MEXICALI. Muchos libros son viajeros. Los distintos trayectos que ellos recorren siempre serán sorprendentes. Todos tenemos historias al respecto. El más reciente de mi acervo voló de Mérida hasta esta línea divisoria que me cobija.
No hace mucho, en una visita a la ciudad blanca, tras ciertos periplos, me desconcertó el exceso de confianza de los lugareños en sus acervos acuíferos. Por ello traigo estas palabras que hablan del “oro azul”: “Existe una fuerte sobreexplotación y dudosa sustentabilidad a mediano y largo plazo”.
Mérida, el paraíso de la seguridad pública, de las plazas comerciales, la fortaleza cultural y el desarrollo inmobiliario “no recibe suficiente cantidad para atender sus necesidades; ha habido una gestión inadecuada y poco sensible en este rubro, y se ha incrementado el consumo indiscriminado del líquido, por falta de un programa de planeación urbana”.
Eso escribe Rafael Echazarreta Torres hacia el final de su libro El sur tiene esperanza. Se trata de una edición de autor impresa en marzo de 2022. La obra que va de la crónica histórica a la perspectiva de estos días se divide en 25 capítulos, algunos casi telegráficos.
Rafael tiene 42 años. Realizó estudios del cabo al rabo: es doctorado en Ciencias y Humanidades. Un yucateco que ha triunfado en varios concursos de oratoria. Por igual conferencista, emprendedor, promotor del arte popular mexicano, que presidente de la Fundación Echazarreta, un legado familiar de fuerte influjo social. En estos años se despliega como diputado local por MORENA.
Al hacer su elaboración del devenir histórico de Yucatán, el legislador asume en su contar la figura de Felipe Santiago Carrillo Puerto “el gran amigo de mi abuelo, Enrique Echazarreta Cortés”. Por ello “es tal mi admiración por él que mi hijo primogénito lleva por venia su segundo nombre, Santiago”.
Y agrega que la “conceptualización democrática” emanada de Carrillo Puerto “es la que siempre me ha movido en mi vida personal, profesional y como voluntario en diversas agrupaciones de apoyo social a lo largo de los últimos 25 años”.
Recorrido meteórico
La velocidad de la vida de Rafael Echazarreta se refleja en las páginas de El sur tiene esperanza. El vértigo impulsado por vislumbrar el porvenir. Son los capítulos finales un compendio de diagnósticos y propuestas de desarrollo para el estado y el sureste mexicano. El resto es una personalísima autopista por la historia nacional donde el sello independista de Yucatán cala.
Imposibilitados de una reseña pormenorizada de cada episodio narrado, veamos algunos fragmentos a través de sus propias palabras. Nadie puede darse por sorprendido por la lectura de este hombre que rebasa los 40 años. Lo interesante será leerlo en una década, en tres lustros.
Dice: “Los presidentes que siguieron a Ávila Camacho estuvieron más ocupados en fortalecer un sistema capitalista que favorecía a la empresa privada para mantener la economía del país, que en solucionar los problemas sociales que cada vez cobraban más fuerza por la pobreza en que vivían los obreros y campesinos”.
Luego que Luis Echeverría fue “uno de los personajes políticos más funestos de la historia contemporánea de México, un verdadero depredador político”.
Sigue después López Portillo que “perdió el piso; la excentricidad, el despilfarro y el influyentismo caracterizaron la vida del político. Su esposa, Carmen Romano Nolk, se adueñó de la política cultural del gobierno sin tener experiencia alguna”.
El oleaje va hacia Miguel de la Madrid quien pasó “sin pena ni gloria”. Es el mandatario del “gran fraude electoral de 1988” que llevó al poder a Carlos Salinas y que derivó “en la imposición del neoliberalismo”.
Para Rafael Echazarreta tal suerte llevó a que México se convirtiera en “un subordinado de los Estados Unidos, más que un aliado comercial”. Un proceder que se consolidó con la “ineficacia del sistema neoliberal” que tuvo paso libre en las administraciones de Zedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto.
El sur tiene esperanza señala el “fraude electrónico” de las elecciones del 2006. “Nada pudo hacer el candidato defraudado, Andrés Manuel López Obrador, ante la maquinaria de corrupción y el fraude orquestado por los conservadores”.
Visión original, apuesta al futuro
Signado su afluente lópezobradorista, Rafael Echazarreta elige costados poco advertidos en los proyectos del mandatario tabasqueño. El capítulo 16 lo titula “La gran revolución social y el final de la era neoliberalista”.
Asegura el diputado que “con todo el poder nacional, el presidente de la República está cumpliendo con una obligación moral: proporcionar al sur de México las condiciones para un desarrollo holístico”.
Vienen entonces los recorridos que son propuestas. Por ejemplo, su mirada al significado de los ferrocarriles en la historia de la región en el contexto del Tren Maya (que llama El sendero de kukulkán). Él lo adhiere con el Corredor Transístmico. La combinación del Istmo de Tehuantepec y la Península de Yucatán, servirán “como un sendero de unión comercial global”.
“No es solamente un tren, es un camino al futuro”, remata Echazarreta.
Uno de los efectos multiplicadores, a la vista de todos, es la constitución de FIBRAS (fideicomisos de bienes raíces). El legislador le etiqueta que podrán ser de “las más grandes del mundo, con más de 1550 kilómetros de oportunidades”.
A contrapelo de las manifestaciones de los grupos ecologistas, advierte en el Tren Maya una “vocación total hacia la recuperación de ecosistemas abandonados por décadas, muchos de ellos explotados hoy por la delincuencia organizada transnacional”.
Parte de esa garantía de recuperación es “ir de la mano de la Agenda 2030”.
En los costados cabe el desarrollo de “polos productivos”: agroalimentario, de ciencia y tecnología, de energía, arte popular y desarrollo aeroespacial. Los conceptos de Echazarreta fluyen: el modelo de “economía geosocial” para un gran “México geoestratégico”.
Luego están las oportunidades para establecer programas emergentes y proyectos sociales en la zona de impacto de los trenes. Por citar un par, el dedicado al “rescate y valorización de las culturas ancestrales” y el de “salud social y comunitaria”.
Del inicio de esta nota al final de las páginas de El sur tiene esperanza. El capítulo 22, “H2O, el oro azul”. El desafío nacional de “administración, protección y tratamiento adecuado y trascendental del agua”.
A lo ya citado le sigue la promesa de una iniciativa “de Ley de agua y regulación de recursos hídricos para el estado de Yucatán”. Echazarreta urge a atender situaciones que han sido provocadas “y muchas veces auspiciadas con la complicidad de los gobiernos corruptos e irresponsables que hasta la fecha gobiernan Yucatán”.
En las 219 páginas cabe el comprender que “la seguridad nacional y el desarrollo tienen un vínculo inseparable”. También que en la “Proyección hacia el futuro”, el turismo demanda ser de más calado: “El fomento del turismo arqueológico, ecológico, de aventura, cultural y de esparcimiento será una alternativa inigualable de crecimiento local y regional, con la inclusión de infraestructura hotelera, de servicios y de comercio”.
Al perfilar la agenda de sus visiones, Rafael Echazarreta añade la necesidad de crear “Polos de Desarrollo Económico y Social (PODES)” para integrar los programas federales, a la vez de generar empresas sociales. En el universo del yucateco tienen cabida los Programas Maestros de Desarrollo Portuario de los estados de Oaxaca, Chiapas, Veracruz, Campeche y Yucatán.
Tras este recorrido veloz de la mano de un ser tan joven, me pregunto qué tanto podré contar lo logrado. Ojalá sea mucho.