La flor de Valencia es una cantina. Queda sobre avenida Revolución, a unos pasos del mercado de Mixcoac. Tan afable lugar da nombre a un grupo de amigas y amigos al que fui invitado a sumarme, gracias a los entrañables escritores Mauricio Carrera y José Antonio Lugo. A ambos me une una larga travesía. Y por eso conocí al también escritor Héctor Iván González, a quien le compré su reciente novela editada en España por el sello Carena Hispanoamérica.
Las historias que habitan Una leona rampa la noche, me llevó a revisitar algunas propias. Al menos por lo que respecta a las mujeres que, con singular fuerza, son quienes vertebran el alud de experiencias y sentimientos de los hombres que les rodean. Ellas son parte del amplio abanico que define la pluralidad del género en estos días.
Se dice que el chiste de crear personajes es que provoquen reacciones en los lectores. Aludidas como aludidos en las 243 páginas, ya le dirán al buen Héctor Iván González. De igual manera los escenarios y situaciones dan para diversas pruebas estéticas. Veamos el botón que explica el título de la novela en voz de Román, el protagonista.
“Lo que divisé de golpe en la pista me dejó sin habla, la chica que bailaba se había desprendido de su tanga y se había inclinado como un felino dejando ver su enorme trasero y su sexo al aire. ‘Una leona rampa de noche’, pensé. Junto con otros quince tipos, acababa de ver la vulva de una mujer, con la naturalidad de quien observa sus hombros. Un estremecimiento se apoderó de mí”.
En efecto, una normalidad en un table dance. La imagen me remontó a un lugar de esos, allá por 1986, en Tijuana. A lo narrado por Román, le agrego que además vi cómo una leona introdujo en su vagina la boca de una botella de cerveza, para dársela después al santo bebedor…
Recordé una famosa fotografía de Madonna, otro tipo de leona.
La crudeza de la condición humana en Una leona rampa en la noche es variopinta y por supuesto con pasajes conmovedores. Cada quién podrá estrujarse, reír o rechazar lo que salió de las manos del escritor Héctor Iván González. Algunos podremos pensar que al final el destino es injusto con Román.
Y cierto: hay leonas que se salen con la suya.
Le propuse al amigo una charla, aquí se las dejo.
Fragmentos de un universo
Ante la agitación tecnológica y los problemas económicos como políticos que enfrentan las sociedades ¿qué desafíos definen la viabilidad de un escritor?
Desde la tecnología y la forma en que ha invadido los hábitos, el panorama no es alentador. En mi caso, me formé como lector en los 90’s, y no era bien visto leer. Ninguno de mis amigos leía. Ahora leer tiene algo de atractivo. Se cree que leemos menos, pero he visto un incremento en librerías y en lectores. Por otro lado, he buscado escribir según mis inclinaciones, sin dejarme llevar por modas, como tal siempre he tenido actividades, como la edición, la docencia o la traducción, para mantener mi escritura. Por lo cual, me concentro más en qué busco escribir que en cómo me inserto en ese mercado, por ahora no me puedo quejar.
Eres parte de una generación entre siglos. ¿Cuál es tu percepción del país y en ella, el rol del escritor?
Hay una serie de dinámicas en esta realidad, incluso pueden ser contradictorias o paralelas. Antes veía la realidad determinada por la inmovilidad en el gobierno del PRI, obvio sigue un régimen neoliberal, pero hay otras situaciones que me interesan. Aspectos como lo idiosincrático, el poder y su influencia en la gente, la psicología de las personas –vueltas personajes– me interpela bastante. Creo que en ese crisol de circunstancias la literatura tiene un lugar para ramificarse, pues como tal ya no creo que haya una salida política a la situación de este país. Pondero la conciencia individual y el sentido crítico. Por ende, el escritor puede complejizar la visión que tengamos de la realidad vía el lenguaje.
¿Qué tanto define la realidad nacional lo que escribes?
Bastante, pero prefiero que sea de forma oblicua. He partido de cómo determinan los celos una relación de pareja o cómo puede influir la relación del padre al protagonista. No considero que haya una realidad inamovible, sino que hay circunstancias, ironías o tragedias que forman parte de todos los aspectos. Como narrador me interesa la psicología de los personajes por encima de su sitio en la lucha de clases.
¿Se puede ser poeta, narrador y ensayista al mismo tiempo, conservando estándares de calidad?
