MEXICALI. En los vaivenes de las mediciones del sector cultural a cargo del INEGI, los miles de millones de pesos del Producto Interno Bruto (PIB). Tomemos cuatro años, del 2018 al 2021. El último año del gobierno de Enrique Peña Nieto fueron 702 mil 132 mdp. Con la baja de un punto porcentual, de 3.2 a 3.1 del PIB, en el 2019 la cifra fue de 724 mil 453 mdp.
Más dinero con menos PIB, son matices de la economía al medir, una diferencia de 22 mil 321 mdp. En todo caso es una variación muy modesta si, en ejemplo socorrido, la miramos a través de los casi 50 mil mdp de presupuesto de la UNAM para 2023. Esos dineros de la producción cultural finalmente dieron un saldo positivo al primer año de gobierno de Andrés Manuel López Obrador en el sector cultural.
El señalamiento no es menor si recordamos la avalancha de cambios y ajustes al gasto público, más los propios de la economía en su conjunto. El asunto es que lo acertivo corrió por cuenta del mercado cultural, no del subsidio del estado en cualquiera de sus expresiones, como tampoco por la producción cultural de los hogares, tercer componente central del PIB en la Cuenta Satélite de la Cultura.
Es pertinente señalar por ello que, a lo largo de la serie de 2008 a 2021, la actividad comercial ha sido, naturalmente, la base de la viabilidad del sector cultural. Los miles de millones de pesos sufrieron el golpe seco de la crisis sanitaria del coronavirus del 2020. Al igual que todas las economías del orbe. La reducción fue de 83 mil 766 mdp y de dos puntos porcentuales, es decir, 640 mil 687 mdp y el 2.9% como aporte al PIB.
También bastante se ha dicho que la afamada recuperación económica en el 2021, apenas si compensa el daño del 2020. En el caso del sector cultural, según la actualización del INEGI, alcanzó 736 mil 725 millones de pesos, 96 mil 038 mdp recobrados con un punto porcentual que fija el PIB en 3.0%.
Lo que ocurre es que si bien supera el monto del 2021 al del 2019 (la cifra más alta en esta muestra), esos 12 mil 272 mdp a cualquier luz resultan pírricos. Con estos vaivenes del PIB y de los miles de millones nadie puede sentirse contento. Confirman que, si bien se salva la estabilidad del sector cultural como se sostiene una situación inercial en afirmativo, también evidencia la imposibilidad de un acelerón en su productividad.
Ello aun consideremos que las actividades de la cultura crecieron 7.5% mientras que la economía en su conjunto, en el 2021, fue de 4.6%. La jauja no es tanta si vemos el año 2020: nuestra economía cayó 7.8% y el sector cultural 8.9%. Pero el optimismo lo arroja otra cifra que, estimamos, no es tan alegre.
El INEGI otorga un promedio de crecimiento anual a nuestro sector del 2008 al 2021 de 3.4%, nada menos que 4 puntos porcentuales más que en el mismo serial pero del año pasado, es decir, 3.0%. Nuevamente la burra al trigo: vaivenes porcentuales que, en firme, no da más allá de una satisfacción pesimista. No hay manera de dejar de arrastrar el rezago en la productividad y el precario crecimiento.
Tonadas de la misma canción
Si el sostén es el mercado cultural, los componentes de no mercado, la gestión cultural (gasto o derrama digo yo) y la producción cultural en los hogares, no dan para más en 15 años de registro de la Cuenta Satélite de la Cultura. Inmutables el 0.2 y el 0.6 por ciento de aportación al PIB. Esto significa que los miles de millones de pesos que representan, nos les da para elevarse un punto, pero –dirán las querencias- tampoco ha bajado.
En los vaivenes de las mediciones, estos dos campos distan de agotar su análisis y discusión. Sin duda merecen un ejercicio que mortales como yo no alcanzan a animar en el confín numérico de las matrices de la Cuenta Satélite. Pero no puede ocultarse la lectura más evidente: escases de flujos mayores de dinero de quienes depende económicamente dichos ámbitos.
