Cuates, cuotas, amarres, acuerdos, pactos, arriesgues, apuestas, rupturas, fuego amigo y del enemigo. Con el tiempo que le concede su nombramiento, mucho menos del que contó Alejandra Frausto entre su designación y su entrada al despacho de la calle de Arenal, Claudia Curiel tiene un conjunto de operaciones por resolver, a efecto de asumir su cargo con el mejor equipo de trabajo, con un ambiente favorable, con la capacidad financiera que implica el cierre de año y con la certeza de movilidad presupuestal en 2025.
Una cosa es la abundante cobertura informativa a su designación con un balance, a mis ojos, optimista, y otra los flujos de gusto, certeza, entusiasmo, sorpresa, apoyo, desinterés, enojo o desencanto en los famosos chats creados para desahogar asuntos en la campaña electoral.
En las redes sociales se pueden revisar las reacciones de ciertos personajes que destacaron como activistas del voto de la comunidad cultural a favor de Claudia Sheinbaum. Imposible me resulta calificarlas, pero mi sensación es que no fueron las que merecía el acontecimiento.
Al paso de estos pocos días, sostengo que Curiel de Icaza no sólo fue uno de los nombramientos de la más pura estirpe sheinbaumnista. También que la futura presidenta no cedió a presiones del colorido enjambre morenista.
Además, no estaba en las prioridades del mandatario tabasqueño enfilarle una recomendada, como tampoco cualquier otro integrante del primer círculo pudo tener condiciones para proponer una candidata a la Secretaría de Cultura. Salvo por la presencia de Susana Harp, que hizo una encomiable tarea como responsable de los diálogos de la transformación, también es cierto que no hubo una baraja de aspirantes que complicaran la decisión a Sheinbaum.
Por ello se van dando operaciones de forma paralela. La que tiene que ver con el equipo de campaña pondrá a prueba si Claudia Curiel libra la región de las cuotas para dar solvencia a rodearse de los cuates eficientes, lo cual no tiene nada de malo si los amigos, amigas y amigues son de probadas capacidades o merecen el beneficio de certificar talentos.
Luego está la operación que conduce a figuras provenientes de la coalición que con justicia refresquen los perfiles de la nueva generación de servidores públicos. Otro escenario se da en los afluentes sobre los que ha navegado Frausto; ya nos enterará Curiel de la aplicación de la meritocracia, del afán compensatorio, de la conveniencia de la continuidad al menos por un tiempo o del punto y aparte.
Si Alejandra Frausto llegó al poder acompañada de una fuerza presidencial sin precedente, Claudia Curiel lo hace aún con más fortaleza. La primera, al tenor del mandatario, no empleó tan enorme solvencia para generar concordia y acuerdos con los distintos frentes del sector cultural, los exentos de las rencillas del Ejecutivo, que son y siguen siendo la mayoría. Se sumó, sin atenuantes, a la línea dura con los abiertos o presumibles discrepantes.
La nueva secretaria tiene la oportunidad de variar esa forma del ejercicio del poder desde la máxima institución cultural. Por su experiencia como por su naturaleza generacional es de esperarse que flexibilice la postura para buscar los concesos sobre puntos álgidos de la agenda, como lo será el proyecto del sexenio. Recordemos que para la elaboración del Plan Nacional de Desarrollo y del Programa Sectorial se tendrán que convocar a foros y consultas.
En el conjunto de operaciones para el banderazo de arranque el 1 de octubre, están las que inician el 1 de septiembre. Es decir, Curiel estará en posibilidades de mostrar oficio para la incorporación de necesidades en la miscelánea fiscal, para la integración de las comisiones de cultura en el Congreso de la Unión y para la dotación del presupuesto del 2025.
Otras son las intervenciones que no lograrán evitar rupturas, aligerar tensiones o zanjar ciertos alejamientos tanto dentro de la Secretaría de Cultura como del propio gobierno que es partido, como fuera de él. A pesar de lo irremediable cuenta con el bono de arranque para matizarlas, encontrarles antídotos, métodos de contención y acciones inerciales sanadoras.
Nos hemos referido, pues, al contexto en el que habrán de definirse los distintos cargos de las muchas instancias con que cuenta la Secretaría de Cultura, así como de las líneas que surten la toma de decisiones programáticas, de las venas comunicantes con los diferentes actores del sector cultural. Resta señalar el factor sorpresa: la inclusión de perfiles e iniciativas que, por inesperados, inyecten una frescura que Curiel puede capitalizar en bien del desarrollo cultural.