Claro que no es totalmente neoliberal el régimen de AMLO. Lo es en una de sus aristas, en los apretones de tuerca. El procedimiento es tan suyo como fue de sus antecesores. Dan cauce a la maquinaria que mueve la transformación de un sistema a otro. Se trata de hacer girar las tuercas de la política y del presupuesto.
Cifran cuatro años de numerosas combinaciones mecánicas al respecto, cuya síntesis facilona, para lo que nos preocupa, es que al presidente de la República no le interesa la cultura.
El engaño es para impacto mediático y ha demostrado su escasa eficacia.
Lo que subyace es el desquite: se resta dinero a la cultura ya que se estima que bastante se le sirvió en bandeja de oro como pago a sus servicios al conservadurismo.
En descargo dirán que el INAH tiene lo que nunca había gozado y que la cultura comunitaria vive una época dorada.
Además, hay otras prioridades del gasto para anclar al régimen.
Las tuercas políticas del sector cultural tienen en la quita de dinero su instrumento más eficaz para el desmonte de la estructura neoliberal. Nada mejor que pegarle al bolsillo de la gente como al de los gremios que se etiquetan como enemigos del cambio.
La lista recursos restados es larga. Cuando llegue el momento de ajustar esas tuercas, los historiadores, analistas y anexos tendrán una chamba envidiable. Les vendrá la ardua revancha como anillo al dedo.
Entre lo más reciente del accionar de las tuercas del lopezobradorismo están los portentos llamados Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC) y Universidad de Guadalajara (UdG).
Les une el reclamo por el subsidio negado: mientras la Academia se declara insolvente por insuficientes ayudas gubernamentales, la UdG alerta del peligro de perder su festival cinematográfico como la viabilidad de la feria librera. De paso también un museo y la coronación de la ambiciosa ciudad de la cultura y largo etc.
Pero recordemos que del mismo cuero salen las correas: aunque las asignaciones financieras de un lado se llamen Secretaría de Cultura y del otro Gobierno del Estado de Jalisco. Son recursos públicos y son del orden mayoritariamente federal. Las tuercas giran y aprietan.
Cada uno se defiende. La secretaria Frausto responde, con Novaro a la retaguardia, algo así como esos de la AMACC son “limosneros y con garrote”.
Por su lado, el gobernador tapatío Alfaro se vive envalentonado con sus huestes. Tienen en las venas el vitamínico movimiento naranja alineado al pensar del mandatario tabasqueño sobre lo que ocurre en la universidad.
Por ello ponen en plena apertura de la feria librera pancartas que piden la expulsión del presidente Raúl Padilla y del rector Ricardo Villanueva del reino de la institución que presiden, del presupuesto que en lo general deciden y de la política en lo particular procuran.
En el engranaje, las riñas por los millones de pesos que engrandecen la patria cultural embonan con la disputa por los intereses de la 4T y de una de sus tonalidades naranjas. Se trata de tumbar hasta el último vestigio del pasado.
¿Quién gana en la guerra de liberales contra conservadores en el sector cultural? De sobra van de gane los liberales amloistas y simpatizantes adjuntos.
La comunidad cinematográfica, con Academia o sin ella, debe intentar ir con sus cuentas a otro lado. Por ahí está el bolsillo de Guillermo del Toro, el de Netflix, el de las empresas de siempre, el de los mecenas retro, el de la gente leal. Casi seguro que en esos nichos encontrará cobijo para ajustarse a las nuevas circunstancias.
Por lo que respecta a los jefes del vasto dominio de la UdG (ojalá fueran solamente dos personas) podrían valorar el pacto. ¿En serio van a las vencidas? De otra manera, ante la capitulación los senderos que se vislumbran son oscuros para esos paladines de la gobernanza, la educación y la cultura.
Las tuercas del sexenio siguen cerrando los flujos del poder al que derrotaron en 2018. Sin vuelta atrás, es ingenuo persistir en la confrontación. Ya después veremos cómo se pone cuando Sheinbaum o Ebrard nos alcancen.