Si juzgamos según los atractivos y atracciones que genera la reciente actualización de la Cuenta Satélite, son muy sexis los números de los puestos de trabajo ocupados que, por los vaivenes propios de la falta de sapiencia técnica, se identifican como empleos. No es correcto según la metodología, pero se corre el riesgo con el afán de cierta comprensión.
Estos datos abonan irremediablemente a lo ya dibujado hasta ahora. Si los pesos mexicanos cuentan en bruto, el tema se vuelve personal en el empleo. Tiene carne y hueso preguntarse ¿se gozan y se generan las oportunidades de tomar un puesto fijo en el sector cultural? Desde que tengo memoria la respuesta es no. Sigue siendo no. Estamos rodeados, quizá hoy más que nunca, de gente sin empleo.
Para tomarle calor a las prendas sexis, las que de pequeñas casi desnudan, en 2018 se tuvieron un millón 417 mil 825 puestos de trabajo ocupados (PTO). Al año siguiente, sólo se perdieron 23 mil 274, quedando en 1 394 551. Nuevamente los seres generosos –con empleo seguro- dirán que fue una baja mínima. Quizá esas personas que se fueron a la calle eran muy flojas.
Para abonar la supuesta felicidad, en 2008 se contaron 1 277 482 PTO. Otra vez los vaivenes sin serpentinas.
Y vino la COVID 19. Se cifraron los puestos en 1 230 124, es decir que el bicho se llevó ese año 2020 la friolera de 164 mil 427 PTO, de los cuales en el 2021 se recuperaron 43 034. ¡Vientos! Pero nos separan aun el extravío de 144 667 “plazas” que había en el no tan lejano año peñanietista de 2018.
Lo que todo esto suma es un montón de oportunidades de trabajo que no existen. ¿Cuántas? Tampoco me alcanza la morralla para responder, pero son muchísimas. Y conste que no nos metemos en los asuntos salariales. Aquí también el pero: pero casi todo el universo de los trabajadores de la cultura coinciden en que son ingresos precarios.
Con la música a otro lado
Fuentes, cifras, escenarios, recodos. El vasto cantar de la Cuenta Satélite de la Cultura da para enloquecer de atractivos sexis y de atracciones fatales. Una vista rápida a dos elementos más de la actualización lo confirman: la llamada clasificación funcional de los puestos de trabajo y de las economías del sector.
No es por ahorrarme los comparativos desde el 2018, pero (pero) como la composición estructural es de tendencias que poco han cambiado, me centro en lo ocurrido en el año de la crisis sanitaria y del reporte lanzado en estos días de noviembre de 2022.
Reiteremos que en el aciago año clínico, todo se derrumbó. Dos argumentos nodales en la glosa: cierre de actividades, en consecuencia, falta de movilidad y de presencialidad en altísimos componentes de la actividad sectorial. A cambio, se presume, hubo un incremento brutal en la llamada cultura digital, a lo que el encierro nos llevó: activismo supletorio desde casa.
Cierto, las caídas de las economías según los componentes osciló en el año 2020 entre el (-)43.1% de las artes escénicas y espectáculos, seguidas por un (-)27.1% de música y conciertos, hasta el piso de (-)1.7% en la formación y difusión cultural en instituciones educativas.
Dichos eslabones de la clasificación funcional son 10 a su vez subdivididos en 65 áreas, que cubren la gama de actividades económicas de la cultura que integran el PIB, como permite apreciar su distribución en los célebres puestos de trabajo ocupados.
Resulta que en el año 2021, salvo las artes visuales y plásticas que siguieron en tendencia negativa con (-)4.2% (en el año pandémico fue de (-)17.4%), lo demás se repuso. De nuevo se observa lo ya tanteado en los miles de millones de pesos y en los PTO: son datos positivos insuficientes.
Señalemos el caso de las artes escénicas y espectáculos, que sumó 22.5% a favor, o la música y conciertos con 28.4%, la afamada producción cultural de los hogares que pasó de (-)13.6% y se fijó en el año pasado en 12.0%, o los medios audiovisuales –donde se concentra gran parte de la llamada cultura digital- que ¡perdió! en 2020 (-)2.7% y recobró al 3.1%, números que desmienten el providencial aquelarre de “ahora todos somos digitales”.
