El programa (consistente libro) de la Temporada 2022 de la Orquesta Sinfónica de Minería (OSM) recién concluida, tuvo un costo de 250 pesos. La segunda de forros anuncia que se puede escuchar al conjunto en Spotify y Apple Music.
Hacia el final del robusto documento, sabemos del sitio web, del blog, de sus redes sociales (Twitter acumula casi 30 mil seguidores) del calendario de clases magistrales, de cómo convertirte en amigo y mecenas de la orquesta.
La última página está llena de emblemas, entre los cuales destacan Fundación Carlos Slim, Hermes Infraestructura, INDINSA, CICOVISA, ICA FLUOR, JCDecaux y LYTSA.
La hoja anterior tiene un anuncio del Centro Ricardo B. Salinas Pliego. Arte & Cultura.
Los lemas del calendario cumplido entre el 8 de julio y el 28 de agosto fueron: La música como celebración de la vida, la OSM edificada en el amor por la música. Tras los estragos de la pandemia, se cumple con la celebración de Beethoven, el homenaje que, por sus 250 años de nacimiento, debió ocurrir en 2020.
Se interpretaron las nueve sinfonías y el concierto para violín del alemán, amén del repertorio que dio consistencia a los conciertos en la sala Nezahualcóyotl.
Desfilaron composiciones de inmortales como Berlioz, Mahler, Mozart, Ponce, Revueltas, Castro y de contemporáneos como Kaija Saariaho, Gabriela Ortiz y Pacho Flores.
Hubo solistas. Mencionemos al violinista taiwanés Paul Huang, a la pianista norteamericana Anne-Marie McDermott, al trompetista venezolano Pacho Flores y al pianista Jorge Federico Osorio.
El catálogo de 182 páginas a todo color contiene también una memoria gráfica del esfuerzo realizado en 2021. Las notas, como las charlas de apreciación musical, fueron responsabilidad de Juan Arturo Brennan. Quien quiso pudo asistir a los ensayos abiertos.
Si consideramos las fechas del concierto familiar infantil y la gala de clausura, fueron 10 citas. Todos los conciertos bajo la batuta Carlos Miguel Prieto, algo inusual y de lo que no tengo memoria en el país. Calificar el atrevimiento valdrá un día la pena.
Hay un apartado en el tomo dedicado a la nómina de ejecutantes, con dos datos significativos: un gráfico según la sección a la que pertenecen y la referencia a pie de retrato que indica la organización sinfónica de la que forman nominalmente parte. Caben a su vez las figuras del coordinador artístico y el equipo técnico.
Antes de seguir con estas estampas, recurrí al libro Necesidad de música, de George Steiner (Francia, 1929, Reino Unido, 2020) (Grano de Sal, 2019), una recopilación de artículos, reseñas y conferencias, cuya selección, traducción y prólogo corre por cuenta de Rafael Vargas Escalante.
En el texto “Con un Bing y con un largo gemido”, dice Steiner: “Cuando hacen bien su trabajo, los museos, los teatros, las orquestas sinfónicas y las salas de ópera se encuentran en la vanguardia entre los educadores de una comunidad. El gusto y la capacidad de gozo no son una cuestión de rutina; son dones que se adquieren por estímulo y mediante una familiarización gradual”.
El empaque condensado en el libro que es programa y a la vez catálogo remite, entre otros fenómenos, a la realización de 24 conciertos. Se entera uno que la sala Neza tiene capacidad para 2,311 personas (Wikipedia cita 2,229).
Si las audiciones hubieran tenido lleno total, lo cual estuvo lejos de ocurrir, las habrían disfrutado 55,564 capitalinos (saben los dioses cuántos de ellos vinieron de otros estados). Dejemos la cifra en 30 mil.
Ilustremos al decir que el abono de 8 conciertos costó 2 mil pesos y la gala en segundo piso, 500 pesos.
Los santos del SAT saben de las finanzas de la Academia de Música del Palacio de Minería, un brazo potente de la Facultad de Ingeniería de la UNAM y del modo de subsistencia de la orquesta.
El Reporte de Donatarias de la Secretaría de Hacienda, al año 2020, que es el reciente, cita donativos a la academia por 14 millones 514 mil pesos.
Ante esta estructura de ingeniería cultural ¿qué se puede decir de la calidad artística durante la temporada 2022? ¿Grandiosa, un tanto desafinada, emotiva, con pifias?
Respondamos con palabras ajenas. George Steiner dijo que “cuando menos el noventa por ciento de lo que se escribe sobre música consiste en simplezas impresionistas”.
En tanto que el escritor Eduardo Huchín Sosa, en su libro Calla y escucha, dice que “saber de música es saber cagarse sobre el conocimiento convencional (…) Se cree con frecuencia que nadie está más capacitado para hablar sobre música que quien puede descifrar y explicar una partitura, y que los textos acerca de aspectos biográficos, históricos o circunstanciales se quedan apenas en la superficie”.
Vuelvo a Steiner para cerrar la respuesta.
En el artículo Moses und Aron, de Schönberg, retoma: “Y uno recuerda la observación de Kierkegaard al comienzo de su examen de Don Giovanni: ‘Aunque siento que la música es un arte que requiere experiencia en grado sumo para justificar que uno tenga una opinión sobre ella, aún me consuelo (…) con la paradoja de que, incluso en la ignorancia y en los meros indicios, hay también una especie de experiencia’”.
Así las cosas, resta decir que lo realizado por la Academia y la Orquesta Sinfónica de Minería es un extraordinario logro, cuya estatura y alcances sirven como unidad de medida a las distintas organizaciones orquestales del país.