No hay necesidad de sumergirse en las profundidades del mercado cultural que atienden Canadá, Estados Unidos y México. Son socios del T-MEC y el dinamismo de sus productos culturales nos permite saber con bastante certeza en qué bienes y servicios nadamos cotidianamente.
En el caso de México, hemos absorbido mercancías norteamericanas desde el gasto, el significado y por la dependencia que generan. De Canadá, poco.
Como fenómeno nacional, el mercado cultural con EU tiene particularidades binacionales en la larga frontera que compartimos. De ello participan las sociedades con sus comunidades culturales de ambos lados de la línea con un historial digno de escribirse a detalle algún día. Un papel central juega en este escenario California y Baja California.
Las importaciones que México hace de todos los países del orbe cubren un modesto espectro. Algunas naciones hacen negocio con nosotros en la música, el cine, la prensa, en la moda; en innumerables herramientas de trabajo de diseñadores, artistas o desarrolladores digitales.
La lista es larga, se puede leer en las actividades del Sistema de Clasificación Industrial de América del Norte (SCIAN) y en las fracciones arancelarias que regulan el comercio.
En sentido contrario, nuestras exportaciones al mundo cubren escasas áreas: libros, impresiones y prensa, así como audiovisuales; en otras, quizá tan vastas como los hispanohablantes, hay oportunidades a la espera.
El movimiento de los productos culturales se inscribe en las balanzas comerciales de cada país. Por ejemplo, al cierre del año 2022, exportamos a la Unión Americana 455 mil millones de dólares e importamos 324 mil millones de dólares. Entonces tenemos un superávit de 131 mil millones de dólares.
Las curiosidades se imponen cuando se nada en el océano de los números.
Las cuentas son tanteos
La información disponible en el INEGI, en el marco de la Cuenta Satélite de la Cultura, permite acercarnos al pedazo del pastel que corresponde a los sectores culturales de los socios del T-MEC. En ellos se encuentran representadas las economías creativas o lo que llaman industrias creativas, culturales o digitales de las tres naciones.
Tanteemos los músculos. Podemos saber que el PIB cultural de México al año 2021 fue de 3.0% y el de Estados Unidos, al año 2020, de 4.2%. En dólares americanos, al tipo de cambio del mes de diciembre de esos años significa 36 mil 608 para nuestro caso y de 876 mil 665 para el de los vecinos al norte.
Por lo que respecta a Canadá, el PIB al año 2020 fue de 2.7%, es decir, 43 mil 740 millones de dólares. En una arista ilustrativa, el de España al año 2019 fue de 2.5%, es decir, 26 mil 207 millones de dólares.
Gracias al INEGI podemos observar seis cuadros que revelan la composición de las importaciones y las exportaciones de los tres socios. Los datos se ajustan al año que les vincula con la actualización al PIB cultural, son aglutinadores del comercio global de cada país y son evidencia del comportamiento de sus debilidades y fortalezas.
Se presentan de la manera más convincente posible, ya que por fracciones arancelarias o por actividades del SCIAN, se convierte en un ejercicio de buceo de tanta profundidad, que rebasa la capacidad de mis tanques de oxígeno.
En la suma, México puso en juego, en 2021, entre importaciones y exportaciones, 3 mil 705 millones de dólares, en tanto que la Unión Americana alcanzó 100 mil 779 millones de dólares en el año 2020. En ese mismo año, Canadá puso la cifra de 32 mil 613 dólares.
Al leer las áreas de clasificación no resulta sorprendente que sobresalgan los medios y producciones audiovisuales, incluyendo la industria del sonido. (En Ensenada, por ejemplo, se encuentra la legendaria fábrica de guitarras Fender).
Lo que llama la atención es el alto porcentaje de importaciones de joyería, platería, instrumentos musicales y otros de los Estados Unidos. Algo más se puede observar en lo referente a libros, impresiones y prensa, donde el porcentaje es superior al del coloso de Norteamérica.
Ante nuestros ojos brilla la amplitud canadiense con el mundo. Entre lo que adquieren y lo que venden, su balanza se equilibra. Son de subrayarse las áreas de artes visuales y aplicadas, como la de gobierno, fundaciones y apoyo profesional.
De más a menos o viceversa, los porcentajes en la composición de las importaciones y exportaciones de los vecinos de Norteamérica dan cause a algunas conclusiones básicas. Si bien se corrobora el predominio de los productos de nuestro principal socio en el marco del T-MEC, también es cierto que nuestros mercados culturales son bastantes modestos en el conjunto de los intereses económicos compartidos.
Otro bando concluyente tiene que ver con lo doméstico. Nuestro comercio interno está atado a numerosos insumos y contenidos creativos de la Unión Americana.
Aunque al revisar el comportamiento del PIB mexicano se observe estable a lo largo de la serie 2008-2021, no significa notoriedad productiva. Debe leerse como un signo de imposibilidad de sustituir importaciones y en consecuencia ser exportadores.
La diferencia en el consumo cultural tiene al menos un elemento de comprensión: el ingreso per cápita. En EU ronda los 70 mil dólares, en México los 10 mil y en Canadá 51 mil.
Entonces, mientras los gringos pescan en grande el poder adquisitivo mexicano, nosotros hemos carecido de músculo exportador para ganar consumo cultural no sólo con el Tío Sam. Ni qué decir de los habitantes de la hoja de maple. Con nuestros socios como con los demás del universo ha faltado una dimensión industrial de la cultura.
Esta curiosidad se refrenda a la luz de las cifras que se aprecian en los miles de millones de dólares de las exportaciones que son de 1,235 millones de dólares de México, contra 64,376 de las americanas y 15,613 de Canadá.
En la ruta contraria, las importaciones de México cifran en 2,470, las de EU en 36,403 y las de Canadá en 17,316 millones de dólares.
Hay una curiosidad más que se ubica no en las conclusiones, sino en los horizontes por desentrañar. Me refiero las regiones donde se ubican las capacidades exportadoras de los tres países.
Los brazos exportadores mexicanos yacen en ciertas entidades, las del norte, por la maquila y los flujos fronterizos de bienes y servicios. No pocos de ellos, por la naturaleza de la vecindad, escapan a los controles oficiales.
Los hay en otros estados, como la Ciudad de México, por la concentración de talento. Los de fuerte componente artesanal, como Jalisco, Guerrero, el Estado de México, Chiapas y Oaxaca, contribuyen con flujos que son casi imperceptibles en los mercados internacionales.
Sabemos que, por la naturaleza del territorio canadiense no tiene muchas vueltas. Quebec, Toronto y Montreal se destacan.
En el caso de los Estados Unidos son dos bastiones: California y Nueva York. En efecto, colindamos al noreste con el primero de ellos. Desde 2007, el afamado Colegio de Arte y Diseño “Otis”, con sede en Los Ángeles, elabora anualmente un diagnóstico de la economía creativa del estado sureño.
A lo largo del tiempo “Otis” ha generado diversidad de complicidades para lograr conocer al detalle esa realidad. Es así como el Informe de economía creativa de California de 2022 (de 271 páginas) que fue realizado por la consultora CVL Economics, nos guiará entre las curiosidades de ese vasto dominio y especialmente en lo que atañe a la región de San Diego y la zona Imperial, la porción vecina a Baja California y especialmente en interacción con Tijuana.