En ciertos artículos hay que iniciar por un anhelo. Después de leer Miradas. Cuarenta años del INEGI, libro de arte conmemorativo, cuánto desearía hacer una obra del mismo calado para el sector cultural.
En efecto, se trata de un impresionante recorrido histórico dividido en tres segmentos: genealogía, patrimonio y panorama. Dotado de una espectacular iconografía, vienen joyas como el Cuadro Geográfico y Estadístico de la República Mexicana, de Antonio García y Cubas, de 1858.
Algunos sabrán un detalle de nuestro Golfo de México. Se le llegó a llamar “el seno mexicano”. Así lo indica el mapa, algo que en particular me desata la imagenería alrededor de esos primeros cartógrafos.
Son 40 años del INEGI conociendo México, pero la obra nos pone en el punto de partida. En 1877 se crea la Comisión Geográfica Exploradora y en 1882 la Dirección General Estadística en la Secretaría de Fomento del entonces gobierno de Manuel González. Ya con Porfirio Díaz en el poder, se opera el primer programa en 1888.
Para su presidenta, la doctora Graciela Márquez, en sus palabras de presentación, “Miradas también ubica a quien lea esta obra en una perspectiva adecuada para observar, conocer y admirar un conglomerado de documentos históricos y de diversa índole: fotografías, mapas, instrumentos de varios tipos de recolección de datos o de trabajo de campo (ahora museográficos), filmaciones y colecciones botánicas y petrográficas cuya importancia, cantidad y calidad permiten considerar al INEGI como un receptáculo cultural de una naturaleza única y distinguible entre sus pares científicos”.
Sin exagerar, las 200 páginas son propicias para parafrasear el título de la famosa película de Woody Allen ya que en el libro se encontrará todo lo que usted siempre quiso saber sobre el instituto, pero temía preguntar. Por ejemplo, alrededor de la flota de avionetas y helicópteros que se emplean para numerosas tareas.
El INEGI nació en 1983, con el presidente Miguel de la Madrid, labores que estaban encomendadas a la Secretaría de Programación y Presupuesto. Tras los sismos de 1985, en lo que es un ejemplo de decisión desconcentradora, la mayor parte de la institución se trasladó a la ciudad de Aguascalientes. En 2008 adquiere su autonomía.
En Miradas. Cuarenta años del INEGI encontramos datos que permiten valorar la dimensión del organismo. Citemos que se ocupan 109 inmuebles a nivel nacional, de los cuales 16 son propios y 93 arrendados. Desde su constitución han desfilado 611,496 empleados, contando con una plantilla de alrededor de 50 mil trabajadores, de los cuales 53% son mujeres y 47% hombres.
La encomiable como insustituible labor del instituto se despliega en 119 programas. El crecimiento de estos ha sido sostenido. Entre 2018 y 2022 se incorporaron 23. Se dividen en 21 a partir de censos, 56 de encuestas, 11 de estadística derivada, 8 geográficos y 23 registros administrativos.
Es sorprendente saber que desde 1995, cuando se pone en funcionamiento el portal, se han diseñado 12 versiones de este. El conteo de accesos data de 1999. Al cierre de 2021 sumaron 273 millones de visitantes.
Otro costado revelador refiere a un estudio de percepción sobre el INEGI elaborado por la UNAM en 2021. Vean ustedes: el 88.1% de los encuestados han escuchado hablar del organismo, 25.5% ha utilizado información, 95% ha considerado útil lo que obtiene y 73% considera que la institución gubernamental más confiable.
Así es, ya se dieron cuenta. El INEGI es una mina por explotar. El dato del 25.5% pone en relieve lo que llamamos la urgencia de promover el uso del acervo con que cuenta para fomentar una cultura de la estadística.
Sabemos que, por su naturaleza, muchas tareas de promoción le están impedidas al instituto. Por años, tal limitación ha sido motivo de debate. Soy de los partidarios de que en un plazo no lejano debe modificarse el marco legal para permitir que el INEGI revolucione su papel mediante un activismo sin cortapisas.