
Al ir de paso por este mundo, nos es permitido compartir momentos inolvidables con personajes de nuestra cultura. Algunos de ellos, por razones de edad, los relatamos para empolvarse, con el tiempo, en las hemerotecas y en ciertos libros. De los escritos en la revolución digital, quizá algunos se conserven.
Al volver de Chile, tras ser agregado cultural en la Embajada de México, a finales de 1997, el queridísimo Fernando Belmont coordinaba la sección cultural de unomásuno. Bondadoso editor, como lo fueron conmigo Manuel Blanco, Norberto Asenjo, Paco Ignacio Taibo I, Braulio Peralta, María Elena Matadamas y Manuel Lino, me publicó un serial de breves crónicas bajo el título de Chilenas y otras ficciones.
Con motivo del centenario del natalicio del dramaturgo Emilio Carballido, regreso del olvido una estampa compartida con el veracruzano. La crónica, como todo lo que escribí como fruto de mi estancia en Santiago, quedó reunido, con otros documentos periodísticos, en la antología Del mismo cuero salen las correas, que apareció en 2002, en la UAM Xochimilco.
Corresponde decir al vuelo que, el volumen, tuvo mala fortuna. Primero, por lo que sigue siendo una constante en las editoriales universitarias: carecen de eficientes redes de distribución. Es un viacrucis agotar mil ejemplares, cifra que, desde mi primer libro, en 1991, es la contable en la mayoría de los títulos que ponen en circulación las instituciones de educación superior públicas y, no se diga, los gobiernos estatales.
Aunque adquirí ejemplares para “moverlos”, al final se pudrieron en la bodega xochimilca sepa Dios cuántos. Segundo, a pesar de ser el editor responsable el gran escritor y amigo René Avilés Fabila, como coordinador de Extensión Universitaria de la unidad uamita, hubo graves descuidos en la producción. A tan larga distancia, la inexistencia del libro fue lo mejor.
Dispersa entre el rigor histórico y la nostalgia, las relaciones culturales entre Chile y México tuvieron una etapa maravillosamente fecunda en la década de los 60. No será el momento de traerla a cuento. Pero la visita de Emilio Carballido a Santiago en el tremendo invierno de 1996 se inscribe en ese proceso escasamente documentado.
Siempre he confiado que, en el quehacer periodístico, las crónicas al detalle son inmensamente emotivas. Ojalá así lo consideren los lectores de este episodio. De manera tan breve me sumo, entusiasta, a lo que ojalá sea un año lleno del legado del gran autor mexicano, cuya influencia, en muchos órdenes, ahora será motivo de revisión, con sus muchas buenas y con sus malas.

Rosa de dos aromas
Invierno prolongado. Llega Emilio Carballido muy de madrugada a Santiago, un día de junio de 1996. Por segunda ocasión su pieza Rosa de dos aromas alcanza un escenario chileno.
Su buen humor y la expectativa ante lo que promete será un espléndido montaje, logran hacerlo sobreponerse a un tremendo resfriado. Todo está listo en el Centro Cultural Montecarmelo, vecino de Bellavista y del cerro de San Cristóbal: la vieja capilla se ha convertido en un acogedor teatro.
Carballido espera impaciente al lado de una mesa provista de algunas de sus obras disponibles por estos rumbos. Los saludos llegan, los libros permanecen quietos. Se anuncia su presencia en el vestíbulo, su disposición a firmar ejemplares.
Los libros siguen mudos. La obra comienza.
Lo veo de reojo: ha colocado su gorra sobre una de sus rodillas. No se desprende de su bufanda, ni del largo como calientito abrigo. Y mientras el público es seducido inmediatamente por las actrices y por un hombre que, vestido de charro, enarbola, una vez más, al típico borracho mexicano, el buen maestro palidece.
No hay pies ni cabeza en el entarimado. Carballido no se resiste a dejar caer los párpados. Emilio se va, Emilio se duerme. Casi ronca. Nada lo incomoda.
Vuelve en sí. Me confía un “¡qué horror!”. Sonríe. Está por concluir la multipremiada dramaturgia.
El maestro sube al escenario envuelto en el aplauso del respetable y toma con resignación un ramo de flores.
Coctel. Unos cuantos se acercan al gran autor. Llega el reporte de las ventas: cero. Cero.
Finalmente, agradecido por la generosidad de los productores, Emilio Carballido abandona Chile: “Me aguardan unos amigos en Argentina”.
Meses después, al ver la botella de tequila Cuervo Especial que nos obsequió para que “no olvidáramos el terruño”, Rosa de dos aromas recorrió prácticamente todos los teatros de Chile, por supuesto, con enorme éxito.
