Apunte para no despistarse.
El recuerdo de un pueblo feliz a la hora de la “siesta parreña”, con enormes campos de viñedos y frondosos nogales, también de enorme celebridad en todo el país. El tradicional quiosco en el centro del poblado, el deambular del espíritu orgulloso del prócer Francisco I. Madero, la arquitectura colonial, los estanques de agua venida de manantiales, en fin. Instantáneas con las que llegué semanas atrás por la invitación que me hizo de la Secretaría de Cultura del estado para compartir mis puntos de vista sobre el turismo cultural en la región noreste.Les dejo estas estampas.
Nostalgia por la carpa.
En un polvoso terreno, Los payasónicos están en temporada. Un circo ambulante, de los que se niegan a morir. Mil alegorías vienen a la memoria de cuando divertirse con elefantes, leones y cebras no era un delito. Ahí en esas casas rodantes habitan malabaristas, magos, trapecistas y payasos. Viene el mayor relumbrón de esos días de infancia: la hermosa mujer amarrada a una rueda que gira velozmente. Respiración contenida, manos a los ojos con los dedos entreabiertos: el maestro del arte de lanzar cuchillos hace de las suyas. La perfección del riesgo.
El Vitivinicultor.
Nos recibe con sonrisa generosa. Es el dueño de las Antiguas Bodegas de Perote. Nacho Chacón es toda una celebridad en estos lares. Se abren las botellas para probar sus vides. Guía el recorrido por las bodegas y da a catar directo de la barrica. Ahí los vidrios elaboran un juego de estéticas con el baño del polvo del tiempo. Hacia allá el hotel, acá la enorme terraza, el restaurante, vista a los jardines. Desde este punto nocturno de Parras, al otear al cielo, miro como niño los destellos. Es verdad: hace cuánto no veía una noche estrellada.
Ni rastro, don Edmundo.
Goyita, la de los dulces, vivió más de 100 años. Aquel relámpago impulsó mis pasos. Al entrar, sentí pesadumbre. El fuetazo de un recuerdo que no coincidía con lo que miraba. Nada de dulces para darles un pellizco. Un anaquel con fotografías de esos años que fueron mejores. La vitrina con dulces de leche coronados de nueces. Era ése o ése. No pude terminar: un sabor se había ido para siempre.
Solo de noguerales.
Así como las jacarandas con el azul violáceo primaveral, los nogales en el otoño que mece el invierno de Parras. Miren el color en los segundos del video: suenan, saben, bailan un solo variopinto. Dice mi querida Lines que el sabor de las nueces es distinto, diferente a otras que ha probado. Y vaya que sabe más que muchos paladares. Vino y nueces: dueto en el duelo de las maravillas.
De apariciones y otros menesteres.
En esas andaba, cuando lo vi. De carne y hueso, el ilustre Francisco Ignacio Madero, a quien en sus tierras duranguenses llaman Guillermo Favela Vizcarra. Un ingeniero jubilado que laboró por años en el Instituto Nacional de Estadística y Geografía. Francisco Guillermo me halaga por remitir a los estudiantes que colman el auditorio de la Universidad Tecnológica de Parras de la Fuente, al caudal que representa el Inegi. Ha sido intensa la gira de este año con la representación de uno de los héroes predilectos de la Cuarta Transformación. Rindo honores. Me obsequia la fotografía del recuerdo. Primera vez en mi vida que un símbolo así me acompaña.
Posada Santa Isabel.
La jornada incluyó subir al Santo Madero, un prodigio de la morfología parreña. Igual pasamos por el estanque de la luz, con sus miles de pececillos. Con motivo del coloquio “Turismo cultural en el noreste de México”, en el atrio de la iglesia de San Ignacio se organizaron tres veladas con músicas de la región. Desfilaron, entre otros, Los Cardancheros de Sapioriz; Redoba y Sotol, y destacadamente los Montañeses del Álamo.
Por la noche, en su habitación de la Posada Santa Isabel, nos acogió la generosidad de Rosi del Tepeyac Flores Dávila, enjundiosa economista que fungió tiempo atrás como directora del Instituto Coahuilense de Cultura. Larga y amena conversa al lado de More Barrett, la generosa amiga (y directora del Teatro Nazas en Torreón) quien tuvo a bien recomendarme para este lance. A la mesa con un risotto con salmón que ella cocinó, junto con la actriz Marissa Vallejo y José Luis Rodríguez, director de Desarrollo Cultural de la Secretaría de Cultura del estado.
Otra vez las estrellas. Inalcanzables.