Se viene una muy particular confrontación. Jamás vista en otra sucesión presidencial. De la cargada a la tersura continuista a la expectativa por un revolcón en el sector cultural en manos de la oposición, la grilla cultural se la jugará, como nunca, con sus decisiones.
En el fortalecimiento del músculo de la comunidad cultural a sus causas, Claudia Sheinbaum va por delante, por conocidas razones. Por su lado, Xóchitl Gálvez tiene que tomar decisiones que, como otras, si se equivoca, le complicarán las aspiraciones de respaldo. Quienes se sumen tanto por Movimiento Ciudadano como por cualquier otra alternativa partidista o independiente, serán convidados de piedra.
Lo que sucede en Morena son cartas abiertas por lo que atañe al plan de gobierno a vender en la arena electoral, quedando por resolverse quien será el coordinador y, eventualmente el nuevo secretario de Cultura. Sus leales del medio cultural tienen clara su agenda, el activismo y, sobre todo, el cómo confrontarán a los del otro bando. Me queda la certeza de su beligerancia y de su inflexibilidad a ceder territorio a los “conservadores”.
Por ello en el cuartel de Xóchitl Gálvez tiene que darse una inteligente estrategia de campaña. Quien se haga de la responsabilidad del proyecto cultural galvanista será el indicador de la ruta que se piensa seguir.
Las amenazas de ir rápidamente hacia un fracaso en el camino del convencimiento electoral galvanista son dos: una, apegarse al guion rutinario que enumere las deficiencias y la indolencia experimentadas en el sexenio obradorista/sheinbaunense.
La otra, simplemente ofrecer reponer lo ido, lo extraviado y expandir el tufo de las, supuestamente, glorias de las administraciones pasadas, con el talismán malbaratado, pero efectivo, del nacionalismo revolucionario del PRIAN.
En consecuencia, la comunidad cultural que no ve opción en el continuismo de Sheinbaum, cuyo alcance numérico valdría la pena indagar, la tiene sumamente difícil para tomar la decisión de apoyar al Frente Amplio por México. Lo peor que le puede pasar es resignarse a una pelea entre bloques cuyo desenlace sea el voto de repulsión al morenismo a sabiendas de una vuelta remasterizada “al pasado neoliberal”.
No es difícil perfilar lo que ya sucede. Las escasas entendederas de Xóchitl Gálvez sobre el sector cultural se encuentran pertrechadas por dos banderas. Una de ellas que, de taquillera revienta de percudida, la del indigenismo. La otra, la generalidad que glorifica: la riqueza cultural sobadamente engalanada en la diversidad y el patrimonio.
Tal vacío, que como muchos otros tiene Gálvez por razones propias de su desarrollo, le hace presa fácil de los grupos culturales que, desde el salinismo hasta el peñismo, fueron los mayormente dominantes. Eso incluye a personalidades de las universidades públicas y de las organizaciones no gubernamentales de mayor peso en el ámbito.
No es difícil identificarlos, basta recordar a quienes se desempeñaron destacadamente en los años del Conaculta, como de la naciente Secretaría de Cultura. Están también quienes, sin haber sido servidores públicos, sobresalen en el coliseo cultural con aprestos para ser directivos amén de ser claramente contrarios al régimen cuatroteista (interesados ver https://www.elsoldemexico.com.mx/analisis/grilla-cultural-todos-los-nombres-10302832.html).
Partida en dos, la grilla cultural, quienes hacen palpitar al sector cultural, tienen en los meses por venir intensificar las acciones en el campo de batalla. En el enfrentamiento se valdrá de todo, como no se había visto en otros cambios de sexenio. Los de Morena van a lo seguro y envalentonados, sin consideraciones, sin preocuparse por arrebatar consignas, ideas o talentos a los que irán con el Frente.
Los adversarios del cuatrotero régimen cultural (y por supuesto en lo que atañe al medio científico y académico) tendrán que hacer un muy gran esfuerzo por encausar a Xóchilt Gálvez, a quien designe su gurú, por organizarse y por postular un programa novedoso. Una serie de propuestas que, ni remitan al pasado que ya probó su ineficiencia, ni sea simple reacción a la herencia obradorista.