Al repudiar el mandatario la versión apegada a la ley (neoliberal) elaborada por el entonces secretario de Hacienda Carlos Urzúa, la estructura del PND quedó dividida en tres capítulos: Política y gobierno, Política social y Economía. En consecuencia, el Primtercer Informe de Gobierno sigue esta ruta para rendir las cuentas de nueve meses de gestión. Desprovisto de cualquier anclaje legal y metodológico, el documento de 994 páginas es ante todo un testimonio burocrático, no exento de intencionalidad emocional y con un abultado apartado de gráficas que revelan la desconexión de lo realizado con las nociones básicas tanto de planeación como de evaluación y prospectiva. Estoy convencido de que se trata de la mayor puesta al garete de que se tenga memoria de un Presidente de la República desde la posrevolución.
Tanto en el PND como en el tomo del Primetercer Informe, lo que atañe al sector cultural forma parte del apartado de Política social con el título “Cultura para la paz, para el bienestar y para todos”, el cual no define una política cultural de Estado. A partir de la página 198 de la primera parte, se enumeran las motivaciones y el compendio de acciones del periodo del que se hacen cuentas alegres. Ello, sin mediar el más mínimo contexto para entender lo que sucede hoy a partir de la diferencia con el pasado.
La inspiración amloista que se basa en la libertad, la inclusión y la diversidad; en la cultura como derecho humano; en la necesidad de recomponer el tejido social; en el deseo de construir paz y en atender a los grupos que llaman invisibles e históricamente excluidos, desemboca en los primeros logros del Programa de Cultura Comunitaria. Ocupa numerosos renglones la orientación de acciones de otras dependencias hacia este propósito, sumado a lo reportado en favor de los grupos indígenas.
La lista del quehacer cultural de gobierno pierde eficacia en la medida que enumera, sin ton ni son, los logros de nueve meses. No hay mayor ambición en el escrito oficial que no sea cumplir, a su buen entender, para quien guste enterarse de la epopeya. Por las once páginas pasan, de manera desordenada y con clara evocación a los tiempos del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, los desempeños de Canal 22, el Instituto Mexicano de Cinematografía, la Fonoteca Nacional, el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes y el Centro Cultural Helénico, entre otros. No deja de sorprender la endeble presencia de los institutos nacionales de Bellas Artes y Literatura y de Antropología e Historia. En la redacción a matacaballo hay errores de dedo, como señalar que el INBAL imparte 126 licenciaturas. Hay omisiones huérfanas (por aquello de que no tienen madre) que enlisto: al laureado “Poder de la cultura”, a la “Política de escucha”, a la Ley General de Cultura y Derechos Culturales (el artículo 8 -el de los vales- en particular), al Sistema de Información Cultural (SIC), a las subsecretarías, a la cacareada transversalidad, al Consejo de Diplomacia Cultural, entre otros.
De frente y de cabeza
La numeralia que se incluye en las distintas páginas del Primtercer Informe (cultural) no tiene medio de contraste. Tampoco se establecen fórmulas e indicadores para darles seguimiento progresivo de comparabilidad a los enunciados. Mucho menos se optó por el empleo adecuado del acervo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía y del propio SIC. Por ello, los números quedan reducidos a un ornamento increíble. La ineficacia del informe del despacho cultural se hace más elocuente cuando se llega a la segunda parte del tomo, que es donde se abultan docenas de gráficas de cobertura total (una suerte de metáfora de seguros El Águila). Parecen llamar a un ritual satánico. Su colocación puede sacar de quicio y dejarte moralmente derrotado.
En ese dantesco sitio que ocupan los datos, del cual hasta los neoliberales corren, son diez las gráficas (y ocho las páginas) que le corresponden a los influjos de la dependencia casi tlaxcalteca. Los títulos denuncian el relajo: 1) Recursos financieros para el desarrollo de la cultura y el arte. 2) Promoción y difusión de las expresiones artísticas y culturales por institución cultural. 3) Divulgación cultural. 4) Bibliotecas. 5) Bibliotecas de aula y bibliotecas escolares. 6) Impulso a la educación e investigación artística y cultural. 7) Acceso a la cultura a través de medios impresos y del uso de las tecnologías de la información y comunicación. 8) Patrimonio cultural. 9) Apoyo a la creación artística. 10) Bibliotecas por entidad federativa (esta última en la sección dedicada a los estados). Algunas de ellas parten del año 2000, otras del 2007. El corte es a junio de 2019. La variedad de categorías que las integran hacen colisión con el espíritu de la 4T, en tanto refieren a su obligada contrastación con la etapa neoliberal (aquí tienen el Sexto Informe de Gobierno de Enrique Peña Nieto, sus anexos y mensaje para hacer la tarea).
Se presentan, pues, solitas las gráficas. Inmersas en el torbellino de los infiernos por todos tan temido. No tienen quién les escriba desde allá, desde el palabrerío de la primera tanda del tomo. Salvo una línea que, angelical, anuncia la infiltración conservadora: “2019 p/ Cifras preliminares del presupuesto ejercido al mes de junio de 2019. Se distribuyen por objetivos del Programa Especial de Cultura (y Arte, agregamos) 2014-2018, y en su momento se alinearán al nuevo Programa Sectorial de Cultura 2019-2024”.
¡Santísimas letras chiquitas, Batman! ¡Se alinearán en su momento los programas! Entonces, ¿qué será lo que quiere el Primtercer Informe? Al menos por lo que se refiere al ámbito cultural, sin duda quiere que le pongamos palomita sin cuestionar nada. Desea que desistamos de encontrarle peras al olmo a su muy libre manera de rendir cuentas. Quiere que la Ley de Planeación quede enterrada sin atreverse a derogarla como Dios manda.
Los escritores de la 4T piden que entendamos a través de 994 páginas (o de 19) que no tenemos por qué seguir creyendo en toda una escuela que investiga, diseña, concibe, estudia, planea, evalúa, mide, contrasta, proyecta, especula, hace ciencia y mil cosas más para privilegiar un desarrollo equitativo sustentado en el conocimiento y, a la vez, poner límites a la discrecionalidad de los gobernantes.
En efecto, el Primtercer Informe lo que quiere es que los dejemos contar su historia a su modo. Y felices, felices, felices…
(Busque su ejemplar de colección. Solo se imprimieron 150).