Sobre todo el régimen de Andrés Manuel López Obrador, pero con el impulso de la emergencia sanitaria del coronavirus. “Como anillo al dedo”, dijo para soltar la ira de unos y la razón de otros, entre ellos en este Paso libre, Eduardo Nivón, que vio en el dicho la oportunidad del mandatario para radicalizar el proyecto de nación. Por supuesto en el mismo sector cultural gubernamental que estima conveniente el de Tabasco, que bien ejecuta la de Ciudad de México, Alejandra Frausto.
La secretaria de Cultura atina cuando dice que el Programa Sectorial no tiene precedente. La obviedad recae en el hecho histórico, no solo por representar en toda la letra el gobierno en curso. En efecto, da la espalda a la etapa de la que supuestamente no hay que dejar piedra, la neoliberal, pero también a algunos capítulos de la posrevolucionaria, la del influjo de José Vasconcelos, del nacionalismo, la del dominio del PRI.
Pero ciertamente es un fenómeno de cosmética, porque como es claro, los llamados “buques insignias” siguen ahí, pues no tienen por qué irse de la política cultural: preservación del patrimonio, educación artística, estímulos a la creatividad, bibliotecas, etc. Hay otros asuntos que dicen atender pero que no les entran en la entendedera, como tampoco ocurrió con sus predecesores: la política económica para el sector en su conjunto, la visión de una agenda digital, el sentido de coordinar paraestatales, la política fiscal, etc. Unos más, se asumen fuera del guion y a trompicones: publicaciones, el sindicalismo del aparato y los movimientos gremiales desde la organización civil.
De igual manera están los que se presentan como marca original del sistema político que encabezan: los paquetes llamados cultura comunitaria e indigenismo. La atención a estos temas siempre han formado parte del quehacer gubernamental, como saben los más colmilludos antropólogos, historiadores y sociólogos. El giro es diferente por una tesis central: una redistribución del gasto público para ampliar las coberturas, lo que implica quitarle a unos para darle a otros: es la misma cobija ¡estírela!
Herencias por cumplir
Desde los tiempos de campaña se señaló el corte de caja que enfrentaría el ganador: se trata del primer Programa Sectorial Cultura (Prosec) con secretaría de Estado, aunque no pocos sientan que las entrañas son aún del Conaculta. Los otros planes fueron parte de la Secretaría de Educación Pública. Además, es la primera vez que dicho instrumento contempla la existencia de la Ley General de Cultura y Derechos Culturales, así como el influjo previsto en la Ley de Planeación, pero no observado en la hechura del Prosec, de los organismos autónomos como el de Telecomunicaciones, de Competencia Económica y la Comisión de Derechos Humanos. Adicionalmente, el Prosec de la Cuatroté, es omiso por instrucción presidencial: ni una palabra sobre el papel de las organizaciones de la sociedad civil, como tampoco de las instituciones de educación superior.
El Programa Sectorial de Cultura tiene otra particularidad que le hace diferente a los demás de su especie. Como su matriz el Plan Nacional de Desarrollo, hace de lado la Ley de Planeación. O a medias tintas gracias a la técnica que ofrece la retórica. En lo central, añadimos a lo enunciado líneas atrás, no hay atisbo de cumplir con lo señalado en artículos como el 2, fracción VIII, que refiere a la factibilidad cultural del desarrollo y el 23, sobre las estimaciones presupuestales que debió incluir. Como ley neoliberal, ojalá pronto la echen abajo.
Los que pierden
La visión unipersonal de AMLO, los brutales efectos de la pandemia en el sector cultural, el Prosec mismo, la austeridad republicana, la reorientación del gasto y por la imposibilidad de responder con liquidez de fondos a las ofertas culturales del sexenio, nos coloca ante una ruptura de pronóstico reservado para lo que venga después de octubre de 2024.
La aparición del Programa Sectorial de Cultura justo en tiempos del coronavirus, es por ello una señal clara al grupo, por cierto, pequeñísimo demográficamente hablando, que por años ha dedicado sus esfuerzos a estudiar y diseñar escenarios de la política cultural. A pensar el sector cultural desde otros paradigmas que no son los de la Cuatroté y en muchos sentidos, tampoco fueron de los neoliberales. Habrá que entender en el curso de los años por venir, los alcances de este divorcio.
Por ahora y hasta el relevo presidencial de 2024, quedan para mejor momento muchos de los supuestos del análisis y las perspectivas sectoriales acuñados en numerosas fuentes. En ellas debo destacar al menos una que el Grecu mismo elaboró, como fue el caso del libro colectivo ¡Es la reforma cultural, Presidente! Propuestas para el sexenio 2018-2024. También, de manera significativa en estos días el estudio, que es un plan de gobierno de Jorge Volpi, Para salir de terapia intensiva, de CulturaUNAM, cuyo contenido y acciones pensadas se antojan innecesarias por su nula posibilidad de ser determinantes en el proceder del régimen lopezobradorista.
Claro, lo que no se pierde es la opción de seguir en cortito el gratificante ejercicio de elaborar escenarios que algún día se acomoden a la realidad.
Posdata: Con esta entrega, cerramos el ciclo de El rosario del coronavirus, que inició el 13 de abril, un total de 29 artículos. Aun con el Covid-19 en la puerta, es momento de volver a nuestro nicho de análisis, En el paredón.