta de la entidad. En cuanto a la aportación al Valor Agregado Bruto (VAB) apreciaron para ese año el 1.62%.
Es importante subrayar que estas cifras no refieren a lo que la Cuenta Satélite de la Cultura da, la aportación al PIB, dividido en tres segmentos: el mercado, la gestión pública y el trabajo en los hogares.
Parte de este aún modesto comportamiento se debe a que Nuevo León tiene un potente brazo filantrópico. Es decir, las instituciones sin fines de lucro apalancan con donativos que, en el Reporte de Donatarias Autorizadas de 2021 (ejercicio fiscal del 2020, año pandémico) alcanzaron 4 mil 967 millones de pesos.
De esa cantidad unos 360 millones fueron a dar a organizaciones culturales y científicas, mil millones a las educactivas y otra cantidad igual en lo que se conoce como donativos cruzados: de una donataria a otra. El resto a asistencia.
La entidad ocupa el tercer lugar a nivel nacional, muy lejos de la Ciudad de México que rondó los 25 mil millones en donativos y a sana distancia de Sinaloa, con más de 6 mil millones. El Estado de México reportó 3 mil 400 millones y Jalisco se ubica en la franja de los 2 mil millones, un dato relevante sin duda.
Según el Sistema de Información Cultural, en Nuevo León hay 77 librerías, con una barbaridad de 59 concentradas en el Municipio de Monterrey; en tanto que las bibliotecas suman 314 a nivel estatal.
Curiosidades de antaño: en la Encuesta Nacional de Lectura del 2006, por ciudad, Monterrey concentraba el 50.1% del hábito de la lectura, de libros, periódicos, revistas e historietas y el promedio de 2.4% de libros al año.
En la Encuesta Nacional de Hábitos, Prácticas y Consumo Culturales del 2010, elaborada justamente en la gestión de Sáizar, el estado de Nuevo León tuvo el siguiente resultado a dos de las preguntas aplicadas: “¿Qué tan interesado está por lo que pasa en la cultura o en las actividades culturales?”.
Entre los nada, poco y algo interesados sumaron, en ese entonces, el 80% de los encuestados. Los “muy interesados” el 16%. El resto se dispersó en otras categorías.
“¿Alguna vez ha ido a una librería o tienda donde vendan únicamente libros?” fue otra de las preguntas en la Encuesta. El 56% dijo que no y el 43% que sí.
Más allá de estos datos, no pocos estiman que, ante la FIL Guadalajara, imposible imaginarse una mejor e innovadora feria en el país. Desbancarla, competirle, restarle, ponerla en predicamento, vaya atrevimiento tan sólo decirlo.
Yo no participo de esa postura y nos conviene que surja un nuevo paradigma.
Si el sector privado regiomontano, que es en buena medida el que reina a nivel nacional, se decidió por Consuelo Sáizar, será porque comprendió que en los años que vienen por delante, la FIL Monterrey puede ir más allá que la tapatía.
La lógica del capital aunada a los márgenes de maniobra de las organizaciones donatarias, pueden ir más allá de lo que Raúl Padilla ha logrado en tres décadas.
Sin duda, vienen años de interesante rivalidad que habrán de beneficar al país.