Lo que miran, miro. Una escuela pública, grande. El griterío a la hora del recreo, las celebraciones cívicas, el ruidero de docenas de chiquillos, llevaron en algún momento a neurótico vecino, a pedir firmas de los lugareños para solicitar el cierre del recinto. Así es, de toda gente hay en casas y edificios.
Tras 17 meses y pico de silencio, niñas, niños, al frente. Volverán a sus andanzas igual que antes o mejores tras la veda sanitaria, quizá peores para el relajo del reencuentro; echarles ojos desde la ventana, regresará el goce del enjambre que me anunciaba, como la chicharra al sonar ocho de la mañana en punto, que una hora después, había que partir al trabajo en la colonia Roma.
Con ellos, sus maestros y sus padres, los lunes, a escuchar el Himno Nacional; en otros momentos, a seguir el simulacro en caso de sismo. Muchas ocasiones atisbar los festivales de las madres, de los padres, de ellos, de los maestros. Todo un calendario de actividades comunitarias que, según informan las autoridades de la SEP, seguirán suspendidos.
La notable diferencia me complica, me agobia. Ahí estarán las niñas, los niños, al frente, en la batalla que no cesa. Jugándola entre lo que pueden hacer por su cuidado al lado de sus familias y profesores, y lo que coronavirus disponga. En efecto, en el giro de una suerte de ruleta con casilleros de mala o buena suerte. Vaya acto de confrontación con la realidad que se les viene encima.
Mientras la jornada curse, desde la ventana, los acompañaré en mi encierro.
Así de radical, de contrastantes los escenarios de esta guerra por sostener en firme la salud. Infantes que salen a cubrir territorio, como soldados en pos del enemigo; ejércitos en avance para retomar dinámicas, para movilizar energías sociales, en tanto millones de adultos mayores -y no tanto- por disposición de sus centros de trabajo, aun permanecerán en total o relativo cautiverio. Y me apalabro en las paredes ¿ellas, ellos, allá y nosotros, yo, acá guardaditos con todo y vacuna?
El regreso a clases me suena a un toque militar. Es la hora del despliegue final en busca de derrotar al enemigo. Si las reservas infantiles, adolescentes, juveniles, salen a batirse ¿los demás qué hacemos?
Es así como al menos, como por concordancia, los reclutados en los cuarteles de la educación media y superior tenemos que sumarnos al frente, no podemos dejar solos a las niñas, a los niños.
Y que resintamos el menor número de bajas.