![](https://eduardocruzvazquez.grecu.mx/wp-content/uploads/2024/12/Raul-Padilla-Cuastoscuro-800x450.webp)
A Rogelio Villarreal
Puedes contar lo que ocurre en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara como se te venga en gana. Decidir que en cada par de ojos de quienes acuden nacen las revelaciones; son las miradas que, conectadas, mandantes, conjugan una asamblea concentradora de energías.
Las que vienen de los hemisferios cerebrales se sujetan a una escalada intensa. Es la que corresponde a la ebullición del pensamiento, los caminos del acuerdo, las opiniones, el relajo, la ira, la sorpresa, el placer, el hambre, la sed, la grilla, el agotamiento, el encontronazo ideológico, la desesperación, el asombro, el diálogo en corto o a gritos, al choque corporal por el apretujadero.
El tiempo que acudes a la feria te exige consumir todo lo que seas capaz de gastar, sin preguntarte por el alcance de la retribución.
Para entrar al redil de lo masivo que linda en lo inaceptable como insoportable, del jugoso concentrado que va del deambular de virus y bacterias, de toneladas de basura, de shows como de duelo de inteligencias, tanto como de negocios y hasta roles recreativos, sales muy temprano del departamento. Para ello haz hecho un plan con sus fases y previsto el pulso físico y financiero. Entonces tomas el taxi sobre la avenida Floresta, en el centro de Ensenada, para que el autobús abc te deje en el aeropuerto de Tijuana dos horas y media después y dos horas antes del despegue.
Desde las cercanías del otoño al invierno, como en ciertas lluvias, la neblina es un saboteador inmune a la autoridad. Por eso el vuelo se reprograma, de golpe, 9 horas después de su alzamiento. Nada vale decirle al personal de Volaris, de sobrada fama por abusiva e impuntual. Despegamos a las 11 de la noche, que al llegar al hotel en Guadalajara se convierten en las 4 primeras horas del nuevo amanecer tapatío.
Como sea el ajuste de energías te echa a andar por 15 minutos hasta la explanada del recinto ferial. Ahí el remake: ves montones de gente y la tronadera del tráfico. Paso a pasito, gafete colgando en el pecho, te adentras en el galerón que has visitado algunas veces desde que inició la existencia de la feria.
![](https://eduardocruzvazquez.grecu.mx/wp-content/uploads/2024/12/Captura-de-pantalla-2024-12-16-103651.jpg)
Es mediodía. Sientes el golpe del gentío, de sus aromas. En lo que encuentras al amigo, periodista y escritor Rogelio Villarreal, quien platicará contigo sobre tu libro Vislumbres del sector cultural, quedas paralizado en medio del maremágnum de escolares que inundan los ya, desde hace años, estrechos pasillos.
En efecto, la principal fuente de energía sale de tus ojos. En la FIL hay que ser sagaz con la mirada. Ver bien, es un reto si, como dicen, se juntan 450 mil títulos. Ejercitar los músculos oculares es clave para todos los objetivos planteados. Luego viene el movimiento de la cadera, las piernas, las rodillas y los pies, sobre todo si usas plantillas. Desplazarse se convierte en deporte extremo y en una forma de arte de intervención del espacio público-privado donde alimentarse cuesta más que un par de libros convencionales. No sólo en el aeropuerto te asaltan los comerciantes.
El consumo de energía es brutal cuando observas los chorros de celulares en operación. Tanto la red del recinto como la de cada dispositivo, colapsan por momentos en la aldea digital y papelera. Oídos prestos y agudeza para escuchar acompañan a los ojos.
Una vez más corroboras el panal de contrasentidos de la cita del consorcio cultural levantado por el licenciado Raúl Padilla. Van de la pelea por una silla en el alud de actividades del star system, a las soledades en los lanzamientos editoriales que se dan, en bailongo frenético, en muchos estands. Sobra y falta gente.
Hago un corte al final de la breve estancia. Mientras en un par de jornadas apenas sumé 10 horas efectivas de navegante en el cardumen, el querido Rogelio, con su esposa Lilian, concluyeron el domingo, con alrededor de 80 de las 108 horas posibles de circular en la FIL. Un récord más en su bitácora.
Ya en las alturas, gracias a la merecida compensación de puntualidad otorgada por la neblina y Volaris, elaboro mi nota que concluye con unas preguntas conservadoras para las que no tengo otros datos.
¿Cuántos asuntos resolví en las dos jornadas? ¿Cuántas portadas vi? ¿Cuánta energía me faltó? ¿Quemé calorías? ¿Cuántas historias no podré contar? ¿Cuántos momentos de asfixia y frustración pasé por renunciar a ganarle espacio a la masa humana? ¿En qué año la FIL venderá el derecho de apartado? ¿Cuántos años más se tomarán los funcionarios del régimen cuatroteista en darse cuenta de que la FIL es un patrimonio donde su presencia facilitaría la concordia, el diálogo y el acuerdo sobre los asuntos públicos?
![](https://eduardocruzvazquez.grecu.mx/wp-content/uploads/2024/12/736183e99f857769eebe465cb4930fe9-800x530.jpg)