Antes que escritor, soy lector. Creo que es fundamental conocer todos los géneros literarios, en cada uno hay reglas específicas, mecanismos, técnicas, que hay que respetar. Como señalas, lo importante es no caer en el facilismo. Cuando me cuentan que despacharon un proyecto con rapidez, desconfío. Hay que darle mucho tiempo a la escritura. Al menos yo trabajo así, enriqueciéndolo. El poeta José Ángel Valente decía “Convive con tus poemas antes de escribirlos”, a mí me gusta mucho esa idea para todo lo que escribo. Y cuestiono mucho lo que escribo.
¿Cómo llegaste a Una leona rampa la noche?
La idea era reunir tres historias a partir de las conversaciones de cantina, las confesiones masculinas, las dudas y dilemas que se vive al estar en una relación amorosa. También quería hacer un homenaje a Onetti y a su mundo prostibulario, por lo cual aparece la teibolera Aurora. Busqué explorar las relaciones desiguales en edad, la de una mujer con un joven, y viceversa. Sin embargo, el factor de la culpa y la fidelidad no podía quedar fuera. Quería trabajar un personaje que se resiste a tener un romance con una alumna, porque parece que los hombres estamos ávidos de una aventura. ¡Ojo!, también hay hombres que están a gusto con su pareja, y no quieren poner en riesgo su relación. La insistencia hace que el personaje pase de un predicamento a otro, y aumente cuando la vida parecería orillarlo a acceder al affaire. Por lo demás, los personajes de la novela oscilan entre la relación de pareja y la soledad, algo que me señaló un amigo escritor.
¿Qué estimas hace diferente tu novela al conjunto de oferta de obras de otros autores, como argumento para atraer lectores?
Eludí el dilema de la corrección política. Si se lee de una forma superficial puede parecer una novela incorrecta, con un narrador que tiene una voz “sin filtros”. Ve el mundo desde la arrogancia de la juventud, y la vida se va a encargar de enseñarle un par de cosas. Como tal el estilo es cuidado; uso palabras que pueden ser de un uso poco corriente, pero no me preocupa que el lector, en alguna ocasión, recurra al diccionario. Considero que un escritor puede ampliar la extensión del lenguaje. También debo decir que el tema y la historia no me la dictó un agente literario, y nunca he escrito a partir de sugerencias editoriales. Escribí esa historia porque necesitaba hacerlo. No van a encontrar emigrantes, narcotraficantes o desaparecidos, pues no son temas que pudiera tocar con profundidad. He optado por escribir una historia sobre la mezcla del desenfreno y la incomunicación.
¿Qué importancia le concedes a los estudiosos y a los estudios literarios que, gusten o no, se encargan de valorar la producción literaria nacional y ponerla en los contextos de análisis y crítica a efecto de incorporarlas en el catálogo de calidad que bien o mal fijan o las rechazan por considerarlas deficientes?
Actualmente, realizo el Doctorado en Letras Comparadas, por lo cual no me siento ajeno a la academia. Creo que es importante estudiar sistemáticamente la literatura y generar estudios con referencias teóricas. En todo caso, ante la forma en que los agentes, las editoriales y las revistas o suplementos literarios están relacionados, creo que la academia es más aséptica. Es requerido investigar, partir de un marco teórico y generar estudios que son monitoreados por eminencias. En cambio, hay otros espacios “de crítica” en que el crítico comparte agente literario con el autor o un editor necesita apoyar el libro de su director y buscará críticos para decir lo que se necesite. A estas alturas, ya he visto de todo en la crítica literaria (risas).
¿Qué otras diciplinas artísticas, prácticas de entretenimiento y actividades complementan tu ser escritor?
Siento que cuando era joven aprendí mucho de la figura de Julio Cortázar. Mi afición al buen cine, a la música y a la pintura la tengo muy arraigada. Especialmente la música clásica o el jazz. Considero que uno debe estar cerca de la música por su carácter abstracto, por su exactitud en la ejecución y por la historia de su tradición. También asisto a exposiciones, incluso me he involucrado en proyectos interdisciplinarios con Jonathan Barbieri o con Guillermo Arreola, admiro bastante sendas obras pictóricas. En breve saldrá El Crimen, una antología con imágenes de Barbieri y cuentos de varios autores. La música instrumental es una fuente inagotable de sensaciones. Creo que la literatura se nutre de la música, de lo visual y del hibridismo que puede generarse entre todo tipo de artista. Esto lo aprendí en los encuentros de Fonca, en donde conviví con coreógrafas y fotógrafos, et al.