De la agenda de promesas culturales entregada en mi colaboración anterior (ver https://www.elsoldemexico.com.mx/analisis/galvez-y-sheinbaum-cortes-culturales-11713323.html) es importante detenerse en algunos puntos. Se trata de ciertas propuestas de las candidatas Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez que merecen al menos un breve subrayado.
Las razones por las cuales la red de bibliotecas públicas se encuentra en zona de decisiones de la política cultural tuvo su consagración en el sexenio de Miguel de la Madrid. La larga labor de quien fuera la directora general de Bibliotecas, Ana María Magaloni (fallecida el 1 de diciembre de 2023 a la edad de 82 años) cursó a su vez los gobiernos de los presidentes Carlos Salinas y Ernesto Zedillo.
De 1983 a 1988, la dependencia encabezada por la doctora Magaloni estuvo adscrita a la subsecretaría de Cultura de la SEP. Después se sumó al Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Su despliegue fundamentado en el maridaje de la política cultural con la educativa culminó al crearse la Secretaría de Cultura en diciembre de 2015.
Desde esos tiempos fundacionales de la red de bibliotecas, más de una voz cuestionó el que se fijara en cultura y no en alguna de las oficinas responsables de los procesos educativos, un servicio central tanto para los educandos como para la población en general. Al concidir desde entonces con esa postura, también he señalado que debe enmendarse la falta y devolver las bibliotecas a la SEP.
De manera adicional a esa fractura histórica, sabemos que las dificultades de solvencia como de crecimiento de las bibliotecas se han multiplicado en el régimen obradorista. No en vano el documento “100 pasos para la transformación” de Sheinbaum, desliza una línea que atañe en parte a los problemas de la red. Se indica el propósito de “generar los mecanismos financieros para que todas las bibliotecas del país funcionen debidamente”.
¿En qué mecanismos financieros estarán pensando, más allá del reponer el presupuesto anulado en el sexenio y brindarle el cuantioso aumento de demandan las bibliotecas en todo el país para superar la precariedad, para modernizarse así como ampliar sus acervos físicos y digitales? ¿Se trata de crear patronatos por doquier?
Las preguntas son aún más cuando se cita que se debe “completar” la Red Nacional “para que cada municipio del país cuente con una biblioteca”. Está claro que se cumplirán dos sexenios de un estancamiento bibliotecario, con las consecuencias negativas para el sistema educativo.
En la otra cancha, en “Las mejores propuestas para vivir sin miedo” de Xóchitl Gálvez, en el apartado de economía se compromete crear “la Agencia Nacional para el Emprendimiento, la Innovación y la Productividad”. De manera complementaria “estableceremos un Ombudsman de las MiPymes”.
Ambas posturas comprometen al sector cultural, cuya fortaleza se finca en el mercado. El primer enunciado nos remite a una reelaboración del Instituto Nacional del Emprendedor que, nacido en los albores del gobierno de Enrique Peña Nieto, desapareció en las primeras semanas del obradorismo.
La cuerda viene de más atrás. La política económica de estímulo a las micro, pequeñas y medianas empresas (Mipymes) se ubica desde la modernización salinista. Pero fue en la presidencia de Vicente Fox cuando se creó, en la Secretaría de Economía, una subsecretaría con esa finalidad. Desde esos muy lejanos tiempos la deuda sigue pendiente con las empresas culturales: simplemente nunca fueron ni han sido consideradas en la política de desarrollo económico.
Lo anterior se liga con un enunciado del “Decálogo de propuestas de cultura”. Se señala que “Las distintas industrias culturales recibirán el tratamiento fiscal, legal, presupuestal y de créditos bancarios necesarios, para que contribuyan al desarrollo de la economía nacional y alcancen estándares internacionales”.
Estamos ante intervenciones de política económica que requieren la economía en general y el sector cultural en particular, donde la figura de un defensor de las Mipymes no tiene relevancia. Es una ocurrencia sin valor para orientar el voto en las urnas.
Lo que se debió incorporar es el fortalecimiento de la Comisión Federal de Competencia Económica que también ha sido omisa y, diré hasta irrespetuosa, con las mipymes culturales. Ya veremos.