Parece todo un despropósito cerrar el año 2022 contando aspectos de mi vida a partir de quien gobierna el país. Enterado todo lo posible a pesar de no haber visto una mañanera. Lo que ocurre es que, en el balance de un ciclo que termina y ante el que viene, pasa irremediablemente por la figura del oriundo de un estado del sureste.
Si digo que habrán sido doce meses de peripecias laborales, toca escribir que algo tiene que ver el presidente de la República. Desde que me inicié profesionalmente, el mercado de trabajo ha sido tanto escaso como precario. No tengo duda de que el periodo que transitamos es el peor.
Los miles de millones de pesos retirados a la intervención gubernamental en el sector cultural, de los cuales un chirris me tocaba por mis labores, me obligaron a repensar, drásticamente, qué más hacer con mis habilidades. Por ello debo reconocer que el omnipresente Peje es coautor de ideas con el propósito de ganarme la vida.
Si no es asunto menor que la cancelación de numerosos subsidios restringió una parte importante de mis fuentes de trabajo, no lo es tampoco intentar compensarlo en el mercado cultural. Pero resulta que éste ha sido afectado también. ¿Qué vende usted, señor? fue la pregunta del año con escasas respuestas.
Muy detenidamente analizas la actividad comercial. Al intentar ser innovador, puse en Facebook un servicio llamado El Engrane. Para aceite me sobra, eso al menos, me dije. Resultó que el supuesto producto cumbre no fue tal.
Como sea te las arreglas, encuentras huecos como topo, pero el mandatario te recuerda que no para ahí tu encrucijada. Un día y otro te habla al oído, aunque no lo quieras. Me insiste en que soy conservador por hacer análisis y criticar algunas de sus decisiones, de sus políticas. Debo asumir que, al ser persona no grata al régimen, soy receptor de la dosis de exclusión dispuesta por el señorón de Palacio.
Con la etiqueta de anti-López, sigo cavilando en las verdades que debo aceptar. Entonces reitero mi generalización: tiene mucha razón en ciertas acciones de gobierno, en otras no.
La sacudida a todos los componentes del sector cultural se cocinó con los neoliberales. Don tabasqueño, me he dicho docenas de veces en mis caminatas tempraneras como en mis artículos, hizo algo que sus antecesores no se atrevieron: darle el empujón definitivo al precipicio a la institucionalidad cultural en todos y cada uno de los aparatos de gobierno: cobertura nacional.
En la trama cuatrotera de cuatro años (y lo que falta) el aventón fue también para las organizaciones no gubernamentales. Sin ser campo de mis ingresos, lo era de varios de mis colegas. Con ellos dialogamos largamente buscando la lámpara de Diógenes. El golpe de realidad iba hasta lo más íntimo ¿y ahora por dónde?
Así las cosas, el año estuvo revestido por innumerables reparos ante la historia que escribo de cara a cumplir 62 años. Jamás un presidente mexicano se metió tanto en mis aconteceres como AMLO. Ha implicado muchas conversaciones con la familia, los amigos y los colegas indagando no lo que ya dejó de ser, sino lo que puede venir.
Mi posición en este arrollador tiempo plagado de semi dioses morenistas ha sido el aceptar, el hacerme preguntas, el intentar descifrar cómo atajar el tsunami cuatroteista en mi existir. Cada día sigo atado al presidente, a pesar de mis aires libertarios.
Celebro que este año pude salir adelante entre las patas del caballo. Si andas en las mismas que yo o eres liberal en plenitud, felicidades por terminar el 2022 y lo mejor en 2023.