Si la Cuenta Satélite de la Cultura fuera una novela, tendríamos que el autor, en este caso el INEGI, podría darse el lujo de sorprendernos con el manejo de los personajes.
Es justamente lo que evoca esta tercera gráfica del serial. En lugar de presentarnos la actividad de mercado así nombrada, la personifica en sus dos componentes articuladores: los Bienes y servicios característicos y los Bienes y servicios conexos.
Los primeros atañen a la disposición final al consumidor; los segundos a los eslabones que, para la generación de dichos bienes y servicios, se incurre. En ejemplo socorrido, la película que ve en Netflix y lo que se necesita para que usted la vea (equipo de producción, actores, servicio de internet, etc.).
Así las cosas, resulta que son los que mandan en la trama novelesca del PIB de la cultura. Dicho de otra manera: predomina la actividad de mercado. Le acompañan con el color gris la Producción cultural de los hogares y con el rojo el Gobierno y organización civil. Estas actividades, por su naturaleza, no son de mercado.
El autor INEGI, escribe así lo que comprende ese segmento de los hogares: “Valoración monetaria de los flujos económicos realizados por integrantes de los hogares en los distintos aspectos del ámbito cultural, tales como aportaciones en dinero y en especie y participación voluntaria en la organización y desarrollo de festividades (patrias, religiosas o carnavales), sitios y eventos culturales seleccionados, la impartición voluntaria de cursos y talleres culturales, la adquisición de productos culturales en la vía pública, la elaboración de artesanías para uso final propio y la producción de espectáculos culturales en la vía pública”.
Mientras la cabeza de ratón es el mercado, la cola del león es el Gobierno y la organización civil. Qué chiquita cola ¿no? Basta ver las cifras en millones de pesos corrientes. Entonces ¿le queda claro quién manda en la aportación de la cultura a la economía nacional?