El 8 de junio de 2022 hice ver que, a los habitantes del sector cultural, les vendría mejor Marcelo Ebrad que Claudia Sheibaum de repetir sexenio la cuatroté. (ver https://pasolibre.grecu.mx/comunidad-cultural-y-cientifica-resignada-con-marcelo-ebrard/). Ahora con la disputa abierta en el frente opositor, ante el descolorido elenco varonil, de las mujeres ¿con Xóchitl?
Al abrirse la baraja de prospectos con destino final en Palacio Nacional en octubre de 2024, la cuestión no es si tales o cuales pueden enarbolar el mejor y más trascendente proyecto cultural.
A diferencia de otras sucesiones presidenciales, la comunidad cultural tiene una oportunidad distinta a lo habitual. Esta refiere a que en su mayoría los integrantes del conglomerado están decepcionados e incluso muy irritados, con los resultados que entregará el cuatroteismo.
Por lo mismo, hay posición de exigir a quien guste consumarse como el mandamás nacional una serie de condiciones mínimas para darle respaldo, activismo y voto. Pliego que se extiende de manera automática, a quienes quedarán en la Legislatura LXI del Congreso de la Unión que irá del 2024 al 2027.
Para lograr un nivel mínimo de negociación cuando queden definidos los aspirantes a suceder al presidente López, es primordial actuar en bloque como sector. O bien como un frente sectorial que sume agrupaciones con un puñado de propósitos comunes. En efecto, gremialmente. Es la única manera de sentar a negociar a quien gusten.
De no ser así, la receta se aplicará como en cualquier campaña: plataformas electorales de ensueño, foritis aguda, cuartillas con promesas, diagnósticos implacables para engrosar memorias, clientelismo y hueseo para aplacar fuegos.
En ese momento de la trama sucesoria del próximo septiembre, todavía será oportuno proponer como primer punto que, en el reparto de diputaciones, tanto en la Cámara baja como del Congreso de la Ciudad de México, sumen al menos tres representantes del sector cultural.
Esto es un sueño guajiro si se persiste en lo que conviene a cualquier partido o coalición: la dispersión de los demandantes de espacios en el legislativo. Aunque desgastante, es más efectivo fintar por separado a los aspirantes a concretar la anhelada “participación de la sociedad civil” que tenerlos juntos.
La acción en común supone, además, un acto de sensatez en la negociación a corto plazo. En un segundo punto el bloque debe señalar la urgencia de resarcir lo que económicamente el lopezobradorismo no sólo no reparó del llamado lapso neoliberal; también lo que abusivamente le restó de más al sector cultural.
Ya desde el 11 de abril de 2022 perfilé el monto del daño financiero (ver https://pasolibre.grecu.mx/gobierno-en-cultura-los-miles-de-millones-de-pesos-perdidos/). Mis cuentas, que ya explicaré en la siguiente entrega, cifran en 64 mil millones de pesos lo perdido entre 2013 y 2022.
Entonces, una demanda genuina de gremio a quien resulte coronado como presidente de la república, es que se comprometa a devolver al sector cultural lo que le fue arrebatado.
Para terminar, como también lo he expresado en la serie que me he propuesto realizar de junio de 2023 a febrero de 2024 (ver https://pasolibre.grecu.mx/2024-las-tarjetas-electorales-del-sector-cultural/), consistente en una serie de iniciativas alrededor del porvenir del sector cultural mediante “tarjetas”, debe plantearse como tercer punto de compromiso por parte de un eventual nuevo gobierno, la revisión de la viabilidad de la Secretaría de Cultura. Se trata de girar el paradigma hacia un Sistema Nacional de Desarrollo Cultural, lo cual también explicaré a detalle después.
La muy joven dependencia es ya una instancia vieja sin remedio. Menos de una década ha servido para confirmar que su papel es menor al su antecesor, el Conaculta. Vaya, parece la subsecretaría en los tiempos de López Portillo y De la Madrid.
Esto se debe a que persisten los miedos a las grandes reformas. Entre ellos se destaca el pánico al sindicalismo en cualquiera de sus expresiones. Otro es mirarse al espejo: el fundamentalismo nacionalista revolucionario que ha generado confundir instituciones públicas con iglesias y religiones.
Miedo a aceptar que, la persistencia del actual modelo, en todos sus sentidos, ha contado con la complicidad de la misma comunidad que prefiere alimentarse de los despojos, en lugar de evolucionar.
Si yo fuera diputado, si me tocara ser parte de un colegiado del sector cultural, propondría centrarnos en esos tres puntos ante el cambio de 2024. ¿Podría ser Xóchitl quien adquiriera tales compromisos? ¿En verdad se cree que Claudia Sheinbaum o Marcelo Ebrard los adoptarían?