Así las cosas, lo cruento sexi del paseo por esta galería es que, entre los medios audiovisuales, la producción artesanal y la producción cultural en los hogares se concentra el 76.4% del valor del PIB de la cultura. Tareas que se consideran centrales en la construcción del desarrollo cultural del país como artes visuales y plásticas, música y conciertos, patrimonio material y natural y libros, impresiones y prensa, apenas aportan el 6.0%.
En el mismo tenor de voz que secunda barítono, los tres campos indicados agruparon en el año 2020 el 68.2% de los puestos ocupados, en tanto que en 2021 el 58.8%. La baja implicó una redistribución de las otras actividades a la luz, justamente, de los cambios ocasionados por los doce meses de la COVID 19.
Acto seguido, las cuatro actividades que menos aportan al PIB representan, en puestos de trabajo, el 12.4% del total nacional. Desde esa perspectiva, el empleo cultural representó el 3.0 y el 3.1 por ciento en el conjunto de los PTO en el país los años 2020 y 2021, respectivamente.
En los vaivenes de la medición del sector cultural, la pregunta que queda también anémica de respuesta en estas páginas, es cómo ese punto porcentual de diferencia hace asimilables los 144 667 PTO que no se han recuperado desde 2018 y significan los 43 034 rescatados en la actualización del 2021.
Cantinero, sírvame otra copa por favor
Quedarse en la superficie de los vaivenes de las mediciones del sector cultural es bueno para la salud. Sólo gente con formación de minero, buzo o astronauta puede inmiscuirse en las matrices que genera para bien de todas, todos y todes la Cuenta Satélite de la Cultura, como el valioso Sistema de Cuentas Nacionales de México.
Las deudas de aprovechamiento del INEGI, hemos señalado desde hace años, son tantas, que en lo posible seguiremos insistiendo desde la categoría de aprendices.
Por ello a lo largo de este periplo hemos deslizado algunas conclusiones de la actualización vista, con algunos comparativos posibles. Otra concluyente es que la consistencia adquirida por el sector cultural en los ya largos 15 años de medición es invaluable. Visto desde un proceso histórico, México se encuentra a la vanguardia en cuanto a conocimiento del valor de su cultura, en la doble vía sustancial existente: la simbólica y la económica.
También es posible indicar que se reitera un anclaje. Es el que refiere a la imposibilidad de que las políticas tanto públicas, como privadas como del ámbito de la sociedad civil, apuntalen sus acciones con base al enorme instrumental que proporciona el INEGI a través de la Cuenta Satélite. Esta conclusión nace de innumerables medios de captación que un reportero y analista concentra con los años.
La tan aplaudida participación de la cultura como pilar del desarrollo sigue en una barca, ahí anclada en la bahía. Lista para zarpar pero confinada a navegaciones en el oleaje posible del puerto.
Es así como se cierra el primer trienio del régimen de la llamada Cuarta Transformación alumbrado por la estadística del sector cultural. Tres años de golpes de timón en la nave principal del viaje lopezobradorista.
Queda en evidencia que, en el primer lugar, el mercado cultural ha sido capaz de sostenerse en pie, pero titubeante, inseguro, imposibilitado de cambiar sus cauces de productividad.
Como soporte del PIB y demás variables de la actividad del sector, se hace acompañar, en segundo lugar, por el empeño de la producción cultural de los hogares. Tampoco despliega mayores posibilidades pero duplica en sus empeños a la gestión pública: ese capítulo que ha perdido miles de millones de pesos de asignaciones presupuestales en tres años de cuatroteismo.
Ya veremos en noviembre de 2023 cómo fue este año 2022. Las tendencias son predeterminadas: ahí seguirán en su ruta el mercado y la producción cultural de los hogares.
Pero en quien más se depositan esperanzas, expectativas como críticas, la famosa gestión pública, aunque no varíe de su 0.2%, seguirá acumulando pendientes como si fuera la única Coca Cola en el desierto de Qatar.