La ilegalidad de las direcciones ejecutivas de Diplomacia Cultural y Turística, y de Estrategia y Diplomacia Pública, de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), terminó. Quienes las presiden desde los balbuceos de la gestión del canciller Ebrard, libraron cualquier tipo de sanción que bien pudo aplicar la Secretaría de la Función Pública al ejercer funciones por mucho tiempo jurídicamente inexistentes; claro, no lo hizo Irma Eréndira Sandoval.
El 14 de junio se publicó en el Diario Oficial de la Federación el cuatroteísta Reglamento Interior de la SRE. Listo, existen los ejecutivos y sus subalternos. En muchos sentidos quizá no sea nada novedoso lo que se ha hecho.
Quienes conocen la historia de la secretaría saben que no solo es la dependencia más antigua, junto con Gobernación, del Poder Ejecutivo. La cancillería ha vivido innumerables cambios en su estructura y en la integración del Servicio Exterior. En el estampado de los sellos, Ebrard ha dispuesto su estilo y los legados. Veremos si resisten más allá del 2024.
Por esta ocasión comprimo mis señalamientos sobre lo oficializado. Quienes sabemos todo el proceso -diré histórico- que llevó a la creación de la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Amexcid), no estaremos de acuerdo en que los asuntos culturales hayan salido de su competencia.
Fuera de ahí, solo es un capricho gerencial y diré, snob, por lo que refiere al componente turístico. Sin más que ofrecer que lo que bien o mal se disponía en la Amexcid, la Dirección Ejecutiva de Diplomacia Cultural y Turística no tendrá repercusiones mayores. Veamos un ejemplo de lo que confiere al titular el Reglamento en el artículo 13:
“II Desarrollar los trabajos de negociación, coordinación y gestión de todas aquellas iniciativas de promoción en materias de su competencia que el gobierno de México realice en el mundo, así como aquellas del mundo hacia México”.
Sin un escenario radicalmente distinto a lo que estar en la Amexcid significaba, sin incluir el patrimonio que son los centros e institutos con que cuenta México en distinto países, sin mejoras para la obtención de fondos y sin avanzar en ciertas particularidades del agregado cultural (y figuras similares) para avanzar en una necesaria especialidad dentro del Servicio Exterior Mexicano (SEM), el legado es cosmética.
Tanto como lo es el aún ilegal, por carecer de régimen jurídico, el Instituto Digital César Chávez para el Español en Norteamérica. Se trata de una pantalla que oculta la precariedad de la “nueva” dependencia. Una suma indiscriminada de “opciones” formativas y un nido de propaganda del quehacer presidencial. Que no me digan que ese pegadero de actividades aspira a ser un centro referencial para promover nuestro idioma.
Vaya, ni siquiera son protagonistas de su “quehacer” las embajadas de México en Estados Unidos y Canadá, ni sus consulados, ni los centros culturales existentes; no hay guiño a las diferentes organizaciones que ven por el idioma español y la cultura mexicana en territorio de Norteamérica y mucho menos una vista de cooperación con los gobiernos del bloque.
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Y en la otra esquina
Por lo que refiere a la Dirección Ejecutiva de Estrategia y Diplomacia Pública (¿qué es primero, el huevo o la gallina?), el artículo 14 contiene unas fracciones que no pocos académicos deben vivir como la meca de sus alucinaciones como por igual son demenciales:
“I Proponer a su superior jerárquico, los modelos y estrategias para la ejecución, dirección y administración de la política exterior; así como los modelos y estrategias que permitan la modernización y mejora de las acciones de política exterior que desarrollan las representaciones de México en el exterior.
“VII Proponer al Secretario, a las unidades administrativas y órganos administrativos desconcentrados de la Secretaría, las estrategias en materia de prospectiva, innovación diplomática y diplomacia pública, que deban implementarse en las representaciones de México en el exterior y fortalecer la presencia del país en el mundo.
“XI Definir pronósticos y tendencias de innovación en materia de relaciones diplomáticas a nivel internacional, con la finalidad de contribuir con el diseño de estrategias que atiendan los proyectos transversales de largo plazo”.
¿El Think Tank de petatiux ebrardista en pos del 2024?
En fin. Los cambios que ahora son norma hacen sentir también la obesidad central en detrimento de los huesos cada vez más marcados de quienes se la juegan en las Representaciones, en el SEM.
Lejos de la transparencia, con dimes y diretes. Las tres versiones de Enrique Márquez sobre el despido de Jorge F. Hernández. (Imágenes tomadas de @emarquezj
Infierno Ejecutivo
Cesar a un diplomático que no lo es en tanto que ha sido contratado para serlo máximo seis años, como establece la Ley del SEM, es lo de menos.
De esas historias está inundado el servicio exterior y cierto, no pocas han sido injustas. Incluso entre miembros de carrera son abundantes las confrontaciones, remociones y castigos, por no ser disciplinados a los ojos de sus superiores.
También es cierto que hay quienes se pasan de listos.
El despido del escritor Jorge F. Hernández de la Embajada de México en España, con grado de Ministro, no de Consejero o Primer Secretario con funciones culturales, no, de Ministro, solo por abajo del Embajador, a manos de su Director Ejecutivo, Enrique Márquez, es un escándalo que mancha por igual a los dos.
Para Hernández ya que al asumir el riesgo de convertir en asunto público su cese, no ofreció de manera puntual y contundente los escenarios y condiciones del mismo. Para Márquez ya que tampoco supo instrumentar bien la salida de su ex pupilo y mucho menos pudo argumentar las razones institucionales.
Al empantanarse en las versiones, al enlodarse por las dudas, a Hernández le irá menos peor que a su exjefe, el cual ya de suyo en el descrédito, tras la turbia gestión que lleva, también debería ser